AL OTRO LADO DE LA MAÑANA





¿Cómo podría imaginar Rosita que un día se le parase el tiempo de esta manera? No se le daba muy bien esperar, un segundo era demasiado tiempo para ella. Ahora sí, tenía una gran desenvoltura y un talento especial para dirigir melodías. Con su batuta, lo mismo estiraba como encogía los minutos a su antojo. Por aquel entonces, ella trabajaba en unos arreglos musicales.

La Casa Verde era un lugar que le inspiraba bastante cuando trabajaba en su música, solía irse cerca de ella. De pequeña recordaba que jugaba por sus jardines, aunque nunca llegó a entrar por miedo. Contaban muchas historias tenebrosas, decían que su color verde simbolizaba la muerte. A Rosita le gustaba aquella casa grande, era especial, le parecía de cuento. Al parecer estaba deshabitada y nunca se conocieron sus dueños. Se hablaba de un escritor que escapó a Nueva York; también hay quien dijo que su propietario fue un oficial del ejército nacional español, escondido en aquel pueblo como empresario de una fábrica de ron. Mientras estuvo abandonada nadie quiso entrar. Después, no se sabe quién, decidió restaurarla y a medio hacer, fue cerrada de nuevo. Pero debía de haber alguien porque esa casa no envejecía.

Rosita con su batuta y una partitura emborronada se quedaba tiempo sentada en un banco frente a la casa. Solía ir por la mañana los sábados, a las nueve y se quedaba una hora exacta.

Una mañana creyó ver que alguien estaba en la ventana de aquella casa. Allí en la buhardilla de la Casa Verde, la que tenía forma de torreta, alguien parecía esconderse. Y no era la primera vez que experimentaba esa sensación de alerta ¿era posible que alguien la observara? Una impresión a la que se había acostumbrado; estaba convencida que eran simples imaginaciones suyas.

Rosita dejó de escribir en la partitura. La batuta se le cayó de la mano en ese instante, rodó calle abajo, mientras ella quedaba inmóvil. Comenzó a oír un repique de guitarra y unas estrofas cantadas: “lleva la tarara un vestido verde lleno de volantes y de cascabeles”. Vio pasar el sol muy rápido tras la casa y atravesar las dos ventanas de su fachada. El cielo tenía un color rojo caprichoso. Un viento caliente del norte estremeció a las palmeras; le pareció escuchar algo así como “lu-ay” “lu-ay”. El resto de las plantas -rosales rojos, la mayoría- quedaron expectantes, quietos, con la intención de no sentir lo que podría pasar. Algo extraño ocurría.

*

Esa mañana él apareció de repente. Allí sentado en el jardín, junto a la verja. Con su frente de entradas a corazón, cejas pobladas, nariz porrona y mofletones colgantes. Su mirada era verde, de albahaca, de hombre bueno. Mientras miraba al anciano, ella se había olvidado de su reloj; una hora parada a las nueve. La cancela se abrió por ese viento cantarín, como una invitación a pasar. Y un saludo de sonrisa atravesó la cancela.

