EL RELOJ DEL NORTE

Hay un golfo estrecho y profundo, tallado a lengüetazos por antiguos glaciares. Al fondo, una plácida embocadura plateada rodeada de montañas; el agua parece troquelar la costa como una pieza de puzle, se encajan las siluetas de las casitas y edificios con el abrazo del mar. Resignado brilla un farol de cuatro caras, atornillado a la orilla divisando paciente el fiordo. Su silueta parece un alfil rechoncho sacado del tablero. Es el reloj de Aker Brygge. En su memoria quiso ser un faro, pero su constructor se quedó con poco metal y, tal vez, tiempo escaso para conseguirlo. Se le desvanecieron sus destellos en un sosiego sombrío. Todos los días las gaviotas, con su graznido estridente, le recuerdan sus pocas luces y lo breve de su tamaño. Con esa letanía de gritos a su alrededor y esas cabriolas en el aire, las aves se bufan de él con la insinuante sonrisa burlona de sus alas. El reloj de Aker Brygge fue diseñado para esta estrecha entrada de mar ...