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Mostrando entradas de enero, 2021

ARCADIA

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Nació en la inmensidad.  En el abismo. El mar es su hogar, su alianza atávica. Mil razones son y mil eran sus ancestros.   Su genética, es origen.  Su cuerpo, agua viva. Cada gota salada enluce su silueta. Y su cromática, sin ser espíritu, la hacen digna.   Es la sirena. La criatura redimida siempre al mar y al meandro. Es corriente al abrazo de olas y mareas. Un arco iris la abraza.  Un tatuaje marcado. Arco escapado del río.  Abrazo regalado al mar.   Ella es la que espera. Cerca de la roca o dentro de la marina cueva. Arcadia se llama.  Y se la ve más nítida en la pausa del mediodía. Cuando las sombras se hacen más cortas. Cuando se entrelazan las caderas del agua.   La sirena, ondina excepcional.  Cacofonía. La que levita en el blanco lecho de rocas pulidas. Piedras talladas que no presumen de pertenecer a ningún artista.   Dicen los poetas de ella que es un suspiro de la mar. Incluso hablan de que está envuelta en lamentos. Pero no están en lo cierto.  La agonía marina no existe.

QUIJOTE DE HOJALATA

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  Esta es mi  Felice  contribución a Miguel de Cervantes, célebre escritor de todos los tiempos. Un humilde visaje para que no caiga en el olvido. Su conocido personaje, D. Quijote, me lo encontré en uno de mis viajes turísticos por tierras manchegas. Sentado, muy pensativo, cerca de Puerto Lápice, vigilante de sus desaforados molinos que él tan vehemente ajusticiaba. Allí, me contó el secreto de sus cantigas y locuras. Secreto que provenía del dulce aroma del mosto de estas tierras manchegas. Después de ver los hermosos molinos de Consuegra, no acabarían aquí estas aventuras viajeras. Heme aquí que me topé de nuevo al ilustre. Este hidalgo está por todas partes en estas tierras. Esta vez, lo hallo por las calles de Almagro. Ciudad noble, manchega, lugar de tránsito de caminos y rutas. Sede del arte del teatro. Por eso estaría por aquí nuestro caballero, maestro de amores, batallas y locuras. El caso es que allí me lo encontré, bastante tieso y enfadado. En lo más alto de un tejado. Y

ABSENTA Y RABIA

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  Hacía su voluntad y yo, lo soportaba. Aborrecía sus manos. Esas falanges hinchadas, devotas al placer y siempre, agarradas a ese vaso ribeteado de minúsculos rombos plomizos. Alcanzaba un grado de embriaguez tal, que el razonamiento le llegaba solo, a deducir la distancia mínima a ese vaso. Su hinchado vientre, más de una vez le evitó caer de boca, en su propio cólico. Día tras día, mi vacío se llenó de odio. Pero tranquilo, haré la declaración. ¿Qué? ¿Cuál era la relación con él?  Fui su amante. Yo “era la, evocadora, de sus mejores estrofas mundanas”. Eso decía él. Mentía. Durante una década me devoró mi joven corazón, incluso parte del cerebro . Pero me queda el suficiente para aborrecer el alcohol. Ahora, ya no bebo. Solo jugo de manzana. Eso sí, con espíritu de Afrodita.   Me embriago con la virtud que otros hombres me dejan. Y son muchos.  Cuando él termine de ahogarse en su repulsiva vida, yo… Yo, ya no estaré para recoger sus pedazos.  Sabe, fue el vodka lo

AL OTRO LADO DEL ESPEJO

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  Una fiebre fría bañó mi cuerpo. Comencé a engullir miles de peces. Me agarré la garganta. Me atragantaba. Entonces escuché el eco en el fondo de la cámara oscura. Se cumplió de nuevo el pronóstico ¡Bravo! ¡Bravo!  La cascada de aplausos me ensordecía. Y el zumbido se metió de nuevo en mi cabeza. Ese extraño rumor entre el público… Tras la reverencia, salí corriendo, abrazada al tul, dejando atrás el escenario. Hacía poco que, al final de cada baile, me ocurría algo extraño. Las primeras veces fue el fuego. Me quemaba. Ardía por dentro. Luego fue aquella tierra. Estaba bajo ella y brotaba como una de esas semillas. El jueves pasado terminé flotando, elevándome en el aire. Una sensación de patinar, pero sin suelo. Y ahora, agua. Hay razones más que sospechosas para pensar que no soy una bailarina como las demás. Quiero convencerme que no es ningún mal. Pero en la noche, tras acostarme, descubro las curvaturas extrañas que mis piernas están adoptando. Miles de gotas se derraman desd

PAREJA DE DAMAS

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Ese vestir siempre de traje estaba adaptado a insinuar las mínimas curvas y a evidenciar unas piernas la mar de flacuchas. Una mujer resuelta y decidida, a veces, resbaladiza, y tremendamente sensual. Así era ella. Solía llevar un adorno de ojo de tigre sobre la solapa. “Hay que mirar al tigre a los ojos”, decía, con su mirada franca, sin dobleces. S iento que la echo de menos. Mi colchón sigue moldeado a su cuerpo. Nos conocimos por casualidad, en una lavandería. Conectamos de inmediato. Después de hablar un buen rato, de todo menos de trapos sucios, quedamos al día siguiente en un cafe-bar, “La nube”. Era su preferido. En la mesa, un café brulé , brandy quemado con piel de limón y café solo. El café era su aliado; le rescataba de sueños pesados. Giraba la cucharilla sin hacer ruido en la taza. Según ella, se rompían los espirales del sabor. Solía sentarse cerca del ventanal. Le embebía la calle y hacía oídos sordos a conversaciones ajenas. Al observarla, daba la impresión de no espe