–Buenos días, creí que no vivía nadie aquí– le dijo ella mientras se le acercaba al anciano con cierto recelo. Él la miraba a media sonrisa. Junto a él una fuente parada, como si la pasión del agua estuviese estancada.
–Nadie sabe que estoy aquí. Me detiene la expresión del tiempo. Este lugar tiene la alegría de la belleza ¿no crees? Bueno tú ya lo sabes, vienes con frecuencia.
–Sí–contestó ella tímidamente.
–No te asustes mi niña– intervino levantándose, yendo a su encuentro– Desde aquí siento tu música, ella es la que te ha traído y la que me ha hecho cantar. No soy un loco, ni un desquiciado, aunque en mis tiempos me regalaron esas palabras en más de un rincón.
–¿Me conoce usted?
–Sí, eres Rosita, la música, la que no debería pensar tanto en el tiempo– hubo un silencio– te estás preguntando quién soy yo. Al final de nuestro encuentro seguro que ya lo habrás averiguado. Ahora podría contarte una historia de sueños o de amor; otra de raza y baile u otra de dibujos y letras. Y podría decirte que estoy enfermo de muerte.
–Me encantaría seguir con usted, pero…–intervino Rosita creyendo que aquel hombre estaba verdaderamente loco. Hizo amago de irse, cuando él interrumpió su marcha. El anciano siguió hablando fiel a su edad.
–No tengas miedo. Amé y amo a las mujeres por lo que son, con voz y alma, pero no he querido con ellas ni camas ni cenas. Anda jaleo, soy poeta, por encima de todo, porque veo la fantasía donde existe una criatura. Fui flamenco como para parar un tren, gitano sin serlo. Fui arlequín y sigo siendo payaso. Fui Lagarto viejo. Me fui de boda con Bernarda y me creí los maleficios de las mariposas, sobre todo, cuando se acercaba la de la muerte. Pero no te asustes, no temas niña, mis raíces son de la tierra, de ésta que tú pisas.

*

El anciano la invitó a pasar a la casa. Rosita andaba perpleja no sabía bien que hacer y qué decir. Las escaleras a tramos corridos se le comenzaron a estrechar en los pies, y sin darse cuenta apareció en la puerta que estaba a medio abrir. La curiosidad le pudo y entró. Dudaba entre subir al piso de arriba donde estaba la buhardilla que tanto le atraía o quedarse allí. Y a todo esto el anciano había desaparecido.

El frío vestíbulo de azulejos andalusíes se elevaba como un gigante, la casa era mucho más alta de lo que podía imaginar. Frente a ella se insinuaba una escalera de madera y mármol y dos puertas a los lados cerradas. Silencio. Se sentía una intrusa. Dudó avanzar, no parecía haber nadie. Las paredes estaban llenas de espejos. Había una vieja pipa en un rincón y un maletín de médico ajado por el tiempo con una inicial en grande: C. Todo estaba cubierto de un polvo azul. Se volvió sobre sus pasos y decidió subir. Los escalones estaban desgastados por las pisadas, la barandilla retorcida y despintada. Rosita se encontró en un ensanche del pasillo con otro espejo enorme, deteriorado por la humedad con los bordes manchados y corroídos. El único reflejo que se veía en él era una cortina rota de encaje deshilachado que pendía de un raíl caído. Justo frente al espejo una ventana de claraboya estaba medio abierta, la apertura suficiente para dejar pasar esa luz temprana, esa luz rojiza de ese día que entraba como un arco rubí. 

Por fin la buhardilla. Era una habitación abandonada, rota, deshecha por los avatares del tiempo. Parecía una escena de alguna vieja película. En la mesilla encontró un libro abierto y una imagen entre sus páginas: la foto de una mujer de grandes ojos oscuros que podría decirse que aguardaba a alguien. Tenía un cierto parecido con ella. Se la veía sentada mirando por la ventana con un deseo reprimido. Zapatos de tacón y vestido largo con cuello y mangas de encaje. Junto a la mesita, un baúl con marionetas; las cogió y las desperezó de su sueño. Había un viejo con mala pinta, cara de huraño; una joven de grandes ojos; un joven guapo y triste; una vieja con redondeces y otro títere con pinta de enfermo.

Saciada la curiosidad Rosita comenzó a bajar esas mismas escaleras. Y para su sorpresa, ahora no había un vestíbulo, era un salón, y donde estaba la puerta se abría una ventana. En un sillón de orejeras un hombre esperaba a alguien con cierta cara de melancolía; pensativo y con una mano caída sobre las rodillas y otra sobre un bastón.

–¡Ah, por fin bajas! creí que nunca aparecerías– le dijo el señor malencarado arreglándose el bigote y pegando con su cachiporra en el suelo, sorprendentemente le parecía al títere cara de huraño.

Rosita miró tras de ella y no vio a nadie. Le pareció que aquel hombre bruto y con pinta de tener mucho dinero -por los adornos que llevaba- le hablaba a ella. Bajó para no inquietar aún más a su observador que parecía nervioso.

