SEMILLA DE TAMARINDO




Era de día. Nadie la iba a engañar. El intenso calor la despertó.

A pesar de estar acostumbrada a ver ese paisaje estéril y azafranado frente a ella, sabía que era irreal. Le querían hacer creer que vivía aún en la sabana, pero en aquel lugar los atardeceres desaparecían sin pájaros. No había cebras, ni ñúes que huyesen de ella. La vida le transcurría a cámara lenta y estaba sola. Indefensa ante la perplejidad de aquella enorme caja.

Kaly se levantó sobre sus dos patas delanteras. La leona movió su enorme cabeza sacudiéndose el enjambre nocturno del sueño. Siempre se le quedaban dentro unos ruidos que le atormetaban; parecíera que le gritase un ejército de termitas que corrían por su lomo hasta meterse por sus orejas e invadir su cabeza. La leona tensó la musculatura bajo su piel agujereada. Sufría de dolores. Cada cierto tiempo un humano, cubierto de blanco, le hincaba púas como las de la acacia y luego ella entraba en un sueño profundo que le frisaba la realidad. 


Ya nada podría alertarla en ese mundo manipulador que le habían creado. Al menos eso pensaba ella, pero ocurrió lo inesperado. En este escenario ficticio donde había sido encerrada durante un tiempo impreciso de días y noches, algo nuevo entró. Era diferente. El caso es que ese algo brillaba como los ojos de una gacela en una noche apagada. Kaly se enderezó y estiró sus débiles patas traseras. Ese algo se le iba acercando; sus movimientos lentos le recordaban a los del pangolín de la sabana. Era raro. Algo extraño. No emitía sonido alguno, tampoco calor, ni siquiera olor. Sorprendida, descubrió que todavía sus sentidos se le podían revelar, y a pesar de que no regía bien sobre sus instintos, un segundo bastó para que se le erizara el lomo. Aquello le inflaba de hostilidad. Podría ser algo doloroso, más de lo que llevaba aguantado. 

Aquel algo extraño tenía una apariencia rígida como la de un palo y más frío que una mamba negra. La leona se levantó y comenzó a rodearlo. Trazó círculos sobre él, círculos cada vez más estrechos y en un instante se rayó el silencio. 

¿Acaso, pretendes, cazarme? 

A Kaly la voz le rechinó como una gallina de Guinea.

No, debería, estar aquí, pero necesito, tu ayuda. 

Aquellas palabras alertaron a Kaly. Frente a ella vio unos cuencos abombados con mirada inexpresiva en una sesera que sonaba hueca y un cuerpo con coraza de armadillo. Aquello raro era cada vez más alto conforme se le acercaba.

—¿Sin latidos de corazón qué clase de animal eres? —preguntó la leona ajustada a una distancia prudente. —Si tienes intención de pincharme hazlo ya y vete.


Dejó de observar aquel ser. Llevaba tanto tiempo allí que no era consciente de la verdad. Estaba harta, cansada de mirar sin ver. Volvió de nuevo a su rincón, bajo un árbol de acacia sin vida pegado en una pared de cartón piedra. 

Puedo, llevarte, de nuevo, a la sabana.

La leona levantó su cabeza y le miró.

Estoy, programado, para cambiar la realidad de las cosas. Tengo, control, sobre el tiempo y el espacio. 

—¿Qué eres? —interrumpió la leona. 

Aquella cosa extraña le contó que los investigadores llevaban tiempo secuenciando sus movimientos. Habían conseguido dirigir sus instintos y estaban a punto de controlar su voluntad y pensamiento. Querían transmutarla. Crear una leona regida por circuitos. Igual que habían hecho con él. Ambos pertenecían a especies que estaban a punto de extinguirse en el planeta Tierra.

—No entiendo lo que me cuentas, ni se lo que eres o quién eres —insistía  Kaly sospechando de aquel ser. 

Soy, un robot. Mis circuitos, simulan terminaciones nerviosas, tan exactas, como las de un humano, y mi nanotecnología, se está imponiendo, sobre, las hélices de la vida. Estoy siendo instruido, programado, para lograr, la perfección sobre el ser humano. 

Tus gestos, tus pensamientos ¿a qué voluntad responden? —la leona preguntó desconfiada. 

Es inherente. Si no fuera así, no podría, llevarte a la acacia, donde dormitabas ¿lo recuerdas? a esas praderas donde cazabas, a esa tierra dorada, a la que perteneces. 

La leona se incorporó, no podía creer aquello que decía, había perdido la esperanza de sobrevivir. Inimaginable volver, salir de aquella prisión. Se le acercó. 

Puedo, ayudarte —dijo, mientras la leona le miraba fijamente— Conozco tu rabia, tu ira, pero también, tu fuerza. ¿No quieres ser, reina de nuevo? ¿Liderar la caza? Todavía darás vida.

La leona dio un salto y de un zarpazo tiró el robot al suelo, lo pateó, abrió las mandíbulas cuánto pudo, los dientes caninos y sus uñas a punto de descuajaringarlo, cuando del interior del pecho del androide algo saltó. Mientras que el robot intentaba reaccionar a la embestida, la leona se zafó de su presa y comenzó a buscar aquello que había salido como un resorte. En segundos su robótico adversario se incorporó e intentó quitárselo. 

