LA ESCRIBANA
Soy
mujer, prolija en los detalles, pero tengo el vigor de un hombre. Y todo porque
mi corazón trasplantado sueña por las noches con Rosalía. Ya me he acostumbrado
a él. Corro cada mañana feliz con un compás que nunca llegué a pensar que
pudiera tener. Y mi sexo, está ahora tan ligado a mi mente que aúlla cuando lo
desconecto. Se ha hecho mi aliado en
todas las maniobras que ejecuto al día. Y créeme, son muchas.
Mis
amantes tienen un corazón sano. Cuando estoy con ellos copulamos de forma
apasionada, aunque en el fondo, yo se que alguno que otro se acuerda de las
enormes tetas de Roberta, la anoréxica. Y para otros, todo queda en un simple
comerme a besos, lamerme sobacos y pellizcarme los pezones.
La Escribana me llaman. Y he visto mi vida resurgir tras la operación. La llevaba con un pésimo argumento hasta que cambie de corazón. Ya me olvidé de aquellos soporíferos ardores sexuales que no llegaban a nada, solo a zozobrar en la cama igual que un navío en un mar en calma.
Tuve una pareja durante quince años y se
me caducó el corazón. Ahora me hago pedazos en las manos de mi amante, sea el
que sea. Enciendo el fuego. Me pulverizo de placer. Y ya no me importa si hay
Robertas o Brunas. Mi vida se centra en un protagonismo que hasta ahora nunca
había tenido en mis relaciones sexuales. Le doy el castigo al cuerpo que me
merezco y, la luz de la habitación, si está encendida o apagada, la verdad, me
importa un pijo.
Algunos
me preguntan por qué me llaman la Escribana, yo les cuento que he dedicado
parte de mi vida a redactar cartas y testamentos. Lo primero, lo entienden, por
la edad, de lo segundo, desconfían, y no preguntan más. Creen que soy amiga de la
muerte.
En
el fondo lo que no saben es que les drogo. Si, lo hago, a todos mis amantes, con
burundanga. Los someto a sus efectos alucinógenos. Se vuelven sumisos. Uso la
suficiente dosis para no provocarles ninguna deficiencia cardiaca. Soy muy
comprensiva con su órgano palpitante, por motivos obvios. Mientras están
zombis, quedan reducidos a mi voluntad y les robo la memoria. Con los efectos
de la droga se entregan enteros a mi placer y a la fuga exacta de mi deseo
sexual. Después, suelen caer en un placentero sueño.
Tengo
la costumbre de morderme el dedo índice izquierdo. Lo meto entre los dientes
mientras contemplo el cuerpo yacente de mi acompañante después de follar con
él. En la otra mano suelo tener un calimocho. Se refresca el ambiente y sacio
mi sed tras desatar pasiones. Por lo general, la habitación queda cargada con
un aire a gambón frito. Es cuando debo abrir la ventana para que la brisa marina
entre y se amanse la polvareda por las sacudidas de nalgas y salpicón de
fluidos.
Después,
me quedo quieta, recostada sobre el codo derecho, viendo relucir el trasero
desnudo de mi amante. Y ahí sigo con mi lujuria. Le voy dibujando con la mirada
el contorno de la espalda empapada en sudor. Ese cuerpo derramado entero sobre
las sábanas es como si se encontrara vacío de sensatez, un niño inocente, tras
liberarse de deseos y vicios. Cuando él despierta, lo hace con un escaso gramo
de emoción. Hasta que va recuperando la conciencia. Le doy un calimocho para
disfrazarle el olor de mi sexo salado en su boca. Nunca, ninguno recuerda nada
de lo que ocurre en la habitación.
El
sexo fue muy bien con todos ellos hasta que él llegó.
