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Mostrando entradas de 2019

El BOTIJO EXPRESO

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Dos amigos a punto de partir. Be, Te. Son sus iniciales. El final, una playa. En medio el alegreto, el pasaje, y el viaje.     —B. Hace un calor que encrespa el flequillo. No hay quien duerma por las noches, y mira yo las ganas que tengo de ir a Alicante.     —T. Bufete, no te quejes, por una vez que La II Isabel hace algo bueno y nos lleva lejos.     —B. No es la reina, no te equivoques Talegón, es El Ramiro.     —T. El Mestre Ramírez nos costea unas vacaciones “botijiles” y te quejas.     —B. Lo que es, es un tacaño y un miserable.     —T. Ya sabes lo sui géneris que es. Dice que el viaje es la bomba, que quién ha ido ha sanado con el yodo del agua. Ya lo llaman a este viaje el archi-botijo. Agua fresca y mar de yodo.     —B. Y todo para ahorrar unos cuartos, según El Ramiro, a la sociedad.     —T. Venga, tira pá el tren, vaya que encima se va y nos deja aquí.     —B. Talegón, que este viaje es para que no se le ponga malo nadie. ¡Qué llevamos una con

PENSAMIENTO DE CARACOL

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—Dígame, ¿usar este ingrediente es por algo?, ¿algún trastorno quizá? No me mire así, es broma. Es que baba como aglutinante pues... Bueno disculpe sí... «No contesto. Un paranoico no contestaría». Piensa el maestro. Y sigue con su técnica artesanal. Ya ha pesado las proporciones exactas; utilizado la moleta con base esmerilada y ha deshecho el amarillo de Marte y el azul ultramar. Después ha añadido un toque de creta blanco y realizado unos movimientos circulares, muy precisos, rodados sobre la superficie del recipiente. Todo bien desleído con agua mineral. Incluso ha rebajado después la tonalidad con más creta. Está ahora justo en este punto que ha sido interrumpido por su aprendiz. Ahora el maestro mezcla la baba  con un poco de agua templada, dándole el grado exacto de consistencia. No muy convencido, añade dos gotas de glicerina y otras tantas de aguamiel, tal vez para dar más plasticidad. Ya parece que está todo.  —Casi. Falta con la espátula prepara

DONACIÓN A LA JAPONESA

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    —Tipo raro ese nipón —añade el camarero mientras el mostacho de pelo le timonea la calva—. Masaiko José  —engulle la risa —venía, no a beber precisamente, ¡el muy cabrón! Quedaba aquí con El Cachopin. Están juntos ahora en Tokio, ganando mucho plantan-dó arbolitós. Maricones.     —Ya sé suficiente.     La mujer aprieta los ojos mientras suelta su cerveza y cinco euros en la barra. Se despide con un amago de sonreír tirando de su bolso.     —Una mujer potente, siempre que se la vea de espaldas, “jjj-stup” —murmura el camarero sonriendo y escupiendo sobre un trapo mugriento que coge de la cintura para restregar sobre la superficie de la barra.     Coral Tsata, nerviosa, fuera del antro, aplasta el índice sobre su diminuta nariz alzada; abre las dos grandes depresiones nasales y expira el aire contenido. Pasa el dorso de la mano limpiándose y se abrocha hasta el cuello su chaqueta de piel sobada. Quiere recuperar lo que le debe. Era el último sitio que le quedaba por

CHITICALLA

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Los rulos se los coloca con la destreza de costumbre mientras que repasa mentalmente la lista. —Sopa, rape, escarola, pan. El secador se desliza sobre el cepillo redondo desgarrando la finura de sus cabellos. Intenta ponerle volumen a su inflexible coronilla. Le humea un solo pensamiento. —Huevos, pollo, fideos. Mira de reojo. Un recorte rápido del flequillo. Se le enojan las cejas y se le eriza el cogote. Hoy llega él más tarde de lo habitual. Ella cierra los párpados y empequeñece la mirada. Se muerde el labio escondiéndolo entre los dientes. Sus manos dejan caer el cepillo y se posan sobre la silla. Se sienta cruzando las piernas. Baja la cabeza y aprieta los labios. Sigue inmersa en su callado silencio. —Ajo, estramonio, cianuro. Él se va a dormir. Cuando comienza a chirriarle los dientes, ella sigilosamente  con pisadas cortas  se levanta de su lado. Sus puños cerrados se abren y termina de devorar su bocadillo de humillación. Va hasta e

RELATO CON FONDO

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Somos una familia rara. Nos apodan Los Duendes y no pensamos extinguirnos.  Nadie ha ido más lejos sin salir de casa. Nos empleamos a fondo. Ayudamos a salir de aquellos hornos a los de la estrella de David cuando los nazis ocuparon nuestros dominios. A Frodo se lo presentamos nosotros a Tolkien. Aunque después no contó en su libro de quién era hijo  verdaderamente el Bolson  a venturero.  El caso fue que encontró el anillo en nuestros dominios, muy lejos de esas montañas nubladas. Y no hace falta esperar a 2030 para conocer los habitantes de Marte. Ellos viven entre nosotros desde hace tiempo y son los antecesores de muchos de los que presumen en la superficie de ser normales. Nuestros descendientes están ilusionados con estos grandes logros de nuestra estirpe. Y sin miedo alguno a desvelar nuestros secretos de la existencia humana. Ya han comenzado a subir y bajar por las galerías ocultas del metro quienes nos ayudarán a darle luz necesaria a la nuestra. 

