LA DAMA DEL BASTÓN

Odio decir esto. Sí. “El amor es ciego”. Si no fuera por Mozart… No soy ni Genoveva, ni Salomé. Puesta a elegir, me gustaría ser Dorabella, o Elektra, pero simplemente, soy la dama del bastón. Nací con la mirada torcida. Y crecí mirando hacia el infinito. A mí, no me importó. Pero a mi madre sí. Mis ojos iban a la contra de lo normal. Me diagnosticaron una ceguera inminente al acabar de nacer. Con el tiempo se quedó en una mirada a medias, aunque en el fondo de mi retina, veía un poco más de lo que la gente creía. Y por mucho que se empeñasen en ponerme antifaz sin vivir carnaval alguno, nunca tuve miedo a caer ¿Las estrellas?, algunas veo cada noche. ¿No sé por qué piensan que los ciegos no sentimos? Vivimos las sensaciones amorosas mucho más que la gente “normal”. Y para esto no hace falta contar las camas en donde me he acostado y en las que no quise nunca estar. Más vale hablar de las que gustan amanecer en ellas, donde el...