AMOR PARA DOS RUEDAS Y CHAQUETA AZUL








Mi condición de vida tiene una fecha de caducidad. La veo cada día, de lleno, cara a cara, como si estuviera dentro de las paredes de un envase de leche. Siento que habito en una especie de funda que me aprieta, tanto, que a veces me ahoga. Solo los flashes de sensualidad de algunos de mis amores me reviven. Los considero mis balizas de obra, que mientras trabajan, ponen el cartel: “prohibido pasar, algo se recupera”. Rodar con ellos es como subirme a una noria de chocolate y no parar de comérmela a bocados. Y no siempre me puedo subir a ella. Solo Elma y Javier han conseguido hacerme girar.

Rodar con Elma. Fue fugaz. Consiguió lo impensable. Mi corazón latía junto a ella con un pulso acelerado, con ganas de gastar las cubiertas de goma y que el roce del tiempo apremiara la ocasión para abrazarla. Éramos fieles en todo lo que venía rodado. Elma hizo que todos los estímulos me rozaran la piel y se me fijaran como parches.
A Elma la conocí sobre una bicicleta naranja. Con botas de cuero de tacón ancho y hebilla francesa, unas gafas de sol, grandes, de carey, que cuando se las quitó enmarcó toda su expresión seductora: cejas delineadas sobre unos ojos de un verde polarizado y la insinuación de esa boca... A ella, le sedujo mi chaqueta azul y yo perdí la señal con su vestido estrecho. Quedé cautivo al instante. El vestido dejaba entreabierto lo suficiente para caer rendido al rosa dulce de la entrepierna. La corta pieza de punto dejaba ver el interior de sus muslos y varios lunares en lo alto de su rodilla derecha. El manillar le realzaba la silueta. Y esa marca al bies de pechos y pezones. Bendito busto, ahí, en el mismo corte de la pieza del vestido donde el algodón se pega con el aire y no se deja holgar en la caída.
Al segundo día Elma me propuso ir en tándem adaptado. Resultó ser mucho mejor que mis dos ruedas. Mi esclerosis solo me dejaba margen para subirme, el resto era dejarse llevar, como un niño cuando lo montan feliz en un caballito de carrusel. Me abrochó los pies a los pedales y me agarré fuerte, saqué fuerzas donde no había. Cuando empezamos a rodar se abrió entera mi chaqueta azul, de par en par. La curvatura de sus caderas y esas tiras alzadas en el contorno donde los glúteos se ensanchan hicieron que la sensibilidad de mis genitales aumentara con el rodamiento.
Todos los días Elma venía con el deseo puesto. Me batía con sus caricias, su boca y su clítoris, un botón de propulsión que lanzaba a mil revoluciones la excitabilidad más dormida. Y esas benditas gotas, mi sudor, ambrosía erótica.
Por desgracia, este elixir de vida duró muy poco, un par de meses. Elma se marchó a Holanda y yo quedé impávido a manos de otras mujeres. Ninguna para recordar. Excepto Alicia, ja, Alicia fue otra cosa.

Mi falta de movilidad comenzó de forma prematura a mis cuarenta años y siguió avanzando. Un deshecho, un despojo de pollo con alas congeladas, que ni viagra ni prótesis me harían volar. Pasé de necesitar una asistencia diaria de acompañamiento a dependencia total. No solo era mi sexo quién tenia necesidad, era todo mi cuerpo. Un cuerpo que estaba al desamparo de mi mente. Mis miembros, negados a participar a cada paso.

Javier. Javier es mi asistente actual. Lleva varios meses compartiendo mis manías. Viste y desnuda mi cuerpo y limpia sin escrúpulo mi obligada humanidad. Carota desinhibido. Me enchufa el día desde que amanece. He llegado a reír, conversar y sentirlo sin estar presente él. Con Javier recupero cada día la conciencia cuando creo que he perdido la memoria. Él me ayuda a expresar mi sexualidad. Tengo algunas erecciones, no voluntarias, reflejas. Ayer vino acompañado de Alicia, sí esa Alicia, para convencerme de que no soy un asexuado.

Alicia. Una mujer extravagante. Melena morena pintada de azul, tatuajes en brazos y en ese dedo corazón, con el que me comenzó a picotear como un pajaro carpintero. Acupresión, creo que le llamó. Con una ropa que dejaba ver todo lo que uno pueda imaginar. Comenzó a desnudarme con la ayuda de Javier. Pringó sus manos con una manteca, tipo cacahuete, conseguí leer en el bote algo así como “karité”, y empezó a masajearme de cintura para abajo. Me jaleó los testículos y el pene como si estuviera haciendo panecillos de distintas formas, y después, me cepilló la piel como si peinara a un caniche. Mi sensibilidad se resistió. De repente, esta mujer pasó a un golpeteo rápido a dos manos y no muy convencida, continúo su sesión terapeútica con un vibrador, que viéndolo en detalle, no supe bien por donde me lo iba a meter. Yo miraba a Javier y aguantaba como un poseso. Pero el remate, fue el hielo. Mandó a mi ayudante a vaciar la nevera de cubitos. Y ya no pude aguantar más. Se fue con el dichoso Karité y una pedrada helada a la puta calle.
Nada más quiero saber de Alicia, el demonio me libre. Sé de los buenos propósitos de Javier, pero preferiría antes que alentase mis músculos y mi sexo con otra cosa que no sea esa horrible flagelación sexual.