–¿Qué te pasa?¡No sé porque siempre tardas tanto, es desesperante! Aquel hombre, ya no había duda, le hablaba a ella.

Mientras Rosita reaccionaba, vio una maleta verde junto a una mesa y una vieja lámpara de pie. Sobre la mesa unos guantes y un bolso de señora.

–¿Me bajaste la pipa? ¿No? No sé dónde tienes la cabeza– El hombre con grandes bigotes retorneados intervenía sin esperar respuesta alguna.

Ella con la sorpresa y el miedo agarrados por lo que acontecía en aquella sala, subió corriendo las escaleras. Mientras se dirigía a la buhardilla se pellizcaba por lo que le acababa de ocurrir. Tenía que irse de allí como fuera, pero ¿cómo? Y si bajaba tenía que ser con una pipa. ¿Y dónde se había metido el anciano del jardín?

Buscó, buscó, esta vez también en el baúl de las marionetas; el viejo y la joven de grandes ojos también habían desaparecido. Necesitaba buscar para dar con la pipa. Encontró una vieja caja de herramientas cerrada, y allí, dentro había una pipa. Estaba salvada. Se trataba ahora de bajar y buscar la salida. Comenzó a deslizarse por las escaleras, pero, era el vestíbulo de antes, el de azulejos; todo había cambiado de nuevo. Buscó por todos lados, le pareció ver la entrada. No podía creer lo que había ocurrido. Presentía algo. Una sombra se veía tras una de las puertas, alguien la observaba; y en ese momento, unas palabras salieron de la boca de Rosita: «Con el vito, vito, vito, con el vito que me muero, cada hora niño mío, estoy más metida en fuego». No podía creer lo que acababa de cantar.

Se apresuró hacia la puerta, pero un detalle le llamó la atención. En un pequeño aparador del vestíbulo había un libro y una nota, una nota con su nombre: Para ROSITA. Salió creyendo que la casa desaparecería tras de ella, para siempre. Corrió, corrió, y cuando llegó a su casa abrió el sobre y leyó la nota: «¡Ay Rosita! Me las pagarás, mala mujer, con cien duros que me has costado. Firmado: Cristóbal el andaluz, primo del Bulubú». ¿Qué significaba todo aquello? ¿Quién era el anciano? ¿Y cómo diantre apareció allí para luego desaparecer? Estaba demasiado turbada por lo sucedido. No podía pensar.

*

Ella salió de aquella casa como si atravesara una historia, como si saliera de un libro y al otro lado se quedase él, allí en su torreta. Y lo más increíble es que nadie lo sabría nunca. Nadie conocería la verdad porque ninguna persona la creería. Con el tiempo ella lo supo. El anciano era Federico García Lorca. Aquel día la hizo protagonista de una de sus historias “El retablillo de Don Cristóbal” para descubrirlo a él. Él era el poeta que fue a Nueva York, quien vivió en esa casa. Y allí murió, allí se fue abrazado a su virtud. Son esas cosas perdidas, esas cosas extrañas. Se descubren las verdaderas historias, las que nadie sabe, ni sabrá nunca. Solo cuando la armonía de las palabras suena como el aire verde en un día rojo, como el hielo negro en un día azul. Cuando las palabras suenan a música en un mundo que está al otro lado.




Comentarios

  1. ¡¡¡¡¡Hola!!!!!
    Me ha encantado el relato por muchas cosas; me encantan las historias como esta(tipo Leyendas de Bécquer), me encanta porque me imaginé que era Lorca con las pistas del lagarto viejo, la boda...y eso me gustó, y por una cosa un tanto rara.
    Hace muy poco perdí a alguien muy querido, y la despedida, en vez de hacerla en el tanatorio de siempre que es angustioso, sin ventanas y deprimente la hice en un tanatorio relativamente nuevo ubicado en un caserón donde esta persona jugaba con mi madre de niño, pero nunca entraban, jugaban por fuera, estaba deshabitada y había todo tipo de historias circulando por ahí y la descripción que das al principio podría encajar con la que me daban esta persona y mi madre, ese misterio que hace a la gente inventarse historias, los niños exagerándolas, incluso la torre...es que el principio me recordó muchísimo a esa etapa.
    Muchos besos y enhorabuena, una historia estupenda.

