CÁDIZ Y SUS PLAYAS
De nuevo me sumerjo en el mar mediterráneo, paseo por alguna de sus playas y me atiborro de costa. Me fascina ese mar que cubre la tierra como manto de mineral salado, escarbando la costa y mellando orillas. Las playas tienen ese poder que atrapa (he escrito varias entradas de viajes y encuentros marinos, encontrarás los enlaces al final).
La costa gaditana es muy heterogénea, en ella encuentras todo tipo de enclaves litorales. Una gran parte de éstos se han protegido, son muy especiales. Hay formaciones dunares modeladas por el viento, algunas son verdaderos monumentos naturales que han permanecido en la fisonomía del paisaje. Estas dunas son depósitos de arena arrastrados por la deriva de las mareas y por el fuerte oleaje. Forman cordones, cinturones, que amarran y que ciñen todo el borde de la playa. La fina arena arremete contra la vegetación existente y la traga poco a poco; se amontona, se adhiere a las raíces, a los tallos, pero las plantas no se doblegan, con el tiempo se han adaptado a esta agresividad granular y a estos caprichos de los vientos marinos. A merced de éstos, las dunas envivecidas marchan campantes sobre las gramíneas cercanas a la orilla; se van deslizando lentamente por las delgadas hojas, quedando agazapadas, solo dejando entrever los duros y punzantes extremos de sus lanzas.
Hay aromas en el aire a romero y a sabina, a resina de pino piñonero, y un poco más alejados de la orilla hay sabores gin que embriagan, son los enebros marítimos, que discretos y pacientes están convencidos de que el tiempo les da la razón.
Y ahora procura que la luz
no te ciegue, evita, vomita esos brillantes reflejos marinos del mediodía,
refúgiate entre los taludes calizos al amparo de esas franjas de conchas fosilizadas, únicos testigos de aquellos fondos
marinos que aquí ya estuvieron.
Esta costa de la luz se
extiende desde la “cíclica” Chiclana de la Frontera, pasando por Veger, Conil y
Barbate y llegando hasta Tarifa, la puerta de entrada al continente africano.
Echemos anclas
y disfrutemos de algunas de estas playas.
Las más
llamativas y kilométricas son La
Barrosa y Sancti Petri. Parecen grandes llanuras
de interminable espuma blanca, donde los surfistas engarzan sus tablas y los
atardeceres estilizan sus trazos. En ellas la mirada se pierde en el horizonte y cuando caminas por su orilla da la sensación que no llegas nunca, no hay fin. Mis preferidas
son las calas pequeñas, como las de Conil.
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Esas que están recogidas en la intimidad de la costa, entre roquedos y senderos alejados del carril rodante.
Solo el capricho te lleva a su encuentro. Te asomas, bajas y dejas caer el tiempo. Algunas quedaron aisladas; los escalones que tuvieron en la roca fueron arrebatados por el fuerte oleaje. Estas calas tienen unos nombres curiosos: calas del aceite, cala de roche, cala del aspero, cala del pato,.. No es difícil encontrar en ellas algún ancla abandonada, alejada de la almadraba.
Si esperas ver caer el ocaso en alguna de ellas encontrarás una sinfonía alegre de colores naranjas, rojizos que se van tornando morado por el réquiem del día.
¡Qué
sería una costa sin un faro! Uno de los lugares más bonitos de la costa
de Cádiz, por su singularidad y belleza, es el Cabo de Trafalgar y Caños de Meca.
Ese saliente donde está el faro blanco es un tómbolo enorme de arena que rodea el islote. Bajo él existe una plataforma rocosas que se queda al descubierto con la marea baja. Es un lugar denominado el arrecife, lleno de curiosidades.
Hay formaciones circulares como si hubiesen sido talladas en la roca (cuentan que de aquí se sacaban piedras de molino). Son círculos dibujados por la marea, caprichosos, que siguen no sé qué extraños patrones de origen natural y de aparente vida efímera. Un baile de pies de elefantes marinos. Más cerca del faro, las algas verdes se peinan sus largas melenas extendidas sobre las rocas. La marea se adentra en resquicios, baja en tropel por la plataforma rocosa rompiendo en cascada. En este extremo del mundo la flota británica venció a la escuadra franco-española, sí, frente a este cabo de Trafalgar. Un dominio del mar, conquistó del miedo a toda costa.
Hay otras playas, no muy lejos, donde el viento parece arreciar más, abriendo verjas y pinchando cuerpos, como las de Tarifa, pero no son tan especiales, es un mundo de surfistas. Prefiero tomar una carretera al noroeste de Tarifa que te lleva entre llanuras y pastizales. Allí está, abierta a la historia, esa vista de la ensenada de Bolonia. Cerca de esa monumental duna, entre pinares, se encuentran las ruinas de una completa ciudad romana situada frente al mar, Baelo Claudia. No hay palabras para describirla. Observala, y siente lo que pudo ser el trasiego de los siglos por este tramo de costa.
