LA REINA DEL SWING



No soy de ninguna generación, o al menos, así lo quiero creer. Lo único que me podría alterar es una colonoscopia de urgencia. No estoy muy dispuesta a dedicarle tiempo a la incertidumbre que provoca la muerte. Hay cosas en las que el mundo no avanza y esa, es una de ellas. Solo quiero amor.

He vivido más de lo que me queda por vivir. Cuántas encrucijadas y esquinas dobladas. He errado, acertado y resbalado. Y tengo la edad suficiente para seguir enamorándome. Aún conservo mi cuerpo con forma de reloj de arena y estos pechos piña, con cierta tendencia a gota de agua, pero a los que le queda bien cualquier escote. Ya no me preocupo de sujetadores que hagan milagros, ahora tengo la ventaja de que no se me descuelguen los senos y me lleguen al ombligo.

Yo también me enamoré de aquel profesor joven que me apasionó en la escuela, con aquellos zapatos marrones… Federico, también los lleva marrones, pero con la suela ya desgastada de arrastrar los pies para que le baje el azúcar.

Federico, llegó a mi vida despacio, conforme a la edad que teníamos los dos. Se alojó rápido en mi corazón. Fue quién acertó en llegar a mi vida en el momento adecuado. Él siempre atento a cada gesto que hago o palabra que digo. Es mi vehemente admirador. Todos los días espero con ansias a que aparezca cuando yo abro la puerta.

No quiero despertar de este sueño. Sé que, cuántas más miradas reunamos juntos, más exacta va a ser la realidad.

Debo estar enamorada porque el cuerpo se me ha pintado con algo que no se me borra. Como si lo hubiera hecho con uno de esos rotuladores permanentes. Se ha marcado todo por dentro de la piel. No sabía que tenía esta necesidad tan grande de amar. Siento que estoy en la gloria. Viva.

No existen barreras eróticas a los cincuenta, ni a los sesenta como muchos creen. Incluso diría que, ni a los setenta u ochenta. ¡¡Puff!! La relación entre dos es tan sugerente.

El primer contacto con la piel son siempre los ojos. Ver a alguien que puede hacerte “tilín”. Al principio no reparé en él, en Federico, y el caso es que, ese elegante hombre hacía tiempo revoloteaba a mi alrededor, sin molestar. Ahí estaba él, que no dejaba de mirarme. No había duda. Se había fijado en mí.

Me cautivó en un cambio de pareja. Me llamó “reina” cuando me tomó entre sus brazos, muy cerca de él. Me miró a los ojos y sonrió dulcemente. Comencé a sentirme embriagada. Andábamos aprendiendo Swing Lyndi Hop. Dán, danán, da na na ná. Yo observaba y me dejaba llevar por la gente más joven, pero cuando bailaba con Federico no teníamos nada que envidiarles. Nos divertíamos igual. Federico tiene esa forma tan encantadora de dar los pasos al bailar... A nuestra manera, nos sentíamos Debbie Reinolds y Gene Kelly. Unos acróbatas alegres y sentimentales.

Me dijo que la osamenta le estaba fallando y estos pasitos caprichosos le ayudaban a mantenerla engrasada, además de ser un bálsamo que le aliviaba y mitigaba sus dolores.

Esa misma tarde me invitó a beber algo. Creí que una cerveza me vendría bien. Pero no, él apostó por algo más fuerte. Se pidió un margarita, «un cóctel ideal para refrigerar los calores del cuerpo, Reina», decía. Tequila, licor de naranja, hielo picado y zumo de limón. Me sugirió, además la sal escarchada en el borde del vaso. Bebí un trago y me dijo que sería entonces mi perdición. Ese nombre inofensivo de flor me cautivó, pero nunca imaginé que iba a resultarme tan fuerte. Aquello resultó un atrevimiento nada saludable. Pero él insistía que era un aguijonazo para tentar a la suerte. Había comenzado una aventura.

De la bebida pasamos a comer juntos. Fuimos a un restaurante íntimo y acogedor con un pequeño patio interior. Mirando la carta me soltó uno de sus golpes de ingenio: «Odio las coles de Bruselas, en general todas las coles, y hablando de coles», y se pasó un rato sugiriendo un plato que a él, le encanta: secreto con coles de Bruselas, limón y queso parmesano. «El limón le quita ese amargor al comerlas… ¿Por qué crees, Reina, qué cosas que comemos de niños terminan siendo preferidos del paladar adulto: cerveza, alcaparras, café?»  Cuando me dijo esto, yo me reí. Yo no soy muy buena en estos de las cenas en una primera cita. Nunca sé de qué hablar. Lo que sí quedó claro que, a él, en el fondo lo que le gusta es el limón. A mí se me ocurrió preguntarle cual fue su primer beso. Federico me dijo que ya no se acordaba, pero que el mejor, estaba por llegar.

