LA INDIFERENCIA
Creo conocer la verdad de mi vecina,
pero desconozco cuál es su auténtico mundo.
No hay que ser muy intuitiva para saber
que ella, desde niña, solo ambicionó una sola cosa: ser tratada con respeto.
Su minusvalía le hace sensible a todas
las miradas. Tiene un brazo que le cuelga como un péndulo sin control, va de un
lado a otro cuando ella camina. Dice que lo tiene así desde que su enfermedad
se acordó de ella, un convenio al que ha llegado sin ponerse de acuerdo.
Ella tiene una historia que contar, sí
hablara... Es dulce en su apariencia, de mirada serena y sonrisa enmarcada.
Pelo blanco ondulado, corto, cuidado. Siempre con amabilidad recibe el nuevo
día, lo hace fresco en los matices. Todos los días coincidimos, ella me habla
primero y hacemos juntas diagnosis del tiempo: “Hoy el calor aprieta vecina, se
ciñen las ventanas”, “vecina mañana tal vez llueva, hay susurros de brisa”,
“sabes vecina, dicen los pájaros que se va a levantar un viento de polvo en
ropa”, “el mar anda revuelto vecina, fresco en la cornisa”. Con ella he
aprendido a poetizar lo cotidiano, yo, una despendolada trivial.
Mi vecina tiene la sensibilidad de
escuchar la vida. Acalló rumores hace tiempo, y comprendió que debía de
proteger su ser ante las personas. Siempre fue conversadora,
pero últimamente ha decidido darle la vuelta a las cosas, prefiere hablar con la naturaleza.
Dijeron cantidad de cosas de ella y
¡hablaron tanto!, difamaron su verdadera verdad… Llegaron a decir de ella que
era un “mal social”, que traía “mal fario” o que era un “mal estigmatizado”.
Las personas atacaron su intimidad por puro morbo.
La causa de su deformidad fue la muerte
de un nervio de su brazo que como consecuencia, quedó deformado y perdió toda
sensibilidad. Alguien contó que esta deformación fue a causa de una tragedia
familiar envuelta en rencor y envidia.
Cándida, que así se llama, con el
tiempo ha aprendido a no cabrearse con la actitud de los demás. En su día a día
intenta derrumbar tabúes, procura conectar con todo el mundo y sólo habla con
palabras dulces. Es todo optimismo, tal vez por esa unión con la naturaleza.
Ella nunca se siente sola, vive los
pequeños detalles que los demás olvidamos: el canto de un pájaro, la caída de
las hojas, el sonido del mar y sobre todo, la
apertura de las flores. Su mayor afición es mirar sus plantas, siempre llenas de
flores. Sigue el reloj floral de sus macetas, con los días, las horas, las
temperaturas… Mientras cuida las plantas, habla con ellas, les susurra. Yo la
escucho desde mi ventana; y mientras la oigo, siempre pienso en lo fácil que es
respetar una ilusión.
Hoy me levanté triste, no tenía ganas
de hablar, fui la primera en saludar. Con un ¡Buenos días, Cándida! me alejé de
ella. Cuando volví, Cándida estaba en su descansillo barriendo y tras hablar
del tiempo, me dijo que hay que buscar la manera de hacer divertidas las cosas
que nos ocurren día a día, no someterse a la estupidez del mundo y usar el
ingenio para vivir.
Desde entonces descubrí
que existe un ingenio natural en cada uno (como el que Cándida tiene) del que
vemos solo la traza pero… ¿y si cambiamos la perspectiva? Somos nosotros mismos
los que hacemos indiferentes a los demás, tal vez por el miedo de convertirnos
en alguien irrelevante.
Poetizar lo cotidiano, ¡sí!
ResponderEliminarMuchos besos.
Gracias Sol,creo que a este vecina le gustaría conocerte, habría una buena sintonía. Un abrazote grande
EliminarCómo nos gusta estigmatizar al que no es como los demás, al que se sale de la norma, bien sea por su actitud o por su físico. Cómo nos gusta quedarnos en la superficie y no profundizar para conocer realmente.
ResponderEliminarPrecioso texto, Eme, lleno de poesía y de mensaje.
Un beso.
Gracias Kirke, muy amable por dejar tus palabras. Un beso
EliminarQué escrito tan emotivo. Estamos tan acostumbrados a la uniformiddad, la buscamos con tal afición que todo lo distinto, lo peculiar, lo valioso se nos escapa, salvo que sea un valor universalmente reconocido Por eso no le damos valor a esas cosas que nos pasan a diario, y en lugar de hacerlas divertidas como dice Cándida, buscamos que nos pasen cosas divertidas que pocas veces suceden y entonces nos frustramos.
ResponderEliminarPreciosa tu historia y maravillosa Cándida.
Un beso.
Gracias a ti Rosa, por hacerme partícipe de tus impresiones. Hay que buscar esos momentos que nos sonríen sin buscarlos, haya tantas cosas que no percibimos "lo esencial lo hacemos invisible" Un beso
EliminarUna preciosa historia que no deja un buen sabor, reflejando la poética de tus palabras. Me ha gustado mucho, Un abrazo
ResponderEliminarGracias Mamen, muy amable, me alegra mucho, un besote grande
EliminarCon la maestría literaria que te caracteriza, has sacado del anonimato a personas como Cándida.
ResponderEliminarHola Suni, qué encanto eres, no soy maestra de nada, aprendiz de lo que quieras, eso sí. Me encantaría que existiera esta vecina, podría hablar tanto y de tantas cosas,... he conocido muchas personas como ella, y tal vez sea en lo que me he inspirado para hacer el relato y ponerle esos rasgos poéticos con estilo propio. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo
ResponderEliminarPreciosa historia, llena de enseñanzas y poesía. Me ha gustado mucho, Eme ;)!
ResponderEliminarUn beso.
Fer
Gracias Fer, gracias a ti por visitarme, eres un encanto, un beso
EliminarTodos necesitamos cerca, viejitos de esos llenos de sabiduría y poesía que nos orienten de vez en cuando. Y que hablen bonito sobre cosas tan habituales.
ResponderEliminarBesos. Que bien escribes.
Hola Francisco, gracias, muy amable. Si, tienes razón, realmente es un arte envejecer. Aprender permanentemente a vivir es uno de sus secretos y si es poniéndole "melodía" a las palabras, mejor que mejor ;) un abrazo
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