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    1. Hola Gemma, que puedo decirte de todo lo que me cuentas, hay tristeza y alegría, hay nostalgia y recuerdos. Esas casas antiguas, esas historias lejanas donde hay muerte y vida. He intentado crear una ambiente Lorquiano. Este relato tiene mucha simbología, como así lo recoge Lorca en sus poemas, sobre todo en el romancero gitano: el verde, los espejos, las rosas, el agua, el viento, la sombra. Todos ellos traen un poquito de ese alma que dejaba esta poeta-arlequín (como le gustaba a él). Gracias por hacerme partícipe de tu historia y que esta te haya traído buenos recuerdos. La casa existe, está en Salobreña, en la costa de Granada, muy cerca de mi pueblo. Siempre me ha parecido muy especial. Y en esa torre abuhardilla he ensayado teatro. Allí hay hoy un pequeño museo. Muchos besos linda y gracias por compartir aquí estos momentos. Un beso, no muchos.

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    2. Siiiii, el ambiente lorquiano se capta muy bien, me ha encantado.

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  2. Hola Eme, eres una gran contadora de historias y una creadora de ilusiones en tus universos mágicos. Esos de Lorca, esos de Rosita, esos de color mezclados con amaneceres verdes, rojos o dorados y esos que cantan canciones. Besos Eme, como dicen en Argentina: eres una genia!!

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    1. No te engañes Miguel, en el fondo soy una adicta, me inyecto medicina en los dedos, la mejor que hacen que el tamborileo de las teclas sea una anestesia para cualquier doler latente (que tengo unos cuantos si te contara). Gracias compañero y que tú lo veas jeje

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  3. Me ha encantado este cuento, además en las viejas casas como esa, siempre guardan historias de misterio. Le has
    dado una gran carga de fantasía, con los poemas de Lorca y has creado vida a una de las marionetas. Me encanta cómo escribes. Un abrazo.

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    1. Jaja, hola Mamen. Rosita tiene un protagonismo misterioso como esa casa, claro que sí. Gracias linda. Un beso

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  4. Qué tendrán las casas deshabitadas que hacen imaginar tantas historias, desde luego tu protagonista consigue hasta ser protagonista de una de ellas y nada menos que de una de Lorca.
    Muy bien hilado el relato en el que no sabes hasta qué punto se van ligando realidad y fantasea.
    Besos

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    1. Gracias Conxita, esas casas son estupendas para hacer volar la imaginación. Esta en concreto, me inspiró a Lorca, el pudo vivir en ella y envejecer escondido allí, en esa buhardilla y que llegó a ser un viejito. Ya era hora de contarlo al mundo. Un besote

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  5. Qué preciosidad de cuento. Por un momento pensé que era "Doña Rosita la soltera", pero enseguida me di cuenta de que era "El retablillo..."
    Tenemos maravillosos poetas en España. Eso de que les duela el aire, el corazón y el sombrero o como a Miguel Hernández, el aliento, nos da idea de lo que les podría haber llegado a doler de haber seguido vivos los años que les correspondían. No sabía de ese disco.
    Un beso.

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    1. Gracias linda. Bueno tengo que decir un secreto. Rosita no es por casualidad, jeje. Hay mucha simbología de Lorca en este relato, hay muchos personajes de sus poemas y de sus obras teatrales. Me he divertido mucho escribiéndolo. También ha sido muy emotivo claro imaginar que llegó a se un viejito escribiendo en esa buhardilla mirando al cielo y a su Sierra Nevada de Granada. Desde allí se ve sierra, cielo, campo y mar. Creo que le hubiese encantado vivir allí. Esta casa está en Salobreña, cerca de mi pueblo, y es inspiradora. Con respecto a la música, esta chica chilena, Marta Gómez tiene una voz soberbia, si escuchas todo el disco, cuando canta a capela es una maravilla entonando los poemas de García Lorca. Gracias compañera. Un beso

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    2. Pues preciosa historia. Seguro que le hubiese gustado envejecer en esa casa y escuchar a esa cantante chilena interpretar sus canciones. Una pena que nos lo robaran tan pronto.
      Un beso.

