EL REGALO MÁS BONITO DEL MUNDO
Como todos los años la navidad estalló en una tormenta dorada. Miles de luces de colores iluminaron casas y barrios, calles y plazas; pero había una vivienda que se resistía a sentir su magia. La tristeza se había instalado allí. La niña más pequeña, Cloe, se pasaba las horas jugando con el agua helada de la pequeña charca del jardín. Y su hermano Fonsy no paraba de ir por toda la casa de aquí para allá sin ocupar tiempo alguno. Ese día, el padre le mandó a buscar algo en el trastero. El niño comenzó a abrir una caja tras otra, y repetía malhumorado: “aquí no está”, “aquí no está”.
Era la primera navidad que pasarían los
tres solos. El padre deseaba que fuera lo más bonito posible. Por esta razón rebuscaba
y tanteaba entre baúles de ropa, cachivaches y muebles desahuciados. Buscaba el
árbol plegable de navidad; significaba mucho para la familia. A su
esposa siempre le hacía ilusión que llegaran estas fechas. Ella era feliz adornando
el árbol con sus hijos; colocaban juntos las guirnaldas, bolas, cajitas
de regalo y las figuritas del portal, y por último, la estrella. Después él desenrollaba y colgaba las luces a todo lo largo del árbol. Los
niños aplaudían y gritaban impacientes por verlo encendido. Era el momento. La
madre sacaba los mantecados y la fruta confitada. El corazón les bombeaba en
una dulce plenitud.
—¡Papá, no las veo! —gritó el niño
desde la escalera—. Mamá es la única que sabe dónde están guardadas las bolas
brillantes —hablaba para sí.
—¡Los encontraremos Fonsy, no te
impacientes! ¡Los adornos deben de estar por ahí, en alguna parte! —le gritaba
su padre desde la cochera.
El niño bajó corriendo las escaleras dirigiéndose al garaje. En ese momento que abría la puerta escuchó a su padre
murmurar algo sobre la madre.
—Ah, estás ahí. Ve a llamar a tu
hermana; hace frío fuera. Mira si está en la charca.
Cloe arrullaba el agua mientras metía
ramitas y hojas en aquella lámina helada. La niña escuchó a su hermano venir y esperó
a que estuviera junto a ella.
—¿Se curará mamá? —dijo abstraída mientras rompía la fina capa de hielo.
—Papá dice que pronto volverá. Ojalá
lo hiciera. Haríamos los mantecados y luego iríamos al horno, a llevarlos.
—A mí nunca me lleva mamá.
—Ella los hace tan ricos, —prosiguió Fonsy— con almendra y miel. La pasta se mete entre los dedos…—sonreía rascándose el abrigo de lana que llevaba puesto.
—¿Cómo es el horno? —interrumpe Cloe.
—Huele a pan. El horno es muy grande y está bajo la calle. Bajamos unas escaleras metálicas y luego mamá coloca los mantecados sobre unas bandejas. Hace mucho calor y cruje el fuego del horno ¿Te acuerdas de los mantecados de corazón?, ¿y los de guitarra con azúcar glas encima? Pues mamá los guarda encima del armario, para que no los cojamos antes de tiempo ni papá ni yo, pero yo siempre cojo alguno sin que ella se dé cuenta.
—¿Vendrán los reyes este año? —pregunta
la niña de nuevo sin mirar a su hermano que no contesta— A lo mejor no, ¿verdad Fonsy?, porque
mamá no está. Ella les prepara siempre comida, para los magos y los camellos.
—Cloe, el agua te va a congelar las
manos como sigas ahí y no podrás adornar el árbol.
—¿Fonsy, cuál es el regalo más bonito
del mundo? —pregunta la niña que sigue extasiada en su juego— Papá me ha dicho
esta mañana que este año tendremos el regalo más bonito del mundo.
—¡Niños! ¡Volved adentro! ¡Ya he
encontrado el árbol!
—¡Bieeeen!—gritó Cloé, corriendo
hacia la casa.
