CON NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA
«Zchzzs, risss»
Con
sus posaderas perfectamente encajadas en la apertura del trono empezó a
escuchar un ruido extraño. Hacía
tres meses que comenzaron las obras de la mejora del alcantarillado. Su casa al estar en bajo sufría inundaciones y ya por fin se habían decidido a solucionarle el problema. Pero cuando parecen que las cosas van mejor, algo se ha pasado por alto. El viejo barrio donde vivía había hecho uso hasta entonces de las abandonadas acequias de regadío y
de los pocos pozos ciegos que quedaban enterrados en la localidad. En el siglo XXI
aquellas canalizaciones podrían ser una reliquia para un arqueólogo que viniera a verlas embutido en pensamientos de
viejos métodos constructivos; o bien un investigador, no menos cegado si cabe, con la
etnografía, la historia de la arquitectura popular y el folclore. Es más, podría
ser un campo prácticamente virgen en el panorama científico que requiriese la
colaboración interdisciplinar. Así somos en este país. Pero no era esa la cuestión. Se trataba de una infraestructura "arcaica". Sí, y no digo que no, pero en otras circunstancias menos insalubres sí que podría considerarse patrimonio monumental, pero en este caso no se trataba de eso...Schss, ¡Silencio! creo que él está escuchando algo...
«Zchzzs
zchzzs, risss, riss»
Extrañado
de ese ruido poco familiar se encontraba en una situación inconmovible definase
ésta: “no impasible pero inmutable en movimientos, inmerso en esa coyuntura
entre lo que se piensa, se cree y no se puede hacer por la limitación de
movimientos para cambiar de postura”. A
hombro con plato les separaban pocos centímetros de la mampara de la ducha y
ese plástico de poliestireno de grabado
tipo gota de agua le impedía la visión a su derecha. Y a riesgo de que el sonido pudiera
salir de allí, abrió la apertura plegable y se inclinó (lo que el espacio le
permitía claro) para otear el horizonte de setenta por setenta. Arriba, abajo,abajo, arriba,.. su
intuición le fijó la mirada en las oscuras salidas del desagüe del sumidero...
«Zchzzs zchzzs, risss, riss, riss»
Los
siete sentidos se le despertaron a la vez, se conectó en milésimas de segundo
con este mundo y con el inframundo. Su sentido común, (o el menos común de los
sentidos sin conducirle a error) comenzó a jerarquizar y valorar. Usó sus “dos
dedos de frente” con los ojos abiertos de par en par y abrió las piernas con la
esperanza que el ojo ciego le ayudaría, no fue así. Miró entre el hueco que les dejaba sus dos
muslos aplastados sobre el arco del trono. Solo alcanzó llegar a imaginar que no iba a
salir nada de ese oscuro abismo pero ante la duda, y no dándole mucho tiempo a la misma, lanzó su
cuerpo hacia delante saliéndose del punto de apoyo para mirar con confianza en
los bajos fondos del trono.
«Zchzzs
zchzzs, zchzzs, risss, riss, riss»
El
sonido se intensificaba y era más frecuente. Con los ojos abiertos (mucho más si
cabe) y las cejas más allá de la línea de expresión se lanzó a coger el cubo de
la fregona con la mala pata que al ser rehén de sus calzoncillos tropezó y
cayó sobre la puerta. Se compuso de un salto y llenó el cubo colocandolo sobre el sumidero de la ducha; con la misma inercia tapó lavabo y cerró trono, apretando fuertemente el botón de la cisterna. Ya no había
apertura que sedujera a ningún ente extraño.
«Zchzzs
zchzzs, zchzzs, zchzzs, risss, riss, riss, riss»
No
había hecho nada más que atravesar el dintel de la puerta del baño cuando el
sonido volvió de nuevo. Su oído derecho se fue llevando todo el cuerpo y el
giro fue inmediato. Era su oído más fino para captar sonidos siseantes y le aseguraba que el ruido salía de la ducha
¿pero por dónde? Su musculatura la empezaba a sentir como crispada y notaba un
escalofrío por la espalda. El sonido en esa noche era muy claro; la calle ese
día, aunque le pareciese raro, se encontraba tranquila. Ese “rasqueo” estaba
dentro de su casa como si corriera algo por la pared que estaba frente a él. Si se movía el sonido desaparecía y esto lo estaba poniendo bastante nervioso.