HAMPÓN PIRULERO

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Es un echo. En el parque hay un mudo cuyo nombre empieza con H. Con buena honda. Hoy lo he conocido. Le he dicho ola. Y he sentido que he herrado en mis juicios sobre las personas. Ha sido como allar una bolsa de reciclaje en el metro viajando de la estación Lavapies a Callao. Y yo soy de las que opina que no hay que rehusar el saludo a nadie. Ni que arte. Si no te contesta. Lo he sentido como el que hala la puerta en el escenario y hace de muerto. Yo creo que es de las personas que gira en torno a cosas inexistentes. Hora si, ora no. Abita en si. Y mira que ablando es cuando se entiende la gente. Pero él y su h acen la diferencia. Pintura de Ángel Haché

DESARREGLO DE SENTIDOS

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Por el último agujero alcé mi corto cuello y salí. Llevaba tiempo que no sentía ningún movimiento nuevo sobre mis espaldas solo el peso de la tierra que soportaba. Era una melancolía, como un otoño perpetuo. Día tras día. Con un sentido caduco y a la vez permanente de las cosas. Harto de comer tierra y lombrices deseé entonces arrancar con mis largas uñas algo más grande que aquel silencio. Mi vista ciega se definiría entonces con un nuevo orden de conos y bastones. Mi padre decía que no era digno de la luz, era rata, era topo. Me tapó los ojos antes de nacer para no ver más allá y me hizo sentir que debajo de mi pelaje negro no había nada más. Yo quería escapar de esa oscuridad, no sentir solo la noche. La grandeza no podría estar en esa atmósfera asfixiante; la grandeza debía de estar fuera, donde crecían las plantas, esas plantas a las que yo engullía por sus raíces sin conseguir alcanzar ni uno de los rayos que ellas atrapan. A pesar de nacer tocando el suelo

EN EL MUNDO ANIMAL HAY SUS CONTROVERSIAS

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Una noche que se cortó la luz encendí una vela. La madrugada la pasé haciendo sombras chinas en la pared. Una liebre y una tortuga aparecieron; entonces cogí un lápiz y la liebre comenzó a correr, pero algo debió de pasar porque la tortuga le alcanzó. A los pocos días estaba en un taller de escritura para descubrir que le ocurría a mis sombras. Allí me dijeron que había creado una fábula. #historiasdeanimales

VERDUGO Y SENTENCIA

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El atlas se desencajó partiéndose en dos. Le seguirían el resto de vértebras al giro de la manivela. El garrote iba apretando el collar conforme sucumbían las fuerzas del verdugo hasta que no pudo girar más. La bola del tornillo dejó de avanzar. No habían contado con su corpulencia. El cuello del villano era más grande y fuerte que las  fuerzas del verdugo. Se mantenía erguido dentro de aquella capucha negra. El verdugo comenzó a sentir mareos, tuvieron que emborracharlo para que cumpliera su cometido. Volvió a colocar ambas manos y de nuevo, las puntas de alcachofa giraron. Aquí comenzaría la agonía del reo hasta que el tornillo entrara y se incrustara en su columna vertebral. Se le reventó la tráquea soltándosele las cuerdas vocales para dejar salir su último sonido de debajo de la nuca « jhjhgg » y el descuelgue de la mandíbula. Veinte minutos tardó en morir asfixiado hasta el coma cerebral. El Corujo, el verdugo “de plantilla,” acudió al despacho de la Audiencia a r

EL TRAJE DE LUCES

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Ras, ras. Se acabó el traje. ¡Mira como me veo, hinchada hasta el estribo! Sensores intuitivos ¡¡al carajo!! Y encima los fantasmas se niegan a abandonar totalmente mis vísceras. Mil euros a la mierda. No se cómo me dejé convencer en aquel dichoso  simposio .  « Conseguirás volar, planear como una grulla, es un traje mágico, lo cura todo », pero ¡si yo solo pretendía  echarlos! Fuera de mis intestinos, hígado, estómago, páncreas, pulmones ah, y por no hablar de mi corazón, éste sí que se queja últimamente. Estos fantasmas recorren mi cuerpo como un edificio de oficinas vacías. No hay forma de pillarlos. Me dijeron que con este traje de luces ya no tendrían escapatoria. Todos estos ocupas de mi cuerpo se irían, saldrían como globos sondas por el ano, en una ventosidad, y si no por la boca, disfrazados de eructo. El caso es que al principio si respondía bien el invento. Me vestía el traje, cremallera cerrada, listo; esperaba unos segundos y se iban encendiendo