El SUEÑO DE NORMA
En
este bullicio del fluir de mi sangre, solo escucho silencio, un silencio
inoportuno.
Hoy
no tengo ninguna preocupación, respiro aire libre. Hoy soy feliz. Hoy no
quisiera estar muerta.
Miro
a la calle. Estoy en los ojos de esos hombres. Me observan con amor desde el
otro lado de la ventana. Yo les sonrío y luego bajo la mirada. Qué vergüenza
que todos me miren y yo, tener ganas de llorar. Qué vergüenza esta máscara mía
de rubia tonta. Cuando subo de nuevo la cabeza, ellos me siguen mirando, ahora,
desde esa mesa, delante de la barra.
He
atravesado un largo puente para venir aquí, a mi refugio urbano, la Vía
Láctea. Un garito mítico. Un café bar de una esquina lúgubre con
luces de neón. Aquí, me siento libre, ausente de todas partes. Un lugar donde
los versos de los poetas corren como la espuma y que luego el duende travieso
los atesora en servilletas de papel. Aquí, comencé mis primeros poemas, y fue
aquí, donde me desnudé como una niña por primera vez.
Fue
un desnudo muy diferente a ese de mis veinte tres años en satén rojo. Muy
distinto a los desnudos de las poses fotográficas. Cuando me desnudé aquí, no
estaba sola. Alguien más lo hizo conmigo.
Desde
la esquina él parecía un gay grandote con botas negras. Era el único que se
olvidaba que yo estaba allí. Él único que miraba a su alrededor y no se
reconocía. No formaba parte de aquel lugar taciturno ni de ninguno de los
noctámbulos que allí estábamos.
Releo
ahora una de las páginas de ese libro que entonces tenía en las manos: “No está en el aire ni en nuestra vida, ni
en estas terrazas llenas de humo. El verdadero dolor que mantiene despiertas
las cosas es una pequeña quemadura infinita en los ojos inocentes”.
Yo
estaba escondida en las páginas de aquel libro cuando lo miré a él. Sería la
primera vez que un hombre no reparase en mí. En la tenue luz vi su viril mentón
aflojado y sus ojos que reposaban con placer en la copa que estaba frente a él.
Tenía un gran poder en su mirada huidiza. Como esa gente cansada de pelear con
la vida que se camufla en la oscuridad con su alma sedienta de felicidad, con
sus sentimientos intangibles mitigando la sed con una bebida y luego, a quemar
en la puerta sus desgracias fumando cigarrillos.
Fue
mi insistente mirada la que le llamó su atención. Era una invitación y se me
acercó. Me pareció ver que su figura se transformaba cuando venía hacia mí. Lo
vi vestido con túnica y toga, y calzaba sandalias, como uno de esos romanos de
las películas. Me miró y su voz rompió esa imagen ilusoria que yo tenía en ese
momento.
—Te
he visto aquí antes.
Me
quedé callada. No sabía qué responder mientras reparaba en su frente ancha y
abultada. Manifesté lo primero que me vino a la mente.
—Tal
vez en un almanaque de un taller de coches.
—Tienes
las dimensiones de una diosa del Olimpo.
—Soy
tan inalcanzable como ella — respondí, mientras él se acariciaba su calva—. Me
llamo Norma.
—Para
mí no hay nada inalcanzable, Norma.
Bajé
la cabeza. Me sentí avergonzada. No debía de haberle dicho mi verdadero nombre.
Estaba claro que no me había reconocido. Miré una página del libro. Estaba en
blanco. Me obligaba entonces a hablar con él, pero ahora lo haría como Marilyn,
mi otro yo. Le miré, y dije:
—Puedes
adorarme y rogarme como una diosa, pero no podrás abrazarme. Solo invítame a un
café o llévame de viaje en yate a Singapur.
—Te
puedo instalar en los Jardines de Lamiano, carita cándida, y robarte todos los
abrazos que yo quiera.
—Podrás
hacerlo quizás, pero procura que sea para llamar la atención del mundo.
—Ya
por mí mismo tengo toda la atención del mundo. Existo desde el principio del mismo
y existiré hasta que caiga la última estrella de la noche. No me hace falta
tener ninguna mujer al lado, por muy pícara y dulce que parezca —calló un
momento y prosiguió— ¿Tú lees?
—Sí.
Poesía ¿Conoces a Whitman...? No. Ya me parecía. Tienes la apariencia de un
jugador de béisbol, pero creo que podrías pasar por gigoló.
—No
sé lo que es ni uno ni lo otro. Yo solo puedo hablarte de poder y grandeza y cómo
brilla un imperio.
—¿No
pretenderás comprarme? Y mucho menos, conseguir con ellos iluminar el fondo de
mi alma. Yo, ya soy una estrella.