Del restaurante me sugirió un hotel. Yo me quedé patidifusa. Aquello iba demasiado rápido. Un lugar donde nadie nos conocería, dijo. Aquella sugerencia me hizo sentir joven. El caso es que, bailando entre pasos hubo más de un resbalón de feromonas. Y hacía tiempo que no sentía estos subidones. De hecho, no creí que ya me iban a dar. Los últimos fueron los de la menopausia. Yo andaba en la inopia, creyéndome muerta sexualmente.

Hay una edad en la que ya no te importa nada. O sí. En el fondo sí. Rozar la gloria a través de la sexualidad, el deseo y el amor. La carne, con el paso de los años, puede ser lamentable, sobre todo, ver como se descuelga, pero también, un éxtasis. Te hace sentir viva. A la porra pensar en tener bien depilado el pubis o tener que vestirte con una ropa interior atractiva que, por lo general, te queda chica, y ese miedo atroz al embarazo… Todo eso no significaba para mí ninguna barrera esa noche.

Subimos a la habitación. Una enorme cama de matrimonio estaba frente a nosotros. A mí se me había olvidado qué hacer. Federico me miraba, y creo que era ahora cuando se daba cuenta que no había vuelta atrás. Hasta ahí todo había ido muy rápido. Pero llegó el momento en el que el tiempo a nuestra edad, tiene su protagonismo. Todo se ralentiza. Yo pensaba en mi atrofia vaginal y él, probablemente, en una posible disfunción eréctil. No hablamos. Solo nos miramos en silencio. Pensé que tenía que vivir el momento como si fuese el último minuto de mi vida. Federico me tomó la mano, la sentía caliente. Aquella caricia me aceleró el corazón, sentía su latir. Nos acariciamos el rostro. Cerré los ojos y dejé que me quitara parte de la ropa. Mi piel era de gallina, como una adolescente. Lo miré y vi la ternura color avellana en su mirada, un brillo intenso. Se sonreía. Me cautivaba. Y nos abrazamos. Pero, en un instante y sin venir a cuento, me agarró un nervio.

Necesitaba mi tiempo. El baño siempre es una buena excusa. Entré en él. Me miré al espejo y me dije que había perdido la razón. Volví a mirarme bien. Y entonces supe que esa razón era la perfecta. Borré mi cara. Debía de limpiar miedos.

Cuando salí, Federico se me acercó y me volvió a tomar de las manos, las entrelazó con las suyas y nos sentamos en la cama. Me cogió los pies, los descalzó y acarició. Sonreímos y abrazamos de nuevo el silencio. La sintonía era completa. La complicidad se hacía cada vez más estrecha entre ambos. Ahora no me equivocaba. Me vino cien fantasías a la cabeza, desde la nuca a la boca, pasando por las orejas. Sentí que mi cuerpo se estaba despertando a un mundo que tenía olvidado. Me preguntó si podía besarme y fui yo, quién le besó a él en los labios. Un beso de paloma, apresurado, pero lo sentí muy adentro, diría que, por ahí abajo. Me había inventado un beso para su boca. Un beso que despeina. Me sonrojé tanto que se derretían mis ojos; mis párpados se llenaron de lágrimas. Federico me besó en los ojos y entrelazamos los alientos, llamando a viva voz la sangre con los labios y provocándonos palpitaciones. Aumentaron las caricias, las travesuras en la espalda y en el cuello, y esa, mi risa tonta. Federico me agarró las nalgas y me acarició la entrepierna mientras los besos hablaban lenguas vivas. Nos desnudamos totalmente. A mí se me hacían las manos pequeñas a lo largo de toda su piel. Se me aceleró el corazón y despertó ese orgasmo que estaba dormido. A él le faltaba el aire cuando mis dedos estimularon sus genitales; sentía su flacidez empinarse lentamente. Nos amamos hasta la madrugada, cuando el reloj dijo basta. Necesitábamos descansar.

Nos despertamos, nos abrazamos el uno al otro como si hubiéramos sufrido una larga espera. Éramos una esperanza para nosotros mismos y aquella iba ser nuestra forma de amar. Cuando me despedí de él, le di las gracias por hacerlo tan fácil. Gentil hombre, hombre de principios con corazón ansioso, así es Federico.

La habitación 309, la llamaríamos “El Pálpito”, el escondite que nadie más conocería. Aquel refugio que hicimos nuestro. Volvimos allí, una, otra, y una cuántas veces más. Siempre a la salida del baile y hasta que acabaron las clases. Después, nos seguimos viendo, ya en nuestras casas. Unas veces en las de él, otras, en la mía.

Pasamos la prueba del tiempo. Federico descubrió que yo me pierdo cuando me acarician los brazos. Y ahora yo, soy su Tentenpié. «Reina estar contigo es como hacer ejercicio al aire libre, me cambia la presión arterial y el biorritmo del corazón. Siento que se me alarga… La vida» me lo dice sonriendo y guiñándome. Lo hace con los dos ojos. No sabe hacerlo con uno.