Hoy me levanté más agarrotado. El temblor en las manos se acentua. Comienzo ya a tener poco margen de movimiento… Javier acaba de entrar. Le pediré mi chaqueta azul, mi talismán seductor. Su complicidad con mi cuerpo trasciende más de lo que él piensa. Yo mismo me sorprendo de lo erótico que me resultan sus delicadas manos sobre mi piel. Ese pectoral firme sobre mi cara, sabor a fruta ácida, quizás lima, y ese bulto que se insinúa como un péndulo, que cae fuerte por la entrepierna. Ahora él es mi Afrodita. Y me ha convertido en un promiscuo ¡Alabado sea Señor Lobo!



Comentarios

  1. Estar tan impedido no es pretexto para no vivir la sexualidad, sea o no poco convencional

    Un texto muy bueno. Un abrazo

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  2. No sé si es la cultura o la religión. Desde luego no es la naturaleza ni la biología quien determina los sexos de manera excluyente. Tal vez si no fuera por la represión que sufrimos desde la cuna, todos seríamos bisexuales y seríamos capaces de asegurar la supervivencia de la especie con sexo teterosexual y de disfrutar y amar con sexo... de cualquier tipo. Es una teoría que tengo hace mucho tiempo. Puede ser una pedrada mía, pero me encanta.
    Precioso y tierno relato.
    Un beso.

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    1. Hola Rosa, comparto lo que dices al cien por cien. De hecho en situaciones de aislamiento, (con excepciones de no consentimiento, violencia o somentimiento) surge la homosexualidad tanto en hombres como en mujeres. En el fondo somos bisexuales. La cultura, la educación de los años 60-70 nos ha marcado bastante a esta generación. Gracias por esa pedrada ;)) un abrazo

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  3. Una historia brutal, dura y real. Una magnífica exposición de impotencias y deseos. Me he puesto en la piel de ese hombre que va cuesta abajo mientras recibe la ayuda más impensable para alguien que tiene la gran suerte de valerse por sí mismo. Debe de ser horrible sentir con la mente y que el cuerpo no responda.
    Solo tú sabes poner sobre el tablero un tema tan crudo y sensible como este con tanta habilidad narrativa.
    Un abrazo.

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    1. Hola Josep Mª, guau, me encanta que me lo digas, es interesante la visión masculina. Sobre todo cuando este protagonista intenta hablar de sus deseos, expresa sus emociones y sus limitaciones, tanto fisicas como sexuales. Si ha conseguido que te pongas en su lugar el relato cumple con su objetivo: hablar de esta enfermedad en primera persona y tratar el tema de la asistencia sexual. Muchas gracias compañero. Un abrazo

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  4. Hola.
    Qué historia tan buena. La mejor amiga d emi hija tiene esclerosis múltiple. A día de hoy está fin, es muy jovencita pero lo lleva bien, con sus brotes. Pero le aterra el paso del tiempo.
    Creo que hay tanto tabú en algunos temas...lo has tratado muy bien.
    Feliz día.

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    1. Hola Gemma gracias por compartirlo. Sí sigue siendo tabú el sexo, de hecho habrá gente que ni leerá la historia: sexo, porno, erótico, clitoris, pene, testiculos, tetas, pezones, al fin al cabo son palabras. La mente nos limita, esas son nuestras dos ruedas, habrá que aprender a montar en esta "bicicleta" para quitarnos pudores. Un abrazo

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  5. Un tema muy duro pero muy bien escrito, me has puesto los pelos de punta, de pensar que hay gente que vive así con una enfermedad qeu sienten pero su cuerpo no les responde, todo un drama.
    Un abrazo.

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    1. Hola amiga Tere, gracias por tu lectura. Es una realidad, pero hay que darles una esperanza, para tener una vida que la puedan sentir suya, con dignidad. Un abrazo

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  6. Un tema muy bueno lo que ns traes hoy. Esa sexualidad que este chico siente en su cabeza le hace gozar aunque el cuerpo no le responda. Un abrazo.

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    1. Gracias Mamen, casi se me escapaba tu comentario. Un abrazo grande, amiga mia.

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  7. Hola, Emerencia
    Ay, que historia más dura, y muy bien descrita. Es intensa, la dura realidad que tiñe el tema, la enfermedad, la soledad, el deseo sexual. Incluso ellos sienten la necesidad de contacto corporal, de ser acariciados y ser abrazados.
    ¡Un placer saludarte!

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    1. Gracais Yessy, ¡qué alegría verte de nuevo! Gracias por dejar estas impresiones, es así, pero al menos hay una esperanza y sobre todo, su dignidad. Un abrazo de calorrrr

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