NOCTURNIDAD Y ALEVOSÍA

—¿Tú estás segura de que es por aquí? Intentábamos entrar allí todas agolpadas las unas contra las otras, me sentía como si formara parte de una masa de fideos a punto de reventar. Yo debería haber sido la guía del grupo y me desesperé, preferí entonces darme la vuelta y entrar por el sitio de costumbre. Ya en el interior fue entonces cuando lo vi. Aquel barrigón estaba con sus posaderas perfectamente encajadas en la apertura del trono y por un momento intuí que empezaba a alertarse. —¡Dichosa raja! —el barrigón miró al techo sin mover cabeza y luego los iris como pelotas de tenis pasaron de un lado hacia otro. Su piso era uno más de aquella pequeña Venecia que tanto nos gustaba: bloques de tres y cuatro plantas que flotaba en ese suelo acanalado, emponzoñado y del que tras una imperiosa invasión intraterrestre nos hicieron salir en estampida. No habían pasado ni tres meses desde que comenzaran con las obras de mej...