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playa de Bolonia. foto de archivo |
Y hasta aquí este periplo
costero, no sin antes dedicar esta crónica de viaje a todos los seguidores de
este blog, algunos os despedís hasta la vuelta del verano y otros os quedáis por aquí. También os dejo una mención particular a aquellos que fertilizaron encuentros en esta primavera y que afianzaron lazos de amistad bloguera.
“Si el viento es favorable, y con este entusiasmo de
adolescente, voy a seguir el rumbo, ese que me llevará a descubrir nuevos
lugares. Mis velas me traerán segura a buen puerto; allí recogeré del buzón
historias para llevarlas a mi camarote, y en noches de mar calma con mi botella
de ron añejo y con el ojo de buey a medio abrir, me trasladaré por renglones,
prosas y versos con el sueño de ganar tiempo y ver si algún día alcanzara, por
fin, tierra firme donde anclar mi barco”. Yo misma
Otras publicaciones de la costa mediterránea:
Maravilloso como nos muestras las playas de Cádiz, se ven tan libres del ladrillo, libres de chiringuitos, solo hay naturaleza como me gusta a mi encontrarme las playas. Estuve por Cádiz solo una vez recuerdo El Puerto de Santa María. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Mamen, eres un sol. Sí realmente hay poca edificación en estas playas, al menos las más pequeñas que están protegidas. La próxima vez que vayas a Cádiz anímate a conocerlas. Un abrazo
EliminarLeerte hoy, bajo el filo del invierno gris en Buenos Aires, fue como dar un paseo salado y luminoso por la playa. Muchas gracias por describirla tan vivamente, Eme!!! Me llevo los perfumes que regalas ;)!
ResponderEliminarUn beso grande.
Fer
Graaacias Fer!!! qué bonito. Sí allí en Buenos Aires será invierno, bueno al menos puedes disfrutar este trocito de costa con sus luces y sus aromas. El perfume de enebro es uno de mis preferidos, ahí embotelladito te lo mando. Un beso grande!!
EliminarSoy una enamorada de Cádiz¡ He vivido en pueblo-ciudad-campo y espero pasar mi final por estas playas.
ResponderEliminarUn Beso
Gracias Ana por compartir estos recuerdos, no es mal sitio para seguir viviendo. Un beso
EliminarEmerencia, en este caluroso sábado que gusto da ver esas fotografías y playas casi desiertas. Muy bonitas, casi nos llegan esos aromas que describen tus letras. No conozco Cádiz ni sus playas pero espero pronto solucionarlo.
ResponderEliminarY espero en un próximo encuentro conocerte.
Un beso
Gracias Conxita por la visita, creo que somos las únicas que andamos por aquí de ese grupo de la primavera....Tienes que ir a Cádiz, es una gran desconocida, su ciudad y su costa, yo me enamoré de cada rincón. Besos
EliminarHola. Nosotros nunca hemos estado en las playas del sur, pero ahora nos hacemos una idea de lo espectaculares que son. Gracias. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Fran, cómo me alegra verte de nuevo por aquí y además, me ilusiona también que conozcas estas playas a través del blog. Merecen la pena disfrutarlas, espero que algún día podaís escaparos. Un abrazo
Eliminar¡Qué maravilla de entrada! Me encanta como relatas tu viaje por las costas de Cádiz. Es preciosa. Yo no he visitado todas sus playas, pero todo lo que he visto de Cadiz es una maravilla.
ResponderEliminarUN besillo.
Gracias María, me alegra verte por aquí. Sí que es bonita, pues nada a animarse, es solo proponerselo, con peques y todo, os iba a encantar, total es saltar un poquito de la fantasía de Almería hacia el oeste, no más, unas horitas ;) un abrazo
Eliminar"Cái" que dicen los gaditanos. La conozco y he vivido por allá un buen tiempo de mi vida.
ResponderEliminarDe sus playas conozco algunas, pocas, pero suficientes para haber visto desde ellas ocasos espectaculares y barcos a lo lejos.
Una buena entrada para un verano tan caluroso.
Besos
Hola Francisco, gracias por pasarte por aquí y traer tus recuerdos "cáitanos" Un abrazo
EliminarBellísimas playas e imágenes. Como siempre, un magnífico reportaje escrito y gráfico.
ResponderEliminarVisité hace muuuuchos años esa zona y conservo muy gratos recuerdos. Desconocía, sin embargo, la existencia de esas ruinas romanas.
Un caluroso abrazo.
Gracias Josep Mª es un gusto compartir estas experiencias con gente como tú y gracias por hacerme también partícipe de tu visita por estas tierras. Las ruinas romanas, Baelo Claudia, son magnificas y en ese escenario natural es algo indescriptible. Un abrazo
EliminarLas playas de Cádiz son espectaculares y la provincia y sus pueblos blancos ya son para desmayarse... quizás por eso me escapo todos los años allí de vacaciones ;) ;)
ResponderEliminarMuchos besos
Hola Erika, qué bien que compartas conmigo esos viajes por tierras gaditanas. Sí los pueblos blancos de toda zona, desde Málaga a Huelva conservan ese encanto serrano, en otra ocasión también fui a visitarlos, te paso el enlace. Un abrazo
Eliminarhttp://viajeyfotos.blogspot.com.es/2014/02/pueblos-blancos.html