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Mostrando entradas de abril, 2019

LOS INHALANTES DEL CALENDARIO

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Día 28 (…) Trabajar en una droguería ha sido lo mejor que he hecho. Hay mil placeres de formas y colores, diferentes tamaños y toodos ligeros: lacas, desodorantes, ambientadores. Duulces todos. Adoro los nitritos de amilo y butilo, son un amor... ¿El popper? ¿Conoces los poppers? Quién lo diría, mira la mosquita... también, esos me ponen alerta, aunque mis preferidos son las cápsulas desodorantes...   ¿Oye fumas? ¿Tienes fuego? Mira… bonito, se nota que tienes pasta ¿eh? Yo colecciono encendedores… Su olor… Si quieres, podemos quedar luego, tú olor tampoco anda mal del todo... vale, ¡qué estrecha! Hay que probar… También inhalo ambientadores, cloroformo y globos de la risa. Ah, los globos de colores, hermosos e inofensivos. (…) Todo comenzó con la repostería, la culpable. Empecé a usar el sifón, óxido nitroso, esas espumas frías y calientes, de mango, frambuesa, con nata, para hacer merengue ¡Calla, que estoy! los esponjosos bizcochos y las cremas batidas…pá comerte… Día

LA FLECHA DE NOTRE DAME

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Cruje la madera. Saltan chispas. El pesado entramado del ático se ilumina con un rayo crepuscular gris y las fibras de celulosa crepitan; su corazón interno se deforma como una falla. Los espíritus huidos de la revolución se movilizan, dejan la guarida, aquí fueron indigentes por siglos y ahora, huyen, salen por los huecos estrechos que dejan los pasillos de las buhardillas. El ensamblaje de vigas, apenas iluminado por los ventanucos, se comienza a deformar. El humo satura el vacío. La campana Enmanuelle enmudece mientras que el monstruo de cola larga que agarrado al tejado estuvo, ahora cae al vacío. El dragón apagado atraviesa el tétrico andamiaje, ese postizo de la renovación, del que ahora se sospecha como causa y origen. Las nubes de humo se enfilan desde el interior, salen por el orificio que ha dejado el estallido del rosetón. Caen lágrimas multicolores como bengalas apagadas, sin estelas doradas, ahora ya en el suelo los fragmentos son únicamente tizne. L

EL TRANCE

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El único sonido palpitante en la sala es la cámara fría. Fuera, un sol abre el día con un piar y un viento batiente. Ella sola. Solas, ella y yo. Dos en una sala que aguarda y es una estancia vacía. Cuatro sofás negros, cuatro sillas y por el gran ventanal hay dos palmeras, dos cipreses que asoman como postigos de centinelas. Dos más dos son cinco, porque hay un cuadro, una pintura que arrastra ese color negro de la sala, un pictograma entre cielo e infierno, rasgado en azul y que a brochazos deja salir una nube amarilla, un sesgo que se oblicua en rojo y una uve negra que se agranda, en uve de vencida. El suelo gris de la sala se deja ondular por el calor mientras el azul del cuadro se derrama sobre el negro. Un lago escondido va tras la nube y un fuego fatuo está en espera a que pase la nave funeraria. Unas pisadas quiebran el espejismo, son los vínculos que llegan, entre ellos tantas vidas ajenas. Mientras que la vida y la muerte se abrazan, hay llantos que desp