HOLA CARIÑO

Reinaldo traga un buche de agua. Respira hondo. No sabe bien por dónde le va a salir su mujer. Al fin y al cabo, el dinero es suyo. Intenta desenroscar el cuello; las cervicales las tiene empaladas. Vigila la puerta del baño, y en cuanto la escucha abrirse, busca desesperadamente algo con lo que trastear y no mirar a su mujer a los ojos. Escurre el trasero, escondiéndose tras la pantalla del ordenador. Su esposa, furiosa, acaba de salir de la ducha con el pelo enmarañado; chorreándole aún el agua por la nariz. Más que secarse, lucha con la toalla que la envuelve, frotándose enérgicamente parte de su celulítico y redondo trasero. —¡¿Y no te has dado cuenta que era mucho dinero?! —Virti… ya te lo he dicho, me iba a pagar el doble de lo que vale. —¡A quién se le ocurre darle dinero a una desconocida! —Virti, no es cualquiera, es la princesa de Burkina… —¡Exiliada en Holanda, Reinaldo, exiliada! —Quiere cerrar de inmediato el negocio que tiene en Hong Kong. —¡¿...