Tuvo que ir paso a paso hasta que se acercó al grifo de la ducha, era ALLÍ donde se escuchaba más fuerte pero, ¿cómo? De repente unas largas antenas
filiformes empezaron a salir entre el mínimo espacio existente entre las roscas
del grifo y el azulejo; las antenas arrastraron el resto del cuerpo: cabeza,
élitros y abdomen cayendo al plato de ducha y como si de los mosqueteros se
trataran “una para todas y todas para una” empezaron a caer una, y otra, y
otra... esto sí que era tomar decisión en grupo. El observador dio un salto
descomunal al verse invadido en aquel espacio de setenta por setenta, el
pataleo esta vez fue tan escandaloso que alertó a todo “bicho viviente” de
sus alrededores y vecinos colindantes. El tropel de curianas empezó a subir a
corretear, resbalándose por los azulejos... En cuestión de segundos él se armó
hasta los dientes y empezó a propinar “sopapos” a diestro y siniestro:
zapatillazos, escobazos y, ante el miedo de que salieran más, fue en busca de su
almacén, allí, allí estaba el “antibichos” un eficaz pulverizador insecticida contra estos
blatoides. Fulminadas quedaron patas arriba en el plato de ducha. Antenas,
patas, alas, dispersas por todo el plató de la batalla. Respiró triunfal. Y con
la tranquilidad que ahora requería el momento barrió de la escena todos los
cadáveres.
Su blatofobia era comprensible sabiendo la clase de bichos que eran las cucarachas. Sus patas andan por cloacas, alcantarillados y después se pasean por las cocinas esparciendo a su paso todo tipo de parásitos, bacterias y patógenos humanos. Ya desde pequeño le tenía declarada la guerra a este bichejo prehistórico, justo desde el instante que su madre aplastó una blatta con su zapato después de haberle subido por el brazo cuando el chiquillo jugaba en el suelo. Añadir que en eso también coincidían con las “invasoras”. Los dos (bicho y persona) desarrollan una memoria a largo plazo en asociaciones visuales. Pareciera que se decían entre ellos: “estate atento”.
«Zchzzs
zchzzs, risss, riss»
—¡Eh!, ¿Qué?— Y
de nuevo, el ruido. Esta vez se escuchaba encima del lavabo. «Es como si el líquido venenosos las hubiera llevado de un conducto a otro» pensó. Se puso en cuclillas y miró debajo
del lavamanos, esta vez no era por las tuberías…
«Zchzzs
zchzzs, zchzzs, risss, riss, riss»
Levantó
la cabeza y abrió los ojos que casi se salían de las cuencas ¡¡no se lo podía
creer estaban dentro, dentro del aplique de la lamparilla del baño!! Evidentemente habían huido de un sitio a otro como si les persiguiera el mismo demonio… Qué absurdo ¿verdad?
pensar en el diablo en estos momentos, cuando a ver quién ganaba en prominencias en la
cabeza (me refiero a las curianas).Pulverizó de nuevo el aplique. De allí era imposible que salieran no había un mínimo resquicio por muy esbeltas que se consideraran las blattas.
Hizo uso del insecticida varias veces en un sitio y en otro hasta que se acabó por fin el ruido.
Al día siguiente, ya más tranquilo, encontró un cebo ideal para ellas. Despejó los conductos y quitó los restos de cucas envenenadas. Puso cebo y selló con silicona; mientras lo hacía tenía toda la fe puesta en que “las inmortales”, tras esta experiencia desagradable, no volverían a aparecer. Él sabía, y yo, que las cucarachas aprendían a evitar los lugares donde se había colocado veneno.
Y así seguiría traicionándolas de esta forma siempre que perturbaran su momento más sagrado del día: el del trono. Se sonrío triunfante, porque de cagarla en estas circunstancias nadie se escapa.
Hizo uso del insecticida varias veces en un sitio y en otro hasta que se acabó por fin el ruido.
