ALIENTO DE DIOSA
Nada más entrar un ojo de cielo atraviesa la ventana circular de
la cúpula. Marta queda hechizada por la luz. Viéndola ahí, quieta, cualquiera
diría que ha perdido la conciencia.
«Allí arriba Júpiter se tiene que
aburrir como una ostra. Ya imagino a la
inteligente Minerva mirándole con muecas divertidas; seguro que le convencerá
para que ceda a algunos de sus caprichos». Ella sonríe, habla para sí misma
mientras permanece embebida por el óculo.
Y efectivamente, la vida en el cielo transcurre muy animada.
Minerva con sus juegos de arte entretiene a Júpiter y a las
hijas de Pandora. Siempre que puede los
complace con una ficción divertida. En este caso, están jugando a las dominas,
un pasatiempo que tiene una gran influencia en el cosmos. Emociones de dioses
que se manifiestan en el plano terrenal y más de uno sabe que se producen
encuentros muy significativos con los humanos.
Las piezas del juego son de alabastro; unas bellas estatuas
romanas con delicada indumentaria y peinados sofisticados de rizos y bucles. Esculturas que fueron rescatadas
por Minerva. Unas tallas que estuvieron presas en las sombras proyectadas del reloj
de Augusto y que la diosa les da un soplo divino de vida cuando se le antoja.
Desplegada la alfombra mágica: el tablero de juego. Es la
gran ciudad de Roma. Año 2019. La diosa pone en juego a dos piezas, las coloca
sobre la ciudad.
Esta diversión ha comenzado en la plaza de La Rotonda. Las dos primeras
dominas son Verania y Cornelia que yacen en el suelo rodeadas de gente. Se las ve levantarse poco a poco; cautivadas por el miedo y la perplejidad. Comienzan
a mirar extrañadas a su alrededor y descubren el maravilloso Panteón de Agripa, templo de todos los dioses, su gigantesca cúpula y justo delante de
ellas, el obelisco de Heliópolis. Oyen a duras penas un murmullo de una fuente
que allí nunca existió.
Es mediodía y el aire huele a extraños perfumes. Hay una muchedumbre a su alrededor, pero solo escuchan en la plaza un silencio hueco, irreal. La gente no repara en ellas… No hay soldados romanos, ni senadores; nadie viste con toga.
Es mediodía y el aire huele a extraños perfumes. Hay una muchedumbre a su alrededor, pero solo escuchan en la plaza un silencio hueco, irreal. La gente no repara en ellas… No hay soldados romanos, ni senadores; nadie viste con toga.
Las dominas intentan caminar; excluidas de ese ir y venir del caleidoscopio viviente, de clics de
cámaras, gritos y autofotos.
Verania mira sus sandalias de tacón, las ve mojarse en un suelo que
no es de losas reticuladas de basalto y travertinos. Un pequeño reguero de
agua llega hasta las escaleras del templo. Frente a las columnas hay dos
carros tirados por caballos. Ella sonríe. Se acerca rápido, pero parece desconcertada. No
ve rastro humano que le resulte familiar. «¿Y los oficiales de caballería? ¿No
hay esclavos que estén aguardando? tampoco hay palanquines» —ella
interpreta qué algo ocurre.
La domina Cornelia se ha quedado petrificada —más
si cabe—. Se tapa los ojos. Tal vez todo sea un sueño. El gentío le
asusta. Recodará toda la inseguridad que tenían esas calles de Roma y entonces corre, corre hacia el vestíbulo del Panteón. Allí,
bajo las columnas, abraza su cuerpo; agarra el manto y su colorido chal
bordado. Se tapa con ellos, como si de una escafandra se tratara y pudiera protegerse dentro de
ella.
Verania sigue patidifusa. Rodea el edificio mirando las casas
que están junto al Panteón, las observa; son muy diferentes en formas y color. Las fachadas no
son del blanco que tal vez ella recuerde. Repara en un edificio amarillo ¿quizás crea que es una ínsula romana?. «¿Dónde están los muros de arenisca?,
pero si ¡hay luces y cristales en las ventanas!… y allí, creo que… no alcanzo a
ver los criados, ni a los obreros que viven en los últimos pisos. No hay
aguadores subiendo ánforas a las casas, nadie tirando agua por la ventana. No
hay letrinas en las calles… Los caldereros y sus martillos no se escuchan… ¿Dónde
están los comerciantes de Oriente? ¿y las casas de patricios con sus hermosas
galerías de columnas junto al templo? No lo creo.., esto no es real. ¿Y
Cornelia dónde está?» ¡Cornelia!
Ya en el pórtico, Cornelia abraza la columna corintia. Su frente y su pelo de ondas rozan el frío granito egipcio; mira asustada hacia el
arquitrabe del atrio e invoca a Venus. Se adentra en la sala circular del
Panteón buscando la diosa. Gente, gente por todas partes.
— ¿Y los dioses?…. ¡¿quiénes están en sus altares?!— grita
desconsolada Cornelia.
La diosa Minerva y sus acompañantes observan divertidos a través
del óculo de la bóveda. La luz del sol se desliza brillante por los casetones
de la piedra volcánica. Ven todo lo que ocurre dentro. En cambio, el gentío
mira hacia arriba haciendo caso omiso a su alrededor, como si de una bóveda
celeste se tratara la contemplan extasiados.
