LA FRASE CHICLE




relato la frase chicle


Hay un símbolo de protesta en la pared, lo dejé con mi saliva. También dejé una flor con pétalos azules y naranjas. Si alguien despega mi símbolo y mi flor encontrarán mi ADN, despejará la incógnita: Sí, existo.

Es mi callejón exclusivo, por donde pasé tantos años dejando mi aliento y mi pesar, donde también forniqué la primera vez. Te lo preguntarás ¿qué valor puede tener un lugar tan poco transitado, de paredes húmedas, hediondo, humeante, por donde los caldos salen pringándolo todo y luego se evaporan? Mucho. Es mi día a día, mi tránsito, mi discurrir.

Ahí, mis dulces petrificados forman flores y símbolos de paz. Nadie me pega encima. Desde el primero que fijé, hoy ya existen miles cubriendo ambos lados del callejón; cada uno de forma sostenida e insostenida, pegados a conciencia o colgando como moco de velas.

Allí esperé a que él viniera, hasta que dejó de hacerlo. Dejé de besarlo y comí más chicle.

Gasté mi saliva. La gasté por impulso sexual, por hambre, estrés, por rabia y dolor. La gasté y me curó de tantas cosas…

Tuve momentos en mi vida en los que digerí los chicles en la lengua midiendo la mascada. Cuánto más grande era el problema, mayor era la pompa que yo hacía. Terminaba doliéndome la mandíbula. Activar mis papilas gustativas me ayudaba a llevar la depresión que agarré por entonces.

Está claro que no fui la única mascadora de chicles. Muchos más vinieron al callejón. Lo mismo también para fornicar o simplemente para llorar; también pudieron traer cartas. Y sí, claro,  fueron a mear como en tantos otros rincones. Había un cine cerca y a veces la cola llegaba hasta aquí; todos se sacaban su chicle y lo plantaron sobre la pared como un apósito a una herida, tapón al agujero, tal parche a rotura. Dejaron de esconderlos bajo los muebles, la barandilla. Recuerdo aquellos pegados en la escuela, bajo los pupitres, los de madera con tapa y asiento abatible…

Los chicles de ahora son muy vistosos, pero no tan grandes como los de antes. Los de fresa, mis preferidos, muy molones. Los que venían enrollados en una cajita redonda y en la tapa aparecía un hombre pompa de azul goma, muy frikis; de allí iba sacando cachitos de chicle a mansalva; esos eran los que usaba en el museo.

Gracias a mi saliva me mantuve en aquel trabajo. Decían que era especial —y no era fácil ser restauradora de cuadros entonces—. Mi saliva limpiaba muy bien las pinturas; el polvo desaparecía de inmediato. Recuerdo por entonces ese babear como un perro en verano; escupía en el bastoncillo de algodón, una y otra vez y los trazos del pintor se revelaban brillantes. Y esto no era gratis. Por entonces tenía que cuidar muy bien lo que comía y además, ¡bebía taanta agua!

Ya no trabajo más en el museo, pero sigo teniendo a mi saliva como aliada. No solo cuando me corto y me pincho ¡Ouch! también cuando tengo mis cuadros, otros, los de la ansiedad, pero de esto no quiero hablar.

No hay como una  buena saliva para descubrir sabores. Sabores de algas, guaraná ¡Hum!; atreverte con una granizada de pizza o el helado de fabada; el pulpo crudo en sésamo, los saltamontes planchados y las hormigas culonas ¡Puaf! estas no me gustan. Y para babas, el regustito de las del caracol en salsa o la sopa de nido de golondrina, sí, la saliva de esa ave que la utiliza como nido, ¡y sin comer chicle! Ni lo sabías, ¿verdad? Cuántas veces la habrás comido creyendo que eran algas.

Lo que más, más hecho de menos es besar. Besos pequeños, ¡Mmm! esos piquitos de pollo, o grandes, grandes con lametones de cielo ¡Oaahh! Aún no pierdo la esperanza.

