SOFOCOS DE MUJER
Ella se despertó con una estufa pegada en el pecho. -¿Qué me pasa?- Se levantó de la cama con la ropa mojada en sudor, -pero, ¿qué tipo de sueño he tenido? ¿acaso he dormido en un pantano?- Las sábanas estaban mojadas y su cuerpo deshecho en un nervio latente de una noche inacabada.
Aquel sopor de su cuerpo comenzó a
repetirse a ráfagas durante el día. Su bigotillo y su frente sudaban como nunca;
sentía el quebranto de su cuerpo y alfileres en los poros de la piel. Era una
sudoración intermitente que no llegaba a comprender. Algo raro le pasaba. Necesitaba
aire fresco en su cara, en su pecho, agua fría en la garganta. Se derretía por
momentos. Se pegó a lo más frío que había cerca: la heladera del frigorífico.
Cada vez que le entraba este “calentón” abría el aparato para sentir que su
cuerpo se enfriaba. –¿Tanto calor hace
hoy?-
No era así. Algo fallaba en su
termostato. Se le dilataban lo vasos sanguíneos cercanos a la superficie de la
piel, se enrojecían su pecho y su cara, un nudo se amarraba en su garganta y
las gotas le empezaban a caer por cejas, parpados y pestañas hasta nublarle la
vista.
Por todos los rincones de la casa
empezaron a aparecer abanicos de colores, de distintas formas y tamaños, en sus
bolsos, en los bolsillos. Se empezaba a asemejar a esas ladies victorianas que
llevaban el abanico prendido a la muñeca, convirtiéndolo en su abalorio más
fiel. En aquel entonces suponía un “arma” muy eficaz, sin embargo ahora era el
artilugio más infalible que acallaba todos los sobresaltos de calor que sufría.
Algo le ocurría y no sabía qué era…
Estaba claro que era un problema de
índole vascular. ¿Tal vez su corazón? Dios, solo pensarlo le entraba aún más
calor; pensar que arriesgaba su salud… podría sufrir un infarto o….un ictus.
Con solo imaginárselo, sudaba aún más... y más...
Consiguió un pequeño ventilador para la mesa (regalo de su compañero) y otro grande que llevaba con ella allí donde fuera: el dormitorio, el baño y la cocina; ésta última era lo que peor llevaba, cuando tocaba cocinar, se lo pensaba tres veces, prefería comer frío. Arrastraba el cachivache por todas partes, enchufaba alargaderas en cada esquina de la casa. Ella, que nunca le había hecho caso a estos chirimbolos molestos, con ese ruido monótono que no hacían más que dar vueltas y vueltas… y mira tú por donde, ¡ja, qué ironía!, ahora se habían convertido en sus más fieles compañeros de estancias.
Las blusas empezaron a ser ligeras, de
algodón, escotadas. Usaba camisetas de tirantes, telas ligeras; no aguantaba
nada al cuello, ni un collar, necesitaba soplarse el canalillo cuando le venía esta "fiebre".
Pidió cita médica. No se la dieron hasta
pasado quince días. ¡Estos recortes sanitarios! No obstante, tendría que hacer
algo para tranquilizarse…
Ella siempre llevaba consigo un cuaderno
en el que apuntaba todo aquello que olvidaba su memoria y que debía de recordar
cada día, durante la semana. A partir de ahora comenzaría a anotar cuándo y por
qué le venían esos sofocos. Comprobó que enrojecía y empezaba a sudar con todo
aquello que le alteraba: si se ponía nerviosa por algo, si se precipitaba en
algo, si tenía que esperar y se impacientaba... Todo, todo lo que la removía
por dentro, era un gatillo de esos calores. Había momentos en los que incluso
podía llegar a marearse y hasta sentía náuseas. Ella era muy impaciente y
nerviosa, y no se avenía en absoluto a ese nuevo estado de su cuerpo. Le
horrorizaba el hecho de ponerse a flotar en sudor en cualquier momento. Lo que
peor llevaba era las noches de insomnio, los ojos como platos, mientras sudaba
y le ardía el cuerpo desde las puntas de los pies hasta la cara.
Por fin llegó el día. Entró en la consulta de su médica de cabecera. Comenzó a contarle todo. La médica se sonrió y ella pensó que era buena señal…no podía tratarse de nada malo.
-Ataques súbitos
de calor, uhm…. ¿Qué edad tienes? Ya veo. ¿Cuándo fue tu última regla?
¿Mi última regla? ¡Qué tonta! No había pensado en ello
¿cuándo? La verdad es que nunca suelo llevar la cuenta, supongo que debería,
pero siempre confío en que me acordaré (y nunca lo hago)
-No lo sé –confesó- Creo que hace más de un mes, y puede
que dos. ¿Es por eso?
-Así es. No te preocupes. Es una fase y todo es normal...
