¡QUÉ VIENE EL CORREO!






Esta entrada de mi blog la he hecho con la nostalgia de antaño, ya sabéis lo sensible que soy a estos temas. Tiempos, para algunos ¡aquellos maravillosos años! Cuando viajar era todo un privilegio, una gran aventura que marcaba la vida de aquellos viajeros de entonces, pero no todo el mundo tenía esa posibilidad de ver a familiares lejanos, encontrar un futuro o recorrer nuevos caminos.

Un viaje debería ser todo un acontecimiento. Paisajes vistos desde el pescante con traqueteos infinitos y narices polvorientas y la emoción puesta en la incertidumbre del camino a rodar.

Las diligencias fueron los carruajes que más evolucionaron y las precursoras de los autocares de línea y autobuses interurbanos de hoy.








Cuando vemos alguna imagen de diligencias viajamos con la mente al lejano oeste, a las películas de indios y vaqueros o algún film novelesco. Pero no hay que ir tan lejos, basta con desempolvar recuerdos y colecciones de fotos de finales del siglo XIX y nos encontramos con alguna que rueda por caminos de tierra españoles. La de la foto es la diligencia de Alcoy, en Alicante, cualquiera lo diría ¿verdad? 

La diligencia arrastrada por caballos fue el medio de viajar más utilizado por todo tipo de viajeros españoles y estaba muy de moda entre los ricos de antaño. Tenía gran multitud de variantes en su diseño según transporte rápido, trayectos cortos, larga distancia o el tipo de clientela.








La llamaron el ómnibus de tiro animal y tuvo una larga vida, casi un siglo, compitiendo con el tranvía eléctrico y el autobús de gasolina; el ferrocarril la delegó a los caminos secundarios, lugares más alejados de las ciudades donde aún seguiría siendo el único medio de transporte.

La diligencia fue muy popular y clasista. En ella se encontraban todo tipo de viajeros que emprendían una verdadera aventura entre vaivenes, saltos y crujir de huesos. Estaba guiada por un mayoral con grandes dotes en el oficio de conductor y conocedor de todas las triquiñuelas para llegar a su destino entre paradores o posadas. Este orgulloso personaje no solía ir solo, por lo general, iba acompañado por alguien para salvaguardar la seguridad de los viajeros ante bandidos y maleantes. Ya entonces se decía que algunas diligencias poseían indemnizaciones ante casos de pérdidas y extravíos, me imagino que las de la clases más pudientes, claro.








Y hablando de clases sociales, la diligencia tenía un sistema de tarifas para cada una de ellas, entre tres y cuatro, según posibilidades económicas. Se hablaba ya entonces de primera, segunda y tercera clase. Los asientos más cercanos al conductor eran considerados de primera clase, los traseros y los de la baca del techo eran considerados de segunda clase. Las más numerosas tenían hasta 22 plazas y las más rápidas podían hacer hasta 200 km al día.

La intimidad física tuvo que ser un hándicap importante porque ya por esta misma época al alemán Karl Benz le rondaba por la cabeza el primer autobús movido por combustión para que los viajeros tuvieran otras mejores y nuevas “experiencias sociales”.








Realmente a finales del siglo XIX y comienzos del XX la sociedad experimentó un profundo cambio. Los avances tecnológicos sustituyeron la tracción animal por máquinas de vapor y después por motores de explosión. El ómnibus, el todo para todos, ya es automóvil, más cómodo y más rápido, aunque aún seguirían los caminos sin asfaltar y plagados de baches.







Los primeros autobuses siguen teniendo carrocería de madera aunque ya con algunos asientos de cuero. Los bancos del pescante del techo seguirían siendo incómodos y el espacio estaría compartido con el equipaje.











El chófer aún tiene su cabina abierta por los laterales, bueno sí, fue un detalle que se cuidó más adelante, también para darle más intimidad, digo yo. En algunas fotos que he recopilado me ha llamado la atención la publicidad en los autobuses urbanos, un ejemplo de cómo se valoraba su popularidad ya en esta época. 










El autobús hispano suiza y los americanos ford y chevrolet fueron las primeras marcas viajeras, hechas a conciencia para sobrevivir a una guerra civil y a una posguerra hasta los años sesenta.


Anécdotas


Pasada la guerra civil española en muchas poblaciones la llegada o partida de estos coches de línea era todo un acontecimiento ¡Qué llega el correo! ¡¡Qué llega el correo!! Aún lo recuerda mi padre, es más, todavía de vez en cuando llama así a los autobuses provinciales y es que sus noventa años le obligan a revivir muchas cosas de entonces. 