Yo no contaba que iba a conocer a Mauro. Al principio era como todos. Un día llegó a decirme que alcanzar el clímax para él, era como meterse en una bolsa de patatas fritas y encontrar la bolsita del premio. Que mi cuerpo siempre está a punto de sal. Estar conmigo, decía, era como zambullirse en el mar Muerto, flotaba de placer. A veces, se paraba en ese momento de la tormenta, en ese ahogo de goce entre la vida y la muerte, créeme conozco bien ese abismo. Y mi almeja, delicada, con un remolino espumante, agonizaba durante minutos con las valvas abiertas de par en par esperando su percebe. Tal vez por eso, como un pescado, yo le quitaba el anzuelo de la boca después de despertarse del sueño que le provocaba la burundanga.
Pero, lejos de ser un amante particular, se estaba
convirtiendo con el paso del tiempo en otra cosa. Mauro me había trastocado mi
rutina sexual; yo sentía que me había mordido en el corazón.
Era
el cuarto encuentro que teníamos de sexo y resultó, imprevisible. Es el riesgo
de estar conmigo que nunca se sabe. Cuando niña creían que tenía trastorno por
déficit de atención, tal vez haya sido eso, puede que me quede algún remanente
y entonces, no calculase bien la dosis de burundanga, o tal vez, fuera el
efecto de la mezcla. El caso, es que nunca se me pasó por la cabeza que iba a
hacer yo si algo fallaba. Por eso esperé a que él se despertara.
Este
hombre, la verdad, sí que me importa. Mi lengua viciosa sobre su glande resbala
una y otra vez, encendiéndole una llamarada. Después, empotra su sexo marinado
ardiendo en mis nalgas como la espuma lo hace en una playa.
Y
mira que lo pensé. La ketamina sobraba. Pero él se empeñó en tomarla. Nos llevó
dos días consumidos en una euforia sexual y un placer más allá de los límites. Y
es que tanta ansiedad de orgasmo también se paga.
Ahora, resulta que él ha perdido la conciencia y no sabe dónde está. Dice que alguien
le persigue. Está como trastornado. De nada sirve ya hablarle de marisco, ni
salpicón, ni frituras de pescado. Ahora, habla de sabor a estrellas.
Espero que esta intoxicación no afecte a su corazón. Yo, por si acaso, por las dudas, estoy pensando en llamar al notario.
Espero que te haya gustado. Es el segundo relato que hago con tintes sexuales-eróticos;
Te paso el enlace por si te animas a suscribirte, es muy fácil y rápido, pinchar, (campanita-todas) y likes, así yo se que te gusta el contenido y seguiré narrando estas historias. Gracias.
Hola Julio David!!! Ay compañero no será porque tiene el corazón de un hombre? Le puede hacer vivir el sexo de forma diferente.. Quito el pelo y sigo comiendo? Gracias compañero. Feliz semana😊💜😄❤
ResponderEliminarSerá el segundo que haces con tintes eróticos, pero parece que vienes escribiéndolos toda la vida. Me ha gustado mucho.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola Chema, ay cómo me hubiera gustado que me comentases un poquito más, creo que este tipo de relato intimida a la hora de dejar impresiones detalladas. Pero, me contento con que te haya gustado. Un abrazo compañero. Feliz finde!!!
EliminarEl uso de la ketamina, o de la burundanga me ha sorprendido , porque cuando una mujer quiere copular, qué fácil es que se ellos se vuelvan bastante complacientes. Esa tetas de la anoréxica me ha resultado muy curiosas, pero es todo el texto rezuma buen ojo, mejor pluma, una mujer que sabe lo que quiere y que comete un error. Pobre Mauro, ahí en un limbo mental de paraísos lejanos y perdidos...