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  6. Qué historia tan colorista e imaginativa, Eme. Me has transportado a un escenario imposible y cambiante, a una vida que no fue pero podría haber sido, a un relato con guiños de canción y folklore que hace tiempo no escuchaba. Como te han dicho más arriba, eres una gran contadora de historias. Yo añadiría que también una "azuzadora" de sueños :)

    ¡Un beso!

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    1. Hola Julia,¿ te imaginas qué hubiese ocurrido si Lorca se vistiera de canas? Estoy segura que hubiera vuelto a Granada, andaría por Sacromonte, por la vega donde nació y creció, por la costa. Andaría alejado del bullicio y rodeado de arte, de música, de letras. Esta casa tiene un museo, el de un dramaturgo granadino: Martín Recuerda. Un dramaturgo que vivió en Salobreña. He querido unir y cruzar estas dos vidas, por que los dos fueron luces de nuestra historia granadina a su manera, con sus letras. Los dos sentían como mujer, la hierbabuena, los dos cantaban al pueblo y al laurel. Uno se fue antes y el otro un rato después. Dejaron sus libros, sus teatros. Dirigieron la alegría y la pena con el pellizco de la guitarra. Te cuento todo esto porque tú eres de esta tierra, de Graná. Un beso paisana.

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  7. Quien sabe lo que nos hubiera regalado Lorca de haber vivido lo que le tocaba. Es algo que nunca sabremos, sólo podemos imaginarlo, como has imaginado tu a ese Lorca anciano que se pasea por su casa como si coexistiesen y se entremezclasen la historia que conocemos, y una línea temporal paralela donde todo hubiera sido diferente. El relato se lee con facilidad y hasta con ganas de saber, de conocer el final, en ocasiones se vuelve muy visual como esa luz entrando por la ventana formando un arco rubí. Hermosos homenaje a Lorca. Un abrazo.

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    1. Hola Jorge, últimamente te tengo abandonado pero ni lo dudes que revolveré tu casa en cuanto pueda jeje. Agradecida por tus aportes estructurales y literarios compruebo que la esencia del relato ha sido captada. Esa línea divisoria entre los mundos: realidad y fantasía me gusta mucho. Un abrazo compañero

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  8. Una narración para los sentidos, Eme. Me da rabia que mi ignorancia no me haya permitido percibir todas las referencias lorquianas que incluyes en este relato. Pero sí he disfrutado de esa especie de sinestesia, de colores que son música. Hace muchos años tuve la suerte de visitar su casa natal, en Fuente Vaqueros. No era verde, pero aquel patio lleno de geranios desde luego era inspirador. Tanto como tu relato. Un abrazo!!!

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    1. Hola compañero. Son casas diferentes, una andaluza, con la esencia de la vega granaína con el patio pá la frescá del verano, y la otra es caprichosa, mágica, capaz de volver el tiempo boca abajo y parar su expresión. Me alegro de ese disfrute con Lorca y Rosita. Gracias, un abrazo grande.

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  9. Eme, a pesar de ser inculta en estos generos poeticos y literarios, me ha encantado tu narrativa y esas imagenes literarias tan llamativas y deseosas de convertirse en realidades.

    De Lorca se lo que apenas lei en el colegio, pero de esta Rosita me llevo una bella impresion.

    La musica hermosa, y la voz de Martha sensacional.

    Gracias amiga por la genialidad de tus manos en combinacion con ese hacer musica de tus letras, para corazones hambrientos de sensibilidad.

    Abrazos y linda semana.