Donde paraba el gasógeno se reunía una gran cantidad de gente no solo a recibir a los viajeros, sino a llevar o recoger paquetes o recados. Para los niños suponía su sueño futuro: viajar en aquel artefacto que excitaba la imaginación y les permitía huir de sus monótonas vidas. 

Contaba también mi madre que los niños y niñas se subían detrás de ellos, donde estaba la escalerilla; sobre todo cuando rodaban cuesta arriba iban tan lentos estos vehículos que era un juego divertido, así como subir a los columpios hoy en día, y en una de estas travesuras mi madre se cayó para atrás, valiente susto se llevaría que hasta perdió el conocimiento. 

En otras, contaban mis abuelos que cuando los viajeros pasaban cerca de los cultivos de cañas de azúcar daba tiempo a bajar a cortarlas y pelarlas para volver otra vez a subirse y seguir el camino entretenidos chupándolas. Ay esos viajes de antaño.

¿Que te ha parecido? ¿Te ha resultado curioso? Cuéntanos alguna anécdotas que te hayan contado. Un abrazo fuerte.








Con las fotos a color también aparecen los trolebuses,
 muy curiosos por cierto



OTRAS ENTRADAS CURIOSEANDO LA HISTORIA 

Comentarios

  1. Me ha encantado tu reportaje. Preguntaré a mis padres al respecto, a ver si recuerdan algo. Un abrazo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias compañera por pasarte, hacer rodar por los tiempos de antaño, ¡ay esos maravillosos años dirán tus padres! ya me contarás. Un beso Zarzamora.

      Eliminar
  2. Muy interesante y trabajada entrada, Eme.
    No recuerdo ninguna anécdota que me hayan contado, como te comenta Zarzamora, también le preguntaré a mi madre a ver si a ella si le viene alguna.
    Un beso, y feliz inicio de semana.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias Irene, bueno, si te cuentan algo tus padres, pues aquí te espero con las nuevas y en trolebus. Un beso.

      Eliminar
  3. Los primeros trolebuses que vi, los vi en La Coruña. En León nunca hubo.
    Es curioso, pero cuando te lo he leído estaba pensando yo que me cuesta mucho separar la idea de diligencia del Oeste americano. Y eso que las he visto en Galdós, en Baroja, En Valera, en Blasco Ibáñez y algún otro, pero diligencia es Oeste, e indios atacando.
    Interesante tu post y las fotos.
    Un beso.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Ay gracias Rosa por esas experiencias ¿has visto trolebuses? guau. Sabes, de pequeña vi los tranvías en Granada y ahora han vuelto de nuevo, bueno le llaman metro (aunque pasan poco tiempo bajo tierra jeje) esa imagen no se me olvida, a veces pienso que las soñé. Cuando viajé a Lisboa, el caso fue que no pude bajar de ellos, me trasladan en el tiempo, me hacían sentir bien, uhmmm...Lo de la diligencia ya es otra cosa. Un beso grande.

      Eliminar
  4. Estupendo reportaje, no volvería a ello, pero no obstante me queda unos buenos recuerdos de los viajes en autobús hispano suiza.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bueno, bueno, gracias Mari Pi por ese viaje al tiempo rodado, un beso

      Eliminar
  5. Que hermoso viaje en el tiempo y cuanto hemos aprendido!!felicitaciones por tan excelente reseña.abrazosbuhos.

    ResponderEliminar
  6. Un estupendo repaso histórico sobre este medio de locomoción. Aunque soy mayor, los únicos coches de caballos que he vivido son los de los basureros en Barcelona capital y en los pueblos, claro está, muchos carros a tracción animal, jeje.
    En Lloret de Mar, una turística población de la Costa Brava, donde acudimos con mucha frecuencia, hay una plazoleta, bastante concurrida, en la que hay un bar que tiene por nombre La Parada, y es que en ese lugar tenía su destino final un autobús de línea, que yo mismo, de niño, había tomado con mis padres. Desde luego debía ser un autobús de reducidas dimensiones porque no me imagino ahora uno de los autobuses que hacen el trayecto desde Barcelona maniobrando en tan poco espacio.
    En algunas cosas prefiero las costumbres de antaño, pero en lo referente a los medios de transporte, me quedo con los del siglo XXI, jajaja.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Josep Mª gracias compañero por compartir esas vivencias de niño, experiencias del tiempo que ahora en determinados sitios pretenden recuperar, lo veo complicado la verdad, la ciudad es tragada por los coches, desbocados a la velocidad, dejando su furia gaseosa, deshollinar su paso, eso, eso es harina de otro costal. Y es que eran otras velocidades con las que se rulaba por la ciudad. No podré visitarte como corresponde, estaré medio ausente por motivos laborales. Un abrazo compañero.