Era
admirable el poder que irradiaba. Seguimos hablando. Lo sentía seguro, aunque en
el fondo, estaba solo, como yo. Se llamaba Julio, Cayo Julio. Parece guasa
¿verdad? Por eso le llamé Julio, a secas. Tan huérfano de familia como yo. Hijos
solos, los dos. Solos y asustados. Acogidos por extraños. Violados. Criaturas
enterradas bajo la nieve fría. Con nuestro ego y nuestro vacío acompañándonos. Los
dos dormíamos poco por la noche y deambulábamos esperando la luz. No fue
casualidad que nos encontráramos.
Me
dijo que le apodaban Botita y que pertenecía a la isla de Capri. Me lo decía
mientras me mostraba sus piernas delgadas llenas de vello. Nunca un hombre me
había mostrado sus piernas de esa forma, nada más conocernos. Se me aceleró el
pulso y me ruboricé mientras yo le decía:
—No
te engañes, soy fuerte como una telaraña al viento, pero cubierta de una
escarcha fría, resplandeciente.
Me
olvidé que yo andaba en pantalones y que estaba en un café. Y me imaginé que
vestía de cóctel. Me calcé mis zapatos en punta y tacón medio y mi pelo comenzó
a aclararse. Ya no era morena rojiza, era rubia platino. Había dejado de ser yo.
Era otra vez Marilyn. Tenía un vestido vaporoso, blanco, ceñido a mi cintura y el
escote anudado en la parte trasera de mi cuello. Mi ropa interior también era
blanca. Me sentía infantil, una ingenua.
Él
debió pensar lo mismo porque conforme pasaba el tiempo su mirada y su cuerpo se
fue transformando también. Adquirió una pose graciosa como si llevara algo en
el brazo. Tal vez fuese un soldado o un guerrero, aunque Julio insistía que era
un césar. Vi que él también estaba sorprendido de ver mis poses, pero solo eso.
Era diferente al resto de los hombres. No llegaba a sacarle una mirada lasciva.
Se crecía en su arrogancia con su mirada esquiva y cada era vez más desafiante.
Yo seguí transformándome a la vez que crecían mis pestañas. Ahora el vestido
era de seda color piel cosido a mi silueta con miles de piedrecitas brillantes.
Ya no llevaba ropa interior. Ahora estaba vibrante. Me insinúe remarcando mi
lunar levantando el mentón. Todo mi cuerpo se vislumbraba. Estaba como me
gustaba sentirme, desnuda. Marilyn y Norma se acababan de desnudar para él.
Maldita
sea. Las ideas locas siempre danzan en mi cabeza en estos momentos. Por fin mi
cuerpo era el lugar que preferían sus ojos. Les dejé que corrieran. Y le besé
abrazando con mis dos manos su delgado cuello. Tuve miedo de lanzar mi cuerpo
sobre él, revolcarnos directamente sobre el suelo del café, sobre la acera de
la calle, y en el golpeteo de la lluvia yacer desnudos. Penetrar en el abismo
interior apagando nuestro fuego en los charcos.
Nos
fuimos a la salita de un apartamento miserable y allí, amanecimos acostados en
una mañana húmeda con las ventanas llorando. Fuera, dejamos la desafiante
tormenta y las luces de los comercios reflejadas en la acera.
Él
tenía su cabeza sobre mis caderas y yo, de espalda, flotaba en un sueño. Me
volví hacia él. Acaricié su vientre blanco y mis dedos se perdían en su denso vello.
Le pedí que me besara y me acariciara una y otra vez y luego que se acariciara
él como si sus manos fueran las mías. Cerré los ojos y me apartó la sábana que
tapaba mis senos. Sentí hundir su boca en ellos hasta estrujar la ubre de mi
corazón desnudo. Estiró su delgado cuello hasta tocar mi saliva. Devoraba mi cuerpo
como si fuera viento. Me agarré en jadeos a mis sienes y luego a su torso
doblado en un arco sobre mi cuerpo inundándolo de espuma. Fui tensando la
largura de mis piernas hasta paralizar los dedos de mis pies. Sentía mi carne y
mi sangre despedir rayos de placer. Sonreí burlándome de mi turbación y
descarté sin pudor alguno los demás sentidos. Mi boca se volcó hasta llenar mis
labios en los poros densos de su piel. Su aliento más profundo lo hacía mío,
una y otra vez, mientras mis labios sorbían sus sinuosas cavernas.
—En
verdad eres una diosa —me dijo cuando yo, ya me metía en la bañera. —Debajo de
ese rostro se esconde…
Julio
no terminó la frase, le interrumpí. Temía lo que dijera de mí.
—Soy
muy sensible, mide lo que me vas a decir.
—No
brillo por ser cauto, sino por impulsivo. Puedo hacerte daño. Mucho daño.
—Todos
llevamos la violencia dentro. Admiro tu sinceridad. Yo, soy hermosa por fuera,
pero horrible por dentro.
—No
creo, que seas, más que yo.
No
nos fiábamos el uno del otro. Todos nos habían traicionado. Yo misma, más que
nadie, creando a alguien que no era yo.
A
Julio no le gustaba este mundo, no soportaba como era. Yo me identificaba con
él. Mientras me abrazaba. Botita, sería feliz cuando alcanzara la luna, eso me
dijo esa noche.