Verania acaba de entrar. Ella sabe que
el Panteón sufrió incendios y casi quedó destruido, también que se reconstruyó para celebrar la victoria de Augusto sobre Marco Antonio... Algo insólito ha pasado.
— ¡Marta! ¡Marta!
— ¿Qué? ¿Qué?.. ¡Sshh! no se chilla aquí dentro…
— ¡No te encontraba! Dijiste que estarías una hora y llevas
media mañana. Todavía queda mucho viaje por hacer. No vamos a estar aquí
todo el día. Yo no sé que le ves a esto, un simple panteón con un
agujero en su cúpula.
—Bueno… sí… vamos…
Salen del monumento atravesando calles, callejuelas, pasadizos y
arcos entre edificios coloreados. Hay columnas tragadas por las fachadas de
cemento.
—Marta —Álvaro insiste— esta ciudad es una pura ruina, nada se sostiene. No hay
colores... Apenas quedan vestigios de la
Roma imperial, solo piedras sobre piedras y un armazón
desmantelado de lo que fue el anfiteatro ¡valiente decepción!
—Roma es eterna —revela ella.
—Lo que tú digas. ¿Nos comemos una pizza?.
Emerencia Joseme
#historiasdeviajes
Es una delicia el relato...como juegas con nosotros y el modo de mirar las cosas a la manera de Emerencia Joseme.
ResponderEliminarMe encantan tus guiños, todos, hasta para contarnos que la Fontana de Trevi, tal como la conocemos, no se construyó hasta el siglo XVIII, simplemente escribes que las dos diosas oyen a duras penas un murmullo de una fuente que allí nunca existió. ¡Genial! Tú sí que eres una fuente de placer y de conocimiento a partes iguales, y con una ironía sutil, lúdica y traviesa, Marta nos paseas por esa Roma del 2019, siempre eterna, entre templos, panteones, obeliscos, ruinas, pizzas y selfies. Tú lo dices mejor, caleidoscopio viviente.
¡A por el concurso de Zenda! porque calidad y calidez tiene sobradamente El Aliento de la Diosa.
¡Suerte Eme!
Hola Isabel, ay muchas gracias por estar ahí cuando todo el mundo ha desaparecido de vacaciones. Me alegro mucho que te haya gustado esta historia. Este relato está basado también en un viaje que hice a Roma, fue el segundo, cuando "aprendí a mirar" más allá de las ruinas, entonces Roma se convirtió en una ciudad maravillosa. Ver esa otra Roma, la imperial, entre los actuales edificios o sobresaliendo entre plazas. Esa fusión de las dos Romas es asombrosa. Esa visión, estas dos dominas, y con Marta al frente de la eternidad de los dioses. Aún todavía me emociona leerlo. Lo dicho gracias por tus palabras motivadoras. Un beso
EliminarHola Eme, has fusionado de manera muy acertada la mitología con esa fascinación que creo todos sentimos cuando visitamos Roma. Y es que la capital italiana es propensa para crear relatos, vivirla en primera persona o disfrutarla a través del cine.
ResponderEliminarRoma es eterna sí, pero también es carnal. Carnal de pizza digo digo, ja,ja,ja.
Fuerte abrazo Eme, y felicidades por esa cadencia cada vez más refinada a la hora de escribir.
¡Hola Miguel! ¿Carnal de pizza? bueno, bueno... Te paso lo de carnal jeje. Me alegra que te llame la atención este "compás" entre fusión de tiempos y realidad-mitología. Un fuerte abrazo.
EliminarUn relato de viajes en toda regla, Marta... este, quiero decir Eme. El texto denota amor por la ciudad eterna, conocimiento profunda de la mitología clásica, pero, sobre todo, la capacidad de fascinación por la maravilla que es algo que nunca deberíamos perder.
ResponderEliminarComo reza el dicho tiempo pasado siempre fue mejor, pero siempre tenemos el recuerdo y la imaginación para traerlo de vuelta.
¡Enorme trabajo que bien podría leerse en el colegio antes de comenzar a explicar qué es la mitología! Un fuerte abrazo!!!
¡No te metas con la protagonista David que ella tal vez tenga alma de domina! Qué bueno que veas en la lectura una lección de mitología, es todo un halago. Muchísimas gracias compañero. Un fuerte abrazo.
EliminarHola!Excelente trabajo.Humorismo y mitología con un motivador paseo y pizza! Que mas???
ResponderEliminarGracias amiga buhita, así es, una historia redonda como una noria o una pizza. Un abrazo
EliminarYo también he sido uno de esos turistas que miraron el agujero de la cúpula buscando, con la boca abierta, algo que no apareció. Si entonces hubiera leído este relato quizá miraría el panteón con otros ojos. Solo se necesita un pequeño esfuerzo de imaginación para volver a ver la magnificencia de la Roma de los césares.
ResponderEliminarUn relato magnífico, jugando con la mitología romana y la trivialidad humana.
Un abrazo.
Hola Josep Mª gracias compañero por acercarte nuevamente a estas historias de viajes. Créeme si te digo, que la primera vez que vi Roma, no vi más allá de un puñado de ruinas, y del agujero de la cúpula, ni me acuerdo; tuve que aprender "a mirar" más allá, para descubrir lo maravilloso que es el mundo, su legado, su historia; descubrir esa gente que estuvo, que sigue presente, en esas sombras del reloj de Sol de Augusto. Un abrazo compañero.
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