      Eliminar
  7. No ha muy lejos en el tiempo, yo todvaia los vivi, estando de maestra en un pueblo del Pirineo, !ah! y no a todos llegaba, haciendo que para viajar en ellos tuvieras que dar una buena caminata.
    pero son tiempos que se recuerdan con mucha nostalgia y con esos autobuses viviamos contentos y felices
    me encanta el artículo, un saludo

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Gracias jardinera de la vida, toda una experiencia debió ser esa que nos cuentas del Pirineo, me alegro con lo compartas por estos lares. Un beso Encinarosa.

      Eliminar
  8. Quizás esa nostalgia nos haya llevado a volver a los tranvias, aunque los hayan modernizado yo los veo como una reminiscencia del pasado

    ResponderEliminar
  9. ¡Qué buen reportaje! y muy interesante. No tengo anécdotas que contar, pero si me entero de alguna te la haré llegar. Un saludo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Bienvenida Nieves a este rincón de la imagen, la palabra y la nostalgia de tiempos soñados. Gracias. Un saludo

      Eliminar
  10. ¡Sensacional crónica, Eme! Jo, nos has provisto de una máquina del tiempo y mostrado la evolución de algo tan fundamental como es el transporte público. Al menos, el autobús. Viendo las fotos ¡eso es optimizar el espacio!
    De autobuses no recuerdo ninguna anécdota, pero mi padre me hablaba del tren que le llevaba de Sierro a Almería, de sus bancos de madera y de cómo de tanto en tanto se bajaban a estirar las piernas... con el tren en marcha. Andaban un ratito y se subían de nuevo.
    Desde luego, parece mentira que de todo esto apenas haya pasado cien años. A saber qué habrá dentro de otros cien. Un fuerte abrazo!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola David!!! compañero, pues me alegro que te haya gustado viajar en diligencia, es toda una aventura. Sï es cierto, siempre digo lo mismo: entre mis padres y yo hay una sola generación y cuantas cosas han ocurrido y sobre todo, cuantos cambios. Ni se me ocurre pensar que otros nos encontraremos y las nuevas generaciones, pero acuérdate de que también creían que el cambio de milenio traía el fin del mundo jeje o esas odiseas del espacio. Un abrazo

      Eliminar
  11. Hola Eme
    Vaya reportaje tan trabajado, las imágenes son fantásticas y las explicaciones me han hecho aprender cosas que no sabía.
    Esas diligencias que sonaban a películas de indios y vaqueros resulta que también las teníamos mucho más cerca.
    Besos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Conxita!!! y tan cerca, bueno, nuestros padres y abuelos. Es una curiosidad, vaya que han cambiando los tiempos ¿verdad? Me alegro que te haya resultado interesante. Un beso.

      Eliminar
  12. Emerencia buena recopilacion del transporte has hecho, fotos que hacen brotar la imaginacion y esas anecdotas, ja, ja, muy buenas.

    Imagino como le deben brillar los ojos a tu padre al narrarte esas vivencias, es como si la volvieran a vivir, mi padre recien cumplió los noventa y es todo un lujo hablar con el y escuchar sus historias.

    El recuerdo que tengo de los medios de locomoción mas antiguos, es el de los trenes para transportar la caña de azúcar en los ingenios, los veia de niña siempre que iba a San Pedro de Macoris y disfrutaba en grande comer caña, eran tan dulces, por lo demás ya habían carros y guaguas en mi niñez.

    Me gusto leerte y recordar esas vaqueradas tan famosas que vimos por televisión hace años atras.

    Recibe un fuerte abrazo querida amiga.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Idalia, gracias por dejar tus recuerdos; esa caña de azúcar que nos unía, qué bueno, allí perduró, aquí desapareció, pero los recuerdos de nuestros antepasados nos los dejan para que vivamos con ellos, para que seamos viajeros por un momento, viajeros de trazo lento. Gracias. Un abrazo

      Eliminar

Publicar un comentario

MUCHAS GRACIAS POR TU COMENTARIO

Entradas populares de este blog

EL HOMBRECILLO ROJO

COMO AUSTIN Y SHELLY

TEMPORADA ALTA