LA MUJER DE UN SOLO OJO

La criatura olvidada en la torreta cierra el portalón de madera, tira fuerte de la aldaba de cisne, ajusta el bronce y la comisura. La criatura baja con los pies doblegados al húmedo brocado de la calle, despacio, ha tomado las escaleras esculpidas en la roca, las que zigzaguean sobre las palomillas de los muros, las linarias lilas, inapreciables. La criatura parece que se escabulle en las sombras del barrio alto, va en silencio, solo el sutil roce del faldón roza en sus adolescentes piernas. Cuando su trazo oscuro baja por el musgoso arco de la Puerta cerrada son las ocho de la mañana. Sigilosa toda ella evita dejar huella en esa calzada empedrada aún con el fresco rocío de la noche llena. foto archivo Es una cautiva de su atavío, pero lícito a su voluntad. Ella es esa prisionera eximida de un tiempo pasado con sus grilletes adornados de falso tafetán; inocente de las circunstancias aciagas, porque no tapa desgracias, no hay viruela en su...