LA FLECHA DE NOTRE DAME
Cruje la madera. Saltan chispas. El pesado entramado del ático se ilumina con un rayo crepuscular gris y las fibras de celulosa crepitan; su corazón interno se deforma como una falla. Los espíritus huidos de la revolución se movilizan, dejan la guarida, aquí fueron indigentes por siglos y ahora, huyen, salen por los huecos estrechos que dejan los pasillos de las buhardillas. El ensamblaje de vigas, apenas iluminado por los ventanucos, se comienza a deformar. El humo satura el vacío. La campana Enmanuelle enmudece mientras que el monstruo de cola larga que agarrado al tejado estuvo, ahora cae al vacío. El dragón apagado atraviesa el tétrico andamiaje, ese postizo de la renovación, del que ahora se sospecha como causa y origen. Las nubes de humo se enfilan desde el interior, salen por el orificio que ha dejado el estallido del rosetón. Caen lágrimas multicolores como bengalas apagadas, sin estelas doradas, ahora ya en el suelo los fragmentos son únicamente tizne. L...