Murió
más joven yo, apenas veintiséis años, con diez años menos de los que yo tenía. Y
no esperó a que se apagaran las estrellas del cielo. Le cortaron la vida antes.
Decía que todo el mundo le odiaba y le temía. Yo no.
Creo
que soy feliz, pero no siento alegría alguna en este sueño ¿Es posible ser
feliz y no ser capaz de estar alegre? Ni mis lágrimas que ahora caen
provocándome picor en los lóbulos de mis orejas me quitan el desasosiego que
siento. Mi amor demente, el niño que fue convertido en un león poderoso, me
mira desde esa luna que él tanto deseaba.
Sueño
que me quiere. Sueño con seguir amando a alguien, pero es solo un mal sueño. Es
la quimera del amor. Sola. Estoy sola. Hoy ni siquiera me tengo a mi misma para
hacerme compañía. Solo las páginas de un libro. Y odio estar sola.
Debo llamar de nuevo a ese teléfono. Insistiré. Tal vez sea un número equivocado. Sin hablar me atraganto. Me ahogo. Me ahogan.
Ahora
estoy condenada a vivir para siempre, aunque esté muerta.
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GRACIAS.
Sea o no Marilyn, se cambia de cuerpo siendo siempre diosa. Julio tiene esa misma cualidad de cambio, pero la final, es esa historia de amor como una flecha que nos incendia los corazones.
ResponderEliminarMuy chulo. Un abrazo
Hola Alba, creo que te ha gustado, si es así, me alegro mucho. Siempre tan amable. Un abrazo fuerte. Feliz finde!!
EliminarPrecioso relato. Todo lo que le quedó a Norma fueron sus sueños. El resto de lo robó el cine, el público, los estereotipos...
ResponderEliminarUn beso.
Hola amiga Rosa!! te agradezco mucho el comentario, aprecio siempre tus palabras. Deseo que estés bien. Un abrazo grande, feliz finde!!!
EliminarEs un relato muy intenso y más profundo de lo que en un principio pudiera parecer. Muy interesante, me atrapó. Un abrazo.
ResponderEliminarHola compañero RR!!! qué maravilla tener aquí tus impresiones. No se sí he trasmitido todo lo que quiere contar la protagonista en este sueño, y es tal como dices hay mucho en sus palabras, toda una vida. Muchas gracias. Un abrazo y feliz sábado.
Eliminar¡Hola, Eme! Los mortales soñamos con tocar a Dios, pero ¿a quién sueña tocar un dios? O una diosa en este caso. Has mostrado descarnadamente la soledad eterna del elegido, de esa mujer cuya belleza es su propia condena. Un magnífico relato para paladearlo en cada frase. Un abrazo!
ResponderEliminarHola David, qué amable siempre con tus comentarios y esas impresiones del relato. Es así, como lo dices. He leído a Marilyn, he leído bastante de sus poemas, "su verdadero desnudo" estaba en ellos, así la he conocido para definir su personaje. La soledad era enorme, tal como murió. Siempre hablaba de ella, de la soledad y la muerte. ¿SI la asesinaron no se sabe claramente, tenía señales en el cuello, pero ella ya estaba predispuesta a morirse, ya lo estaba. No he tenído la misma suerte con Calígula. Incluso los pensadores de su época apena dejaron escritos sobre él. Muchas gracias, amigo mío. Un abrazo grande.
EliminarHermoso relato, Norma vivió en compañía de su propia soledad. Cuando era Marilin continuaba sola y al final esa soledad fue quien la mató.
ResponderEliminarMuy triste la vida de esta mujer.
Gracias Eme por compartir todo esto.
Un abrazo
Puri
Hola Puri, agradecida siempre a ti por tu comentario y lectura. Sí he conocido un poco a esta mujer, sobre todo, a través de sus poemas. La palabra escrita dice mucho más que cualquier historia que se cuente de ella en biografías, artíuculos o reportajes publicitarios que también me he leído alguno. Y es como lo cuentas. Estaba unida a la soledad y al existencialismo. Bastante insegura y con mucho carácter, parece contradictorio, pero así era Norma, Marilyn. Un abrazo.
EliminarQue espectacular😊me sorprendes maravillas y dejas prendida a tu relato en ese mundo creado por tus manos y alma.
ResponderEliminarGracias
Saludosbuhos 😊🍁
Hola Buhita, ay pues que maravilla que te haya gustado tanto, gracias corazón. Los relatos eróticos me llevan tiempo escribirlos. Perfilar y conocer muy bien la protagonista principal y después el desarrollo de la historia. En este caso he conocida a Norma a través de sus poemas. Un beso y feliz semana.
Eliminar¡Maravilloso relato! Norma era bella como una diosa y su personaje vivió para el cine. Pero ella se sentía sola. Un abrazo.
ResponderEliminarEstimada Mamen, qué alegría tener aquí tu comantario, amiga mía. Cuídate hermosa. Un beso grande.
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