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    1. Gracias a ti siempre, me encanta atraparte en estas historias "corazón hambriento" pero Idalia, ¡¡¡¡si tú estas llena, saciada de sensibilidad linda!!!! Un beso

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  10. Por cierto olvide decirte que me ha encantado el titulo que usaste, "Al otro lado de cada cosa hay tanto por descubrir y vivir",

    Eme sigue regalandonos tu excelente arte.

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    1. Gracias por el aporte, me alegro mucho. Los títulos es un trabajo más al que dedico tiempo. Algunas veces sale solo pero otras, uy, los cambio, los cambio hasta que es capaz de presentar la historia que le sigue. Un beso

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  11. Este relato tiene que ir sí o sí, a Tintero.
    Bueno Emerencia, que ya volveré para decirte lo muchísimo que me ha gustado y los porqués.

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    1. Hola Isabel, ay pues me temo que no va a poder ser. Tiene más extensión. Lo pensé pero, no me ha sido posible hacerlo con mil palabras. Hay veces que por mucho que quieras encoger el texto...no es como la batuta de Rosita que estira y encoge el tiempo como quiere. Gracias por tu visita, ya me contarás. Un besote

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  12. Qué maravilla de relato con tintes poéticos. Entre realidad y fantasía, entre cuento y sueño. Por un momento creí estar soñando una historia inverosímil, de esas que, al despertar, intentas en vano descifrar.
    Un abrazo.

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    1. Gracias compañero, me alegro que lo hayas disfrutado. Sí que es fantasía, pero ¿podría haber ocurrido? es inverosímil cuando la historia nos convence de otra cosa ¿tú de que lado estás de la mañana? Un abrazo

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  13. Solo a ti, imaginativa Emerencia, se le podría haber ocurrido resucitar a Federico en este cromático y precioso cuento que nos has regalado. El verde es el protagonista, ya sabemos la razón, y la música y la cadencia y la poesía y, sobre todo, la admiración que sientes (sentimos) por Lorca.

    La “conversa” entre Rosita y el escritor ya anciano, una delicia. Una niña y un viejo poeta. Te permites un lirismo controlado ab-so-lu-ta-men-te adecuado para el desarrollo del relato-cuento.

    Rosita niña, que no “Doña Rosita la soltera” asombrada en los mágicos cuartos de la casa mágica. Rosita – Bulubú. Rosita, que no Alicia, a través de los espejos de las estancias, en el otro lado de la mañana... oye Emerencia, que ya estoy hablando como las voces de tu delicioso y delicado cuento, que tiene un no sé qué un no sé cuánto que se contagia.



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    1. Jaja, es un gusto leer tus comentarios, me resultan muy "ilustrados" creo que... siií "la comentarista ilustrada", mira buen nombre para un relato. Como siempre muy acertadas tus aportaciones, es un elixir "life motive" Gracias. Me alegra un montón que lo hayas disfrutado, yo me lo he pasado de lo lindo con él. Cada detalle está sacado de toda la simbología lorquiana: verde, aire, rosas, espejo, Rosita, luay, Buludú y sus estrofillas cantadas. Lorca, maravilloso. Un beso compañera.

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  14. Una historia preciosa, a caballo entre la realidad y la fantasía. ¿Te das cuenta de que tienes una habilidad impresionante para dotar de carácter a tus personajes? Esta vez ha sido Rosita, qué encantadora muchacha...
    Me ha gustado mucho lo de los azulejos andalusíes ;-)

    Un besazo, Eme.

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    1. Gracias linda, me alegra que te haya gustado y esa Rosita curiosa buscando en la torreta, en la huhardilla, no sabemos si también la marioneta del joven guapo desapareció, a lo mejor, tal vez... ya no está tan triste. Un beso

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  15. Msgnífico relato, lo he compartido en mis redes sociales, es precioso. y precioso el video elegido, un abrazo

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    1. Hoolaaa, qué alegría de verte y que detalle compartir el relato, siendo andaluza, de Sevilla, casi ná, mi arma. Un beso compañera

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