ResponderEliminarFascinante tu post. Me ha encantado. Porque escriba el testamento, quizás :-) Un abrazo
Hola Alba, las drogas son usadas por muchas parejas paa el "jolgorio sexual"En el caso de la ketamina "En algunas personas la ketamina incrementa el deseo sexual y disminuye las inhibiciones. Por su efecto anestésico puede facilitar prácticas sexuales que impliquen dolor, como la penetración anal, el fisting o el uso de dildos de gran tamaño." Yo no sabía lo del fisting pero es."Se trata de una práctica sexual ruda que consiste en la introducción parcial o total de la mano en la vagina o el ano" Abreviando que cuando la locura sexual tiene lugar ocurren cosas como estas. Evidentemente ni me he atrevido a describir, esto lo dejo para más experiencias en literatura erótica, yo soy principianta. Me alegro mucho todas esas impresiones que me destacas. Y sí el pobre Mauro, creo que ya se ha recuperado, no ha hecho falta hacerle testamento. La escribana ahí se ha tirado el moco, presumiendo de oficio, que creo yo que ni conoce jeje. Un abrazo compañera, feliz finde!!!!
EliminarPues para ser principiante en literatura erótica te ha quedado genial.
ResponderEliminarNo tenía ni idea de eso del fisting. Se ve que el sexo puede ir mucho más allá de lo que podamos imaginar. Mientras no haya violencia no consentida, me parece estupendo.
Un relato muy bueno y muy insinuante.
Un beso.
Hola Rosa, ya ves amiga, nunca te acostarás sin aprender algo nuevo, jeje pero en este caso, me parece algo que se me escapa de mis sentidos, me refiero a lo del fisting, guau. Con respecto a los relatos eróticos, pues voy a tener que ir aprendiendo porque en el canal tood el mundo acude a ver de que va la cosa y se ha desbancado del resto de relatos ;)) Gracias y feliz semana!!!
EliminarVaya vaya con este relato, me has sorprendido muy gratamente la verdad. El anterior que mencionas no lo leí es su momento pero prometo hacerlo.
ResponderEliminarUn beso.
Hola Tere, si te ha sorprendido, y además gratamente, me alegro que me lo cuentes, que en esto de los relatos eróticos, no sabes por donde puede impactar jeje. Gracias amiga. Feliz semana
EliminarPues es una historia erótica escrita muy finamente. Un abrazo.
ResponderEliminarMamen, ¿lo de finamente es que te ha gustado? jeje, graciasss amiga por la lectura, La Escribana estará contenta. Un abrazo y salud, siempre
EliminarPues si eres principiante en esto... Casi nada lo que está por venir.
ResponderEliminarUna pasada! Muy bueno!
Hola Galilea, pues muchas gracias, bueno me animas a que siga escribiendo relatos eróticos. De hecho me gusta hacerlo, tal vez porque haces que la gente pierda su sentido de la gravedad cuando lo lee, o en mi caso, también me escuche. Un abrazo.
EliminarLa necesidad de drogas, sea de uso propio o suministrándolas a otro, para alcanzar un goce (el que sea) me habla de alguna carencia. Otra cosa es hacerlo con fines recreativos y de mutuo consentimiento.
ResponderEliminarMe gusta el "descaro" (no es la palabra apropiada, pero espero que me entiendas) con que has escrito este relato, donde me alegra el disfrute sexual de la protagonista, aunque me da que no es feliz. Y pobre Mauro, precisamente el que podría haber traído esa felicidad...
Me gustó la imagen del corazón caducado.
Besos
Hola Alis, carencia ha tenido la protagonista, de hecho ya lo dice, con su anterior corazón, su vida con ese hombre durante quince años, su niñez, incluso también. Con respecto a ese descaro, entiendo que es la ironía que se gasta la Escribana. Gracias por destacar ese caducado corazón. Un abrazo
EliminarCaramba, qué fuerte. No sabía que la burundanga, además de anular la voluntad de quien la ingiere, mantuviera el instinto y reacción sexual a tope. Creía que, al igual que el exceso de alcohol en sangre, impedía la erección. Esa Escribana es, desde luego, un peligro, ja,ja,ja.
ResponderEliminarUn abrazo.