Federico tiene buenos sentimientos y no hay mejor persona para colocar los cimientos en esta etapa de la vida donde se comparte la dicha y lo incierto, en la selva y en el desierto. Tenemos muchas coincidencias y muchas diferencias. También somos conscientes de nuestra artrosis. Y que, los medicamentos que Federico toma para la presión arterial y los antiácidos para el estómago, influyen a la hora de hacer el amor. Aun así, no nos quita el sueño, porque ya no lo hacemos como, cuando éramos jóvenes. A nuestra edad, si nos empeñamos, podemos ver serpientes cuadradas, tenemos vía libre.

El afecto y la comunicación que compartimos son los que hacen verdaderos milagros en nuestros cuerpos.

No tengo ya pena por lo vivido, ni miedo por lo que me queda por vivir.



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Comentarios

  1. Un bello canto al amor en una edad ya no tan joven, pero tan válida.
    Un abrazo.

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    1. Hola amigo Chema,es esta edad la que sostiene la balanza del amor jojojo. Un abrazo. Gracias.

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  2. Si no es real, está perfectamente diseñado. Una ternura que cubre todo gesto, y que por ella, se transforma en erotismo.

    Precioso canto a la libertad de la edad y a tira por la ventana los complejos. Un abrazo

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    1. Guau, Alba, no había visto la foto que tienes de perfil, bueno bueno, qué te voya a contar yo de erotismo, jeje. Plaf, plaf, me alegra que te haya gustado. QUé bien. Gracias. Un besote.

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  3. Me ha encantado tu relato, Emerencia. Hay mucha verdad en lo que cuentas, incluso en el sentido que dice Vargas Llosa en su ensayo 'La verdad de las mentiras'. Me da lo mismo que sea un relato real o no, lo importantísimo es su verosimilitud y lo bien que está escrito. ¡Chapeau!
    Un beso

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    1. Hola amigo Juan Carlos, qué alegría, me dan tus comentarios. Sobre todo, porque eres de los seguidores que me ha visto crecer en letras, Desde que comencé, allá por el 2014 con mis viajes, hasta ahora que me he centrado en relatos. Por eso tengo muy en cuenta tus impresiones. Y este comentario es muy motivador. Gracias. Un abrazo grande.

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  4. Increíble tu relato, Emerencia. Incluso si aún no has llegado a cierta edad, deberías empatizar con la historia y los personajes. La verdad, el amor no tiene edad. Lo importante es el respeto, las caricias, la comprensión y el poder disfrutarse mutuamente como si fueran una sola persona.

    Has conseguido expresarlo de forma que, se ha entendido todo perfectamente. Tienes una escritura muy correcta, en la que se lee y entiende con facilidad. Me ha gustado mucho tu relato, un saludo.

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    1. Hola compañero, halagada de tenerte aquí, RR. Bueno tengo cincueta y siete, pero todo llegará. Por lo pronto he empezado a bailar. jaja. Muchas gracias por estas impresiones, veo que te sientes muy identificado. Yo feliz. Un abrazo fuerte y feliz semana.

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  5. Precios relato, Eme. A todas las edades, el amor y el sexo pueden manifestarse. De distintas formas, pero con la misma fuerza e ilusión.
    Un beso.

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    1. Gracias Rosa, por estar siempre y dejar tus impresiones. Un beso fuerte. Feliz semana

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  6. me encanta leerte
    y eres muy bella

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  7. Siendo así como describes, bailaría contigo toda la vida, Eme.
    Que manera de escribir, por Dios!!!
    Recuerda que los viejos rockeros nunca mueren !!!

    Abrazos con cariño y buenas noches bailarina.

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    1. Hola Joquín, gracias por la lectura, ya sé que el video te gustó jeeje. Los viejos rokeros y los danzarines de swing. La cuestión es mover el cuerpo. Un abrazo.

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  8. Madre mia, Emerencia!
    Una oda a la juventud y belleza lozanas hasta llegar a la edad madura. Me ha encantado el texto, escrito con contenido humorístico, muy entretenido.
    Abrazo

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    1. Hola Jessy, qué bien porque leí antes tu comentario en el vídeo así que sabía que te había gustado. Gracias por seguir estas historias que escribo. Un abrazo.

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  9. Hola Julio David, qué bueno, muchas gracias. Un abrazo.

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  10. ¡Hola, Eme! Un relato 100% Eme, en el que se nota trabajo y talento en cada frase, como esta "Me había inventado un beso para su boca. Un beso que despeina." En esta ocasión un amor otoñal que dirían los cursis, puesto que el amor, o la pasión no conoce fechas en el calendario. Un fuerte abrazo!!

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    1. Hola David, muchas gracias, eso de 100%, jo he visto la antítesis, sucedáneo, no se porqué. Cosas máis. Me encanta cuando me dejas estas impresiones de frases que dejo por ahí y por allá. Gracias amigo mío. Un beso

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