El tiempo parecía avanzar a galope en vísperas de navidad. Era el día de Nochebuena. La gente se apresuraba en la calle para encontrarse con sus familias. Fue un veinticuatro de diciembre cerrado de viento y nieve que dejaba un intenso vaho en la noche. A pesar de la oscuridad y aquel brillo blanco, una estrella fugaz se escapaba del cielo cayendo sobre la charca. Tras la ventana estaba el maravilloso árbol con su parpadeo de colores iluminando la alegría de los niños. En la cocina se escuchaba un ajetreo de cacerolas y golpeteos de platos y vasos. El padre preparaba por primera vez la cena de Nochebuena. Los críos se entretenían frente al fuego con zabombas y panderetas. Se escuchaba música. Reían tarareando villancicos.
Como era la costumbre, al terminar de comer el pavo descorcharon una botella de sidra. Uno de los momentos más divertidos de la noche. Los críos se tapaban sus orejas con las manos, viendo el corcho salir disparado y la espuma desbordarse fuera de la botella.
—Pica en la nariz, papá —decía Cloe
cuando asomaba la carita en la copa.
Como no le gustaba el sabor de la sidra, la pequeña se
levantó corriendo hacia la ventana. Y de nuevo, esa estrella fugaz apareció con
su cola plateada.
—¡Papá, papá!, ¡una estrella! ¡una
estrella ha caído en la charca! —gritaba la niña pegando su cara al cristal de
la ventana— ¿Vendrán los reyes magos?
—Esta noche no, hija.
—Pero yo quiero que vengan ya.
—Ten paciencia Cloe, no siempre las
cosas salen como deseamos.
Pasó el tiempo y llegó la noche de reyes, el cinco de enero. Los niños andaban inquietos con la magia del sueño. Jugaban a mirar por la ventana e imaginar cual sería el regalo más bonito del mundo. El padre esperó a que estuvieran dormidos. Se marchó de la casa a hurtadillas evitando hacer ruido. Fonsy estaba tan nervioso que salió de su cuarto. No podía dormir. Miró al pie del árbol. Solo estaban los calcetines, tal como los había dejado. Luego se asomó a la ventana.Y únicamente alcanzó a ver las luces de la calle. Pensó en esconderse bajo la falda de la mesa camilla. Allí nadie le vería. Así lo hizo. Pasó un tiempo allí abajo. Casi se había dormido, cuando escuchó la puerta de la calle. El niño levantó la tela. Se imaginó los tres camellos con sus pisadas de cartón. Pero lo que vio fue a su padre que entraba cargado con dos bicicletas. No podía creerlo, los reyes se las habían dado a su papá. “Se nos ha olvidado la comida para los magos y los camellos, por eso no han entrado,” murmuró Fonsy bajo la mesa.
Al día siguiente los niños se despertaron temprano con los nervios de ver sus regalos. El padre no estaba ¿Se lo habrían
llevado los magos?, debieron de pensar. El desayuno ya estaba en la mesa y el
fuego de la chimenea, encendido.
—Qué extraño —dijo Fonsy— papá no
está, y siempre lo hace cuando abrimos los regalos.
Al rato, regresó. Su cara era diferente. Algo había ocurrido; venía nervioso y parecía preocupado.
—¡Niños, niños, ¿qué os han traído los reyes?! Anoche debían de tener mucha prisa porque dejaron vuestros regalos fuera, y también los de los primos.
—Papá, los magos de Oriente viajan
demasiado lentos, como van encima de camellos pues no pueden llegar a tantos sitios —añadía
Fonsy mientras montaba en su reluciente bicicleta.
—¿Papá, este es el regalo más bonito
del mundo? —dijo Cloe tocando el enorme lazo atado al manillar de la bicicleta—
al rey mago se le ha olvidado el papel de regalo.
—¡Vamos a ver! –dijo el padre colocándose de rodillas con el
abrigo aún sin quitar y cogiendo a la niña en sus brazos —Oooh, ¡qué bicicleta tan bonita! ¡Ven Fonsy! —abrazó a
sus dos hijos— ¿Habéis desayunado, ya? —mientras lo decía, le temblaban los
labios.
