LAS MOSCAS DE LA GRISALLA

Las motas de polvo aporreaban aquel cuarto de paredes grises; las únicas empeñadas en dar vida al abandono existente. Unas moscas desbocadas se unían a ese baile, acorralando al mudo silencio. Solo el viento chirriaba, parecía gemir a través del ramaje del cinamomo. Y yo debía de seguir buscando, tenía que encontrarlo, y no había otra luz en aquella maldita casa, solo las de aquellas rendijas. Quise forzar la apertura de las ventanas, fue inútil; estaban cerradas por fuera, selladas frente al intento de dar calor a la agónica casa. No me acobardaba buscar a oscuras, lo que no soportaba era tropezar continuamente con la orfandad que había allí. El tiempo iba en mi contra. Subí las estrechas escaleras como buenamente pude mientras las malditas moscas melladas no dejaban de perseguirme. Intentaba apartarlas, pero con ese gris casi negro a mi alrededor no veía donde pisaba. El suelo crujía a cada paso. El ajedrez de losas sobre el entramado de cañaveras parecía desmenuzarse ba...