Al día siguiente, ya más tranquilo, encontró un cebo ideal para ellas. Despejó los conductos y quitó los restos de cucas envenenadas. Puso cebo y selló con silicona; mientras lo hacía tenía toda la fe puesta en que “las inmortales”, tras esta experiencia desagradable, no volverían a aparecer. Él sabía, y yo, que las cucarachas aprendían a evitar los lugares donde se había colocado veneno.
Y así seguiría traicionándolas de esta forma siempre que perturbaran su momento más sagrado del día: el del trono. Se sonrío triunfante, porque de cagarla en estas circunstancias nadie se escapa.
Kafta tendría que haber leído tu relato antes de animarse a escribir su Metamorfosis. Es genial. Besos.
ResponderEliminarJa,ja, ja Hola Sol en este caso Kafka lo que tenía era insomnio, no estrechez de esfinter jejeje se le iba la "pinza" dormilona, vamos que se le escapaba de los ojillos y empezaba a escribír sus alucinaciones. No tenían muy claro si era una cucaracha en lo que se convirtió, pero aún así, no me des riendas a mi imaginación que ya me imagino a "kafkacuca" saliendo por los grifos del lavabo, saludando al pobre del trono. Gracias cumpleañera. Un abrazo
EliminarAy, Eme, que no podía ni imaginar de que se trataba y casi caigo muerta porque yo definiría lo mismo también como fobia. Las veo, a veces, en el parking de la comunidad en la que vivo, y me dan un repelússss.
ResponderEliminarTu relato está muy conseguido, con esos sonidos onomatopéyicos y ese pobre hombre al que importunaron...
¡Qué ingenio tienes!
Un beso muy fuerte
Hola Chelo, mira que lo del repelús también a mi me pasa sobre todo en ese instante que las veo y tengo que pisarla...Aagh!! es lo que peor llevo. Gracias guapa por el comentario. Un beso
ResponderEliminarUffff!! socorro Eme! se me han erizado hasta el último pelooo!
ResponderEliminarJajaja.. muy buena la escena, la describes con tanta precisión que consigues situar a cualquiera que la lea en ese espacio "del trono" y con los cinco sentidos en alerta.
Con tu imaginación y con tu buen hacer podrías componer un guión.
Me encanta Eme, un fuerte abrazo.
Hola Xus, Ay mi niña, yo que lo siento...Jejeje pero me ha parecido tan divertida contar la historia que tenía que compartirla; bueno a parte de los ratos de risa que me he pasado yo solita en el escritorio. Gracias por la sugerencia compañera pero que no paso del relato corto, creo que se me agota la inspiración o que la musa pasa de mi que también puede ser. Un abrazo grande
EliminarMuy buen relato que hasta que nos has sacado de duda no pensábamos en que eran esos bichitos horrendos que perturbaban la paz de un rato sentado en el trono. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Mamen, si ¿pero que te pensabas que era? jaja Un beso
EliminarAfortunadamente, pocas veces me he topado con ellas. De todas formas, no es un bicho al que tenga especial fobia. Esta se la llevan, con todos los honores y todos mis horrores, las ratas. No sé cómo se llama la fobia a las ratas, pero la tengo toda entera. Se me erizan los pelos, me dan escalofríos y tengo que sentarme porque me pongo mala de acostar.
ResponderEliminarTu relato es muy bueno. Agobiante porque parece que nunca se va a deshacer de las ratas, pero con sentido del humor.
Un beso.
Hoola Rosa, esas juegan a "Mus" me refiero a las ratas jaja La Musofobia es también una asociación a la inmundicia, a ese lado oscuro por donde pululan los roedores. Gracias por el comentario. Un abrazo
EliminarHola, Emerencia, has conseguido un relato que transmite tensión, agobio. El momento del trono se merece un instante de tranquilidad para tu protagonistan y que nadie intruso lo perturbe.
ResponderEliminarUn beso.
Jaja ya ves que oportunas las "inmortales". Me alegro que me lo hayas contado, cuando lo escribía intentaba trasmitir esta sensación y no sabía si lo iba a conseguir.Por eso es tan importante vuestra apreciación. Gracias Ángeles. Un abrazo
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