Ese día tocaba ir a casa de los
primos a llevarle los regalos que habían dejado los reyes. La tía Eloísa
les preparó natillas de coco y se la pasaron entretenidos jugando con los regalos.
Su padre vino a recogerles cayendo la tarde. Cuando llegaron a casa, Cloe
se empeñó en ir a la charca. Una fina capa de hielo configuraba
un espejo. La niña pudo verse reflejada en él. Y mientras jugaba haciendo muecas, alguien se le acercó y se reflejó junto a su carita. La pequeña se quedó
sin aliento y luego gritó:
—¡Mamá!
La niñita se abrazó a la madre. Estaba
muy debilitada. Sin fuerzas por la enfermedad. Cloe no dejaba de besarla y acariciarle la cara. No podía creerlo, estaba allí.
Comenzó a gritar de nuevo.
—¡Fonsy! ¡Fonsy!
El niño estaba tras su madre, rodeándole la cintura con los brazos. El padre los contemplaba emocionado.
—Fonsy, ya sé cuál es el regalo más
bonito del mundo —dijo la niña con un brillo en los ojos lleno de magia. Se
agarró fuertemente a la cabeza de su madre y aplastó su nariz contra la de ella.
Se abrazaron los cuatro junto a la
charca, aún permanecía el resplandor de la estrella.
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Emotivo , muy realista con esos hermanos con el padre pasando la navidad con la madre en el hospital, precioso final.
ResponderEliminarUn abrazo
Hola Alba, gracias amiga, me alegra que te haya emocionado, la navidad es así, es la ilusión de la infancia y una conspiración de amor. Un abazote y feliz semana.
EliminarHola.
ResponderEliminarQué relato tan precioso. Reflejas tan bien la inocencia infantil. Cuando un niño ve a su padre dejar los regalos deReyes piensa que los propios Reyes se los han dejado al padre.
Me gusta como describes la preparación de la cena de Nochebuena, y a la niña jugando en la charca y alniño desesperado buscando los adornos. Y ese final...auqnue la mamá esté debilitada, sin duda es el mejor regalo del mundo.
Muy feliz finde.
Gracias amiga mía, cuánto me alegra que te haya gustado y que destaques esos detalles, ilusiones y comnspiraciones, es lo que le he comentado a Albada, eso es la navidad. Un beso.
EliminarUna preciosidad de cuento. El regalo más bonito del mundo no podía ser otro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias Chema, me alegra que te haya gustado, el amor de la familia. Ahora que anda tanta gente con esta dichosa pandemia, o las criaturas que han fallecido por ella, va a ser duro para la familia esta pérdida inesperada, difícil de sobrellevar y sobre todo, comprender. Un abrazo y feliz semana.
EliminarEspero que la madre salga adelante, aunque no lo veo muy claro.
ResponderEliminarPrecioso relato, Eme. Sencillo, pero emotivo. Con la ingenuidad de los niños y el empeño del padre por regalarles una navidad alegre. Y tan bien escrito como siempre.
Un beso.
Gracias Rosa, la navidad es mágica amiga mía, y exisen los milagros. Ainsss, que la mamá se va a recuperar, ya lo verás. Un beso
EliminarUn bonito cuento navideño, me ha encantado, con tanto sentimiento, tan de Navidad, con esa ilusión en los niños estos días y el amor, ese que se tiene no en Navidad si no todos los días del año. Precioso Eme.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola amiga Tere, gracias corazón, me alegra que te haya gustado. El espríritu navideño es la mismo siempre, pero a veces se nos olvidan lo que realmente es lo más valioso: la familia. Un abrazote fuerte
EliminarUn maravilloso cuento de Navidad. Y como todos los cuentos de Navidad tienen un final feliz, este no podía ser una excepción. Pero el regalo más bonito del mundo todavía está por llegar si la madre se curara. Pero esta ya es otra historia u otro cuento. Quizá las próximas Navidades...