—¿Esto es tu corazón?, pero ¿cómo algo así, calamidad de artificio, puede tener un corazón? ¡Es… un fruto! Y además, —la leona lo movió en el suelo— repiquetea. 

—¡Ni se te, ocurra, abrirlo! ¡¡Dá, melo!! —forcejeó el robot con la leona sin éxito alguno.

 —¿Qué es esto? Quizás… Solo tú podrías tener un corazón así, duro lo abrió y cayó algo— ¡Parece una semilla de tamarindo!

 

El robot le confirmó que efectivamente era una semilla de tamarindo. Y que en ella estaba encerrada su alma humana. Sobrevivía dentro de aquella pequeña y diminuta simiente. Y por esta razón necesitaba volver a la tierra, para germinar de nuevo. Pero tenía que hacerlo con otra especie diferente a él. Una especie con la fuerza y la energía que él ya no tenía; las había perdido en la transmutación. A cambio, él se programaría para devolverla a ella a la sabana. Descodificaría el espacio y el tiempo.


Esperaron al ensayo donde suministrarían energía suficiente a la leona para guardarla dentro de un cuerpo cibernético. Se necesitaba una espera de doce horas para ver la respuesta del animal. Y luego se transferiría a ese cuerpo frío y metálico de robot. Pero había una clave para el éxito de aquella tentativa: no podía quedar nada natural de aquel cuerpo de leona, porque en ese caso la transmutación retornaría y ella volvería a su estado natural.

Antes de que hicieran funcionar sus circuitos, la leona había desaparecido de allí.

Nunca los investigadores se explicarían que había ocurrido en aquella fase del proyecto. Y en qué se había transformado aquel animal, o dónde había ido a parar la leona. Fue una incógnita para ellos.

 

La leona Kaly ahora se alza sobre el reflejo del único charco bajo la acacia. La lluvia, desvanecida en el intenso calor del condado de Narok, ha despertado un nuevo atardecer. Troncos de termitas silban por el aire seco encriptado de la llanura.

Kaly ha vuelto a cazar. Se la ve mover su enorme cabeza sacudiendo los restos de huesos y pelos de su hazaña, mientras una bandada de cigüeñas desaparece al borde del rojo horizonte. La felina tensa su musculatura y estira la piel dispuesta a dormir con total libertad. 

El aire es una voz que escuchan, pero nadie habla.

No muy lejos de la leona está Kanae. Hay trazos de su verdadero ser en lo que ahora hace y mueve. Ya no es un robot, es un indígena masai y permanece de pie,  como un vigilante. Se le ve su negra silueta de palo erguido. Parece ampararle el albor del ocaso mientras su nuevo latido le hace meditar.

Hubo un tiempo que deambuló por la sabana, hasta que desapareció de ella sin explicación alguna. Ahora es merecedor de un estado de gracia, por volver a encontrarse con su origen natural. 

Hay una gravedad que amasa el cielo y lo esconde en la holgura de sus pies. 

Una semilla y la confianza de su enemiga, la leona, han bastado para lograr volver juntos a ser lo que eran.


‹‹Nada es predecible, pero el futuro dependerá 

de la nobleza de las especies.››

 

 

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Comentarios

  1. Preciosos texto. NO soy partidaria de los zoológicos o reservas, pero reconozco que pueden ser más que útiles. En la naturaleza los enemigos no pueden hacer más que cazar el uno, y huir el otro, pero tienen cosas en común, siempre

    Un abrazo

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    1. Hola Alba, con respecto a lo que dices, tengo mi opinión particular. Hay zoológicos que son una verdadera pena, los animales encerrados, tristes, con apenas espacio, hacinados. En cambio hay otros que se consieran zoológicos pero son reservas cerradas, con espacios amplios. Los animales ya no están tan expuestos, aunque puedes verlos en toda su grandeza. Gracias por dejar tu comentario, siempre tan puntual. Un regalo. Un abrazo y feliz semana.

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  2. Magnífico relato. Felicidades.
    Un abrazo.

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    1. Gracias Chema. Un abrazo grande. Feliz semana, compañero.

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  3. Hoy nos sorprendes con un relato de ciencia ficción que he leído con avidez, tanto por su originalidad (a la que ya estoy acostumbrado) como por su "humanidad animal", je,je.
    Animales en extinción y la humanidad al borde del colapso. ¿Que deparará el futuro a la raza humana y al planeta entero? Ojalá la tecnología fuera capaz de mantener a todos los habitantes de la Tierra vivos, en el lugar adecuado, libres y sanos y salvos.
    Un abrazo.

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    1. Hola Josep María, sí es un relato que ya tenía escrito y he tenido que rehacer un poco para adaptarlo a la narración oral. Ha quedado mucho mejor. SI pudieran sobrevivir todas aquellas especies adaptadas a su medio sería maravilloso. QUé además luchan entre sí por el dominio, pero no llegan a la extinción, porque hay un respeto a la supervivencia. Me alegra que te haya gustado. Muchas gracias. Un abrazo

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  4. Que lindo relatas.tan sencillo y narural.
    Felicitaciones y gracias por compartirlo.
    Saludosbuhos! !

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    1. Gracias Buhita, un abrazo fuerte y feliz finde!!!!

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  5. Disfruto lo que escribes y sin analizarlo me voy
    Hasta pronto poeta

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