¿Normal? Lo dudo
-Es un estado normal, has abandonado tu etapa fértil y sufres
los síntomas típicos del climaterio, el comienzo de la menopausia. Es como una
tormenta de hormonas, aunque con el tiempo se regula, o no habría mujer capaz
de resistirlo. No te agobies cuando te ocurra, con los nervios es mucho peor. Intenta
hacer seis respiraciones lentas y profundas por minuto y verás cómo enseguida
te sientes mejor. La realidad es que no existe ninguna fórmula mágica. Si te
ayuda, toma bioflavonoides, fitoflavonas, suelen ir bastante bien. También
soja, tomates, alcachofa... Prueba infusiones y masajes con algún aceite
esencial de melisa, tranquiliza…
Ella salió de la consulta, un poco desconcertada, más tranquila sí, pero...
Ella salió de la consulta, un poco desconcertada, más tranquila sí, pero...
- Seis respiraciones por minuto… ¿ya… está?
¿pero, acaso creerá que estoy de parto? Al menos, esto sí tendría sentido, ¿qué
tengo, quéee? Clima... Pero si tengo muchísimo caloooor, si sudo como una
vaporeta. ¿La Menopausia…? Nada de menos, tengo más, ¡tengo la “Máspausia”! No
me lo puedo creer, ir al médico para esto, tomar alcachofa, biofla…no se qué, y
que me embadurne de aceite, si no aguanto ni la hidratante facial. Dios mío, para
más inri, me voy a empezar a arrugar como una pasa… esto no me gusta nada,
bastante arrugas tengo ya.
Se fue por el camino de vuelta a casa mascullando reniegos. Estos "flashes" de calor eran el inicio de su menopausia, la peri-menopausia.
-Claro que esto es la pera. Si perder la regla
supone pasar por aquí….¡Pues vaya con los cambios hormonales! ¿Es que una mujer
no puede estar tranquila ni en la madurez? Y encima tengo que estar recluida y
aguantar estos episodios de calor, ¡6º de aumento de temperatura y hasta cuatro
minutos de duración! ¡Menudo infierno!. Para colmo sin poder dormir y, por si
no bastar, esas malditas palpitaciones, no hay manera de calmarse con el
corazón acelerado. Todo el día con careto de fatiga, dolor de cabeza y mareo.
Tendría que plantearse algo para esa
ansiedad, por su bien, si no quería morir en el intento y algún remedio se le
tendría que ocurrir para deshacerse de ese calor.
Ya más tranquila, en casa, echada sobre
el sofá, desnuda y abanico en mano, soplándose de arriba abajo, pensó que debía
de tomárselo con filosofía. Comenzó a leer sobre el tema, con las indicaciones
médicas se fue al “todo lo sabe, todo lo encuentra”: mister google internet. Tampoco
era para tanto (quería engañar a su subconsciente y darle una tregua al
hipotálamo, sí, había leído que era el culpable de todo esto) total es cambiar
el ritmo a la vida y darle más “vidilla” al cuerpo.
-Bien,
comencemos por el principio: es el momento de ponerme a dieta, más ligerita
esto se llevará mejor, tal vez sude menos. Con lo cual, ¡a cuidarse! Nada de
alcohol, a refrescarse más a menudo, ducha, mucha ducha, y a beber más agua.
Comidas ligeras, no muy calientes, menos carnes, menos grasas, cocinar sin
picante ¡Ah! Y nadar, sí, esta es una buena opción, creo yo que si estás dentro
del agua, te derrites menos. Y el dormitorio eso sí, más fresquito. A la porra
mi garganta, siempre con los cambios de frío, de cosas heladas, de aire
acondicionado. Me pienso tragar todo lo gélido que pase por mi lado, sea lo que
sea.
No hay como estar menopaúsica para
tomarse las cosas con más tranquilidad. Ahora pasaba de cualquier cosa que le
provocara estrés emocional y evitaba cualquier atisbo de ansiedad o miedo. Su
“aura” empezaba a cambiar de color, del rojo al azul.
Lo bueno de que aparezcan situaciones
complicadas es que hay que plantearse cambios. Una existencia más equilibrada, trasmitir
“energía a raudales”, distender el sistema nervioso, fervor por el azul, sí,
mucho azul, y siempre de frente, ante cada viento que se mueva, dejarte llevar cual hoja y sobrevivir a recetas culinarias. Proyectar un millón de planes, sea lo que sea,
desarrollar la intuición femenina, no sentirse abandonada, total por unas
hormonas locas, otras cosas mucho más grandes e importantes se pierden y el
mundo sigue adelante.
-A mí me van a venir con nervios,
ansiedad, dolores musculares, sofocos, hinchazón, sequedad, ajjjj… cansancio, naúseas, bajada de defensas,
fatiga, pérdida de memoria….ajjjj….Nada, nada, rabillos de pasa. No hay como el
chocolate, el tinto de verano con mucho hielo y gazpacho a raudales contra
estros, proges y demás hormonas.
Besos y ánimos a la pres, post, menos y más paúsicas.
Besos y ánimos a la pres, post, menos y más paúsicas.
Recordad: mucho hielo
Nada como un poco de sufrimiento ajeno, narrado con resignación e ironía, para echarse unas risas. Besos.
