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Mostrando entradas de agosto, 2020

LUCIÉRNAGAS

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«Ya dejaré de resbalar. No habrá más barro». Sentada en la hamaca, la que había sido mi cama durante aquellos días, pensaba en la despedida. Limpiaba mis botas. Las dejaría allí, en aquel rancho, junto a la mayor parte de mi reducido equipaje. Me rodeaban los cuatro niños. La niña más pequeña me miraba con una sonrisa traviesa, estaba feliz. Su madre, le había puesto el único vestido que tenía; uno blanco inmaculado con volantes en la falda, y también calzaba zapatos blancos. La hermana, tímida, se escondía en su gran moño rojo. Era fiesta para ellas. Solo los dos niños seguían descalzos, el mayor, sin camiseta, con sus amuletos colgándole del cuello. Así solían estar todos los días, acostumbrados a sentir la lluvia en el pecho y las raíces bajo los pies.   Entonces yo cruzaría la frontera con Guatemala y ya no volvería a verles más. Había obsequiado una ofrenda al destino y me dejé llevar por él, como lo hacen las luciérnagas en la noche oscura tropical.   Tenía un espíritu

LA ESCRIBANA

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Soy mujer, prolija en los detalles, pero tengo el vigor de un hombre. Y todo porque mi corazón trasplantado sueña por las noches con Rosalía. Ya me he acostumbrado a él. Corro cada mañana feliz con un compás que nunca llegué a pensar que pudiera tener. Y mi sexo, está ahora tan ligado a mi mente que aúlla cuando lo desconecto.  Se ha hecho mi aliado en todas las maniobras que ejecuto al día. Y créeme, son muchas. Mis amantes tienen un corazón sano. Cuando estoy con ellos copulamos de forma apasionada, aunque en el fondo, yo se que alguno que otro se acuerda de las enormes tetas de Roberta, la anoréxica. Y para otros, todo queda en un simple comerme a besos, lamerme sobacos y pellizcarme los pezones. La Escribana me llaman. Y he visto mi vida resurgir tras la operación. La llevaba con un pésimo argumento hasta que cambie de corazón. Ya me olvidé de aquellos soporíferos ardores sexuales que no llegaban a nada, solo a zozobrar en la cama igual que un navío en un mar en calma. Tuve u

ES LA HORA

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Subidme a la sierra en una de esas noches tercamente estrelladas. Allí donde delimita la frontera de lo invisible. Allí, en lo más alto, donde el silencio apague voces, gritos y semanas blancas.  Subidme, que quiero lanzarme por la cumbre en una silla vacía y con las nalgas al viento. Trotar en el aire. Que no haya más huellas, solo mis pisadas en los caminos abiertos de esas montañas.  Subidme, pero hacedlo cuándo las nieves ya no resbalen, y las lagunas comiencen a ausentarse. Que entre la nieve y la piedra hay establecida una perpetua alianza. Se derrite la una y la otra se resquebraja. Subidme donde la refracción sea solo la de la propia pizarra. Allí, seré capaz de tasar las joyas de vida más diminutas y admirar sus detalles. Allí, donde la perfección se afana tozuda en sacar fuera la verdadera primavera. Subidme que ya se acerca la hora. Que quiero ver como la intimidad pétrea guarda celosa sus Arenarias. En los rastros del agua veré brillar las Estrellas. Que quiero mira

MENOS PAUSIA

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  Uf, qué mareo ¿Y esto? Las sábanas están mojadas Y mi ropa.., empapada Pero, ¡¿qué tipo de sueño he tenido?..! ¿Erótico?, o ¿fantasma-górico? Vamos, que esta noche no he pegado ojo. El caso es que… estoy así, como muy caliente. ¿Fiebre? Esto es fiebre. ¡Parece que tengo una estufa pegada en el pecho! Me da, un no se qué…. pero si hasta tengo ¡taquicardia! Nada, nada. Esto no es nada. Positiva. Positiva. Una buena actitud lo cambia todo. Una ducha y como nueva… Y el caso es que… este sopor del cuerpo me da que, no se me va a quitar tan fácilmente. Me viene así como unas ráfagas para arriba… ¿Y esta gota de sudor que me cae por la ceja abajo? Cuando me suda el bigotillo, mal asunto. Ufff, es como si tuviera alfileres en cada poro de la piel. Algo raro me está pasando. Aire fresco, sí eso, aire fresco en la cara y en el pecho (coge el abanico),…¡qué calentón de cuerpo por dios! Me estoy derritíendo por momentos. ¿Y no será que han subido las temperaturas y yo no me he

LA ÚLTIMA MORADA DE LAS NINFAS

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Hace mucho, mucho tiempo, la tierra perteneció a las criaturas del bosque. Gnomos, elfos, faunos y hadas; duendes y ninfas. Criaturas juguetonas que cuidaban de los animales heridos. Bailaban y cantaban. No había disputa entre especies que ellas, no solucionaran. La humanidad aún no había nacido. Pero cuando lo hizo, estas criaturas fueron relegadas a ilustrar páginas de cuentos; a convertirse en meras leyendas de la tradición popular.   En esa humanidad, aparecieron los Nadie, los dueños de la nada. Supersticiosos, sin arte ni cultura. Los Nadie acabaron con gran parte de los bosques y contaminaron las aguas. Y estas criaturas fantásticas se desvanecieron, o al menos, eso pensaron algunos. No todas se fueron. Y no se convirtieron en un sueño vencido, como creyeron. Quedaron las que adoran el agua. Ellas están en el lago y la cascada. Criaturas que a veces se insinúan cuando las corrientes se agitan y forman remolinos en el curso del río. Son las diosas