EL ESPÍA DE HIELO



Hoy mis pensamientos los tengo clavados en ella. Saldré al parque. Y la buscaré.

Ha nevado esta noche. Una hermosa nevada. Inesperada. Imprevisible. Como las que me gustan a mí. Lo malo es que, se derretirá pronto. Debo apresurarme.

Allí está. La chica con gafas azules. Sentada y apoyada sobre el tronco de un árbol. Quieta. Se pasa mucho tiempo mirándose las piernas, o quizás, mire al suelo. Su silencio tal vez, acune malos sueños. Parece una muñequita abandonada. No se mueve. Hoy trae una chaqueta de rayas rojas y verdes. Acierto también a verle un reloj, grande, con correa azul. Luce bonita. Me gusta. Son de mis chicas preferidas. Con esa cara fina de porcelana, punteada de pecas, y esos ojos oscuros y redondos. Lo que más me atrae de ella es su pelo. Ese pelo largo ondulado, rojizo. Es una deliciosa vampira. Tal vez ella no lo sepa aún. Tal vez, no sepa que ha sido concebida durante la menstruación de su madre. Ella pertenece al fuego. Si por mí fuera la ofrecería en sacrificio al dios Osiris. Se ha levantado. Tiesa. Segura. Sale del parque y toma la calle de la izquierda. La voy a seguir. Ella no me verá.

Estudiante. Demasiado detallista. Es pura delicadeza y estética. Le va el trabajo de orfebrería que va a desempeñar en el futuro. Es un oficio de sueño y magia. Casi, de brujería. Va a ser la única capaz de diseñar piezas de arte que luego van a poder vivir y respirar por sí solas. Debería sentirse orgullosa por lo que será. Un trabajo hermoso, un trabajo que lleva la carga de la tradición. Plata, bronce y alpaca. El espíritu lírico del arte clásico. Metal y Forja. Y siempre, ese fuego frente a ella. Ardiéndole a través de los cabellos.

Su madre, encuadernaba y embellecía como nadie los libros antiguos. También tenía un sello personal. Dejaba su impronta en esas cubiertas con soporte de madera o en aquel papelón revestido en piel. Me parece verla, envolviendo con primor esas cubiertas con telas mudéjares o góticas, y cosiéndolas, con hilo de cáñamo.

Posiblemente sea su hija la que guarde ahora el pergamino con el criptograma que busco. La chica de las gafas azules.

Se me presenta un desafío: recuperar ese trozo de historia. Un desafío muy caro. Y arriesgado. Sobre todo, cuando sale el sol. Soy de hielo. Habrá que buscar un taller con grandes lupas que suban y bajen para descubrir el más mínimo detalle de esa obra. 

Se acerca ella. Su expresión es seria. Algo así como risastente. Sí, creo que se resiste a sonreír. Así, de frente, tiene mirada de ratoncilla. Es el semblante de una chica que trabaja sola. Y por lo blanquita que es, lo debe de hacer con poca luz. Tiene la piel más sensible de lo que yo creía. Es casi transparente. Sus manos se enrojecerán con el polvo acumulado en los archivos que ella maneje. La chica de las gafas azules de piel transparente. Es la ideal para escudriñar información oculta. Ya le viene de cuna el beneficio de la destreza. Ha tenido que ser difícil para ella ser la custodia de un documento tan oscuro. Ocultarlo. Cuántos darían su vida por este pergamino pompeyano que se salvó de la explosión del Vesubio.

Necesito conseguirlo ya. Temo que alguien se me pueda adelantar.

Será esta noche. Entraré en su casa.

Se me resisten las letras ilegibles, medio borradas. Nunca me han gustado los jeroglíficos. Ni con la lupa alcanzo a verlo claro. Lo desenrollaré del todo a ver que me encuentro. A este pergamino se le han debido de quitar palabras, incluso algún párrafo diría yo. Es tinta de plomo, de esto estoy seguro. Eso le da validez. Le da autenticidad, pero hay palabras que se han raspado. Este pergamino nunca ha tenido letras griegas. Y, además, se ha grabado encima, con letras que no alcanzo a vislumbrar. No puede ser. Y aquí, estas gafas caleidoscópicas azules. En su interior hay cristales de hielo. Ella está siguiendo el patrón de formación de la nieve. Creo que sabía que yo iba a venir. Quería que supiera que ella sabe quién soy. Que supiera que ya usa su magia. No es por casualidad que todo esté preparado sobre la mesa: el pergamino, las lupas, estas gafas… No quiere que me lo lleve.

¿Acaso nuestra ratoncilla de gafas azules y risastente es también espía? Aparte de ser mi hija, claro.

Ahora tendré que pasarme por otro. No por un espía, sino por un contraespía.

¿Y qué le cuento yo a mi jefe? Lo único que se me ocurre decirle es que, es falso el pergamino. Y que la chica, es una inocente criatura. Una criatura de piel clara y de apariencia extrañamente vampírica.

Sí, está bien. Seguro que cuela.

Por hoy ya me retiro. Ha salido el sol. Mi salvoconducto no es el más adecuado para lugares tan cálidos. Me he custodiado mucho tiempo helado. Y así debo seguir.


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Comentarios

  1. Esa madre cuidadora de libros seguro que permite que la actual mujer de azul pueda recuperar el criptograma. Muy bien urdida la historia.

    Por el contraespionaje. Un abrazo

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    1. Hola Alba, muchas gracias, corazón. Un abrazo y feliz semana.

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  2. me encantas como escribes y eres un abrazo

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    1. Gracias amiga Mucha por tu visita. Un abrazo

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  3. ¡Hola, Eme! Jo, desde luego que con este relato tiene todo un mundo de ficción detrás. La chica de las gafas azules como guardiana de ese pergamino, el espía al servicio de quién sabe que villano vampírico con planes de dominación del mundo, la magia... Toda una lista de ingredientes sobre la que edificar una novela. Un abrazo!

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    1. Hola David, siii aquí se me fue la cabeza con el mundo misterioso y enigmático. Jaja, bueno novela no se si llegaría, pero la idea inicial está. Gracias compañero, siempre por tu apoyo. Un abrazo.

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  4. Hola Julio David, siii es una historia con protagonistas enigmáticos, sobrenaturales. Gracias por pasarte y comentar.

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