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Mostrando entradas de octubre, 2019

DESARREGLO DE SENTIDOS

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Por el último agujero alcé mi corto cuello y salí. Llevaba tiempo que no sentía ningún movimiento nuevo sobre mis espaldas solo el peso de la tierra que soportaba. Era una melancolía, como un otoño perpetuo. Día tras día. Con un sentido caduco y a la vez permanente de las cosas. Harto de comer tierra y lombrices deseé entonces arrancar con mis largas uñas algo más grande que aquel silencio. Mi vista ciega se definiría entonces con un nuevo orden de conos y bastones. Mi padre decía que no era digno de la luz, era rata, era topo. Me tapó los ojos antes de nacer para no ver más allá y me hizo sentir que debajo de mi pelaje negro no había nada más. Yo quería escapar de esa oscuridad, no sentir solo la noche. La grandeza no podría estar en esa atmósfera asfixiante; la grandeza debía de estar fuera, donde crecían las plantas, esas plantas a las que yo engullía por sus raíces sin conseguir alcanzar ni uno de los rayos que ellas atrapan. A pesar de nacer tocando el suelo

EN EL MUNDO ANIMAL HAY SUS CONTROVERSIAS

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Una noche que se cortó la luz encendí una vela. La madrugada la pasé haciendo sombras chinas en la pared. Una liebre y una tortuga aparecieron; entonces cogí un lápiz y la liebre comenzó a correr, pero algo debió de pasar porque la tortuga le alcanzó. A los pocos días estaba en un taller de escritura para descubrir que le ocurría a mis sombras. Allí me dijeron que había creado una fábula. #historiasdeanimales

VERDUGO Y SENTENCIA

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El atlas se desencajó partiéndose en dos. Le seguirían el resto de vértebras al giro de la manivela. El garrote iba apretando el collar conforme sucumbían las fuerzas del verdugo hasta que no pudo girar más. La bola del tornillo dejó de avanzar. No habían contado con su corpulencia. El cuello del villano era más grande y fuerte que las  fuerzas del verdugo. Se mantenía erguido dentro de aquella capucha negra. El verdugo comenzó a sentir mareos, tuvieron que emborracharlo para que cumpliera su cometido. Volvió a colocar ambas manos y de nuevo, las puntas de alcachofa giraron. Aquí comenzaría la agonía del reo hasta que el tornillo entrara y se incrustara en su columna vertebral. Se le reventó la tráquea soltándosele las cuerdas vocales para dejar salir su último sonido de debajo de la nuca « jhjhgg » y el descuelgue de la mandíbula. Veinte minutos tardó en morir asfixiado hasta el coma cerebral. El Corujo, el verdugo “de plantilla,” acudió al despacho de la Audiencia a r