ResponderEliminarHola Sol, gracias por tu aporte médico, se me había olvidado, je je, con esta caló. Eso, eso resignación es lo que queda, pero con hielo. Un beso
EliminarUn relato que cuando esto lo sufrimos las mujeres decimos: Y los hombres a ellos no le ocurre nada? jajajjaj un abrazo
ResponderEliminarHola Mamen, jeje, si tienen algún síntoma, pero lo suyo es más llevadero, la "cosa" le viene más gradual, por supuesto no con estos bochornos que padecemos una gran parte de las mujeres y así de sopetón todo el día. Es el precio que pagamos por ser progenitoras de una vida. Un abrazo
EliminarQué gracia! Me ha encantado. Por supuesto me he visto reflejada en más de un párrafo. Pero todo pasa. Depende de cada una, pero a lo mejor tienes suerte y eres de las de tres sofocos al año!!!! Besos
ResponderEliminarHolaa Elisenda, tres sofocos, qué guasa y qué ánimos, tú si que eres positiva; esos tres sofocos ahora los tengo en una mañana, solo acercarme o salir a la calle con lo que está cayendo por aquí, y hala, a sudar. Ando pegada al aire acondicionado. Qué bueno, esto de compartir experiencias.Gracias. Besos
EliminarPues yo estoy casi, digo casi porque todavia no he llegado a eso, pero después de leer lo que se me avecina no se yo que pensar, si echarme a llorar o reirme y tomarmelo con humor, en fin, he visto a mi madre con abrigo en pleno invierno y abanico, o sea que tampoco me extraña, en fin paciencia,yo estoy con atrasos y con apariciones de un día o no verla en tres meses, así andamos, pero según mi ginecóloga me queda nada para ser toda una señorita menopaúsica, que vivan los 50. Me ha encantado tú relato. TERESA.
ResponderEliminarHola Teresa, gracias por compartir y hacerme participe de tu experiencia. No a todas las mujeres les vienen estos calentones igual, ni con la misma frecuencia, creo que depende mucho de cada naturaleza, estado de ánimo, carácter, etc. Me alegra que te haya gustado. Era una forma de dar a conocer una realidad que nos atañe a las mujeres y que los compañeros deben conocer también. Es una etapa muy importante para nosotras. Un abrazo
EliminarA la menopausia, yo le digo: Menos pausa. Menos pausa para gozar de la vida, Eme!!
ResponderEliminarUn beso.
Fer
Siiii, hola Fer, al menos darnos un respiro entre el frescor que te vayas inventando je, je. Un beso
EliminarMuchas de mis amigas y dos de mis hermanas están en esa etapa "completamente normal" de la vida. Yo las oigo y voy tomando nota, porque si ya ahora soy calurosa y me altero fácil, no quiero ni pensar en lo que sucederá cuando yo también llegue, más pronto que tarde, a esa etapa "completamente normal". Muchas veces lo hablo con mi pareja y nos da la risa solo de pensar en lo mal que lo vamos a pasar los dos jajajjaa.
ResponderEliminarUn texto genial, Eme. Hace falta hablar de las cosas así, con naturalidad y un puntito de humor. ¡Genial!.
Muchos besos de verano.
Hola Julia, bienvenida por mis letras y gracias por compartir esta locura de sofocos. La pareja lo lleva bien. Antes el ventilador y el aire acondicionado se dirigía para él, ahora lo acaparas tú todo, tooodo, multiplicas el número de ventiladores, y bebes directamente de la nevera (lo que nunca he hecho) pero lo sobrellevas. También hay mujeres que ni se enteran, que suerteee. Besos, muchos, muchos de verano para ti también
EliminarHola de nuevo Eme, aqui ya di con la entrada, me guié por los meses de calor de allá y recordé la palabra sofocones, ja, ja.
ResponderEliminarJuraría que te comenté esa vez, pero supongo que como era con el perfil de google+ se perdió el comentario. Pues aqui estoy de nuevo dejando huellas.
Esta entrada creo que fue la primera que te leí y me encantó pues recordé por todo lo que había pasado con esos sofocones, y si supieras que a mi edad han vuelto te reirías, estoy en la segunda menopausia, ja, ja.
Emerencia, no me canso de decirlo, eres genial y tienes ese no se qué para escribir y dejar salir las cosas que ya es un sello reconocido y muy caracteristico en tí, está demás decirte que me encantaría ver este relato en tu canal, harías reir mucho a todos.
Gracias por motivar con tu visita al blog este ecudriñamiento en el tuyo. Me lo he disfrutado querida. Besos.
Hola Idalia, te había dejado el enlace en el último comentario que me habías dejado. Pero ya veo que lo has encontrado jeje. Pues prometido. Todos los que me has aconsejado los tengo en lista. El próximo es la última morada de las ninfas y el siguiente será éste. Tus deseos se haran realidad amiga mía. Ahora toca trabajar tanto en uno como en otro. Un abrazo muy muy fuerte.
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