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola amigo Josep Mª, claro que sí, se va a curar. La navidad es mágica y se dan los milagros, es una conspiración de amor. Un abrazo amigo mío.
Eliminar¡Hola, Eme! Jo, ¡qué cuento de Navidad tan precioso! Desde luego tiene todos los ingredientes para que uno sienta como se le humedecen los ojos. Así, que aprovecho para estrenar este año los ¡Feliz Navidad! Un abrazo!!
ResponderEliminarHola David, amigo mío. Ni imaginas que hoy he grabado el vídeo y al final me he emocionado un montón narrando la historia, y tú que además eres papá, con niños pequeños. Gracias. Un abrazo.
EliminarHola!
ResponderEliminarAy, me gusta, me ha encantado la ambientación navideña de tu relato, es precioso, entrañable, sobrecogedoras las escenas de padre e hijos. Que la magia de la navidad les conceda que la madre regrese al hogar sana y salva.
Un abrazo!
Hola amiga Yessy, qué alegría tenerte aquí de nuevo, y gratamente veo que te ha gustado. Me alegra ese final postivo. Bien por la navidad!!! Un abrazo fuerte.
EliminarPrecioso regalo, esa esperanza de ver sanar a la mamá.
ResponderEliminarQue bien ambientadas las escenas, Eme, me acordé de los mantecados y la sidra, que me gusta más que el cava. Recuerdos me trajiste. Y sabes, te leía y a la vez te escuchaba, jaja.
Aprovecho para desearte unas felices Fiestas y un generoso año nuevo.
Un abrazo, amiga.
Hola Mila, lo siento no te he contestado. Me alegro que te guste y te haya traídos recuerdos. Siiii bueno ya son muchos vídeos los que he grabado. Este también está ya grabado. Muchas gracias amiga mía. Un abrazo grande también para tí.
EliminarExcelente cuento de navidad, hermoso y entrañable, mis felicitaciones. Saludos
ResponderEliminarHola amiga, Bievenida!!! muchas gracias veo por tu blog que también escribes y tienes canal de youtube. Genial. Un abrazo.
Eliminar!Hola Emerencia!
ResponderEliminarEmotivo y hermoso regalo de navidad temprana el que nos regalaste (recién ahora lo leo)
A pesar de los pesares, siempre hay motivos para tener fe, sonreír y seguir adelante.
Esa estrella fugaz en la charca tiene una connotación muy esperanzadora, y brilla como ninguna otra estrella gracias al amor que habita en sus corazones y en el tuyo querida, que nos transmites esas emociones tal cual.
Que la magia siga brillando en tu vida y en tus pensamientos creativos, aunque algo me dice que esta historia es más real que imaginativa, y te ha tocado muy de cerca.
Recibe un fortísimo abrazo navideño y mis deseos de un año próspero, ya vez, la pandemia te dejó el canal de youtube y te lo has pasado genial de seguro, no todo ha sido tristezas, hay nuevos senderos trazados ya.
Pásala bien y sigan siendo felices...
Mi estimada amiga Idalia, te tengo abandonada, no tengo perdón. Y es que como bien dices, el canal me ocupa mucho tiempo. Estoy volcada en escribir, escribir. Llevaba años, cinco años sin celebrar la navidad, con adornos y mantecados caseros. Y este año me he decidido a tenerla otra vez presente. En el cuento hay mucho de mi, de la niñez de antaño. Se celebraban así, solo que el árbol era de verdad, mi padre cortaba una rama de pino y la casa olía a resina, es un olor que no olvido. Y mi descubrimiento de los reyes magos, fue debajo de la mesa jejeje, se acabó esa noche la magia de los regalos de esa noche. El final del cuento también es muy emotivo. Cuando lo interpretaba me emocioné bastante. Bueno querida amiga, te deseo lo mejor para estas fiestas y deseando que el año 2021 que ya no es capicua, traiga más alegrías. Besos.
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