Ya no como tanto chicle, por los dientes postizos, sabes. En alguna ocasión, a veces, cuando no tengo cepillo dental, me echo algún chicle a la boca y a salivar, aunque no es igual.

Tampoco vivo allí, en el callejón, bueno, cerca del callejón. No, ahora vivo lejos, muy lejos del callejón. Ayer pasé por allí, me llevé dos chicles chupados con sabor a sandía —uno mejor que dos, más sabor—, hice un corazón, por si los buenos propósitos dan su fruto, y si son dos, mejor, y si no, siempre quedará mi ADN.



FIN







Comentarios

  1. ¡Lo que da de sí un chicle! ¿cómo fue, es, vuestra experiencia con los chicles? seguro que tenéis anécdotas que contar, compartirla aquí. Ah, y lo mejor, ¡os tocará uno en el huevo de la suerte! Un beso, no, dos.

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  2. Ayyyyyy los Bang Bang eran mis preferidos junto con los tico tico. En un post nostálgico qu erescaté el sábado pasado hablo de las chuches de mi infancia.

    Me ha encantado el relato, es muy original y descrbes muy muy bien.

    Yo me niego a probar el helado de abada, lo tenían en una heladería a la que voy mucho y siempre me he negado, jejejeje.

    Muy feliz finde.

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    1. Hola Gemma, jaja sí que eran grandes los Bang bang y con ese sabor, inolvidables, no cabían en la boca y esas pompasas que hacíamos...Cada vez hay más helados raros, creo que se nos ha ido la cabeza con esto de probar cosas nuevas. Yo tampoco me he atrevido con el helado de fabada. Un beso y Feliz finde!!!

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    2. Perdona por tantos fallos, madre mía.
      Feliz día.

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  3. De callejones sórdidos, chicles de sandía, y de adn impregnado en nuestra memoria. Qué relato más original Eme. Chicles muchos: Bubbalo, Bang-Bang, Boomer, pero sobre todo los antiguos Cheiw. Y muchos colores, muchos besos, y mucho La La Land. Dos besos no, tres para ti escritora.

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    1. Muchísimas gracias Miguel, me alegro que te haya resultado original la historia. Recojo los chicles, los colores, los besos y ese la La land, por cierto he buscado su significado es: "estado mental ensoñador y eufórico alejado de las más duras realidades de la vida”.Fíjateee. Un beso.

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  4. Eme, yo los utilizaba para pegar las suelas de las zapatillas cuándo se rompían. En invierno funcionaba muy bien, pero en verano con el calor se derretían y que asco parecían mocos saliendo de las suelas jajaja. Qué recuerdos. Enhorabuena, un besito.

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    1. Hola Desconocido, muchas gracias; me imagino que me conoces bien jeje, qué rabia que no dejéis el nombre, igualmente me hace ilusión el comentario. ¿Pegar zapatillas? qué ocurrente. Yo los he sufrido y sufro cuando los piso por la calle, yaaa, ¡Qué rabia me da! te vas pegando por todos sitios. Un besito

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  5. A mi me gustaba el BAZOOKA, y hasta tenía un slogan-canción para saltar a la cuerda. Primero despacito:
    CHICLE BAZOKA
    SE HIIINCHA
    SE EXPLOOOTA

    Y luego todo seguido y dándole más rápido a la cuerda
    CHICLEBAZOKASEHINDASEEXPLOTA

    ¡Ains que recuerdos!

    Siempre siempre me sorprende tu manera de escribir Emerencia, y no debería asombrarme, porque estoy ya acostumbrada a tus cambios de registros, tu loca imaginación, tu salirte fuera de los lugares comunes, tu mirada tan particular, y tu..., bueeeno, vaaale, paro ya.

    Eso, que me ha gustado, aunque he sentido algo de pena de ese muro que todo lo aguanta... supongo que hasta los carteles electorales ¡pobres!

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    1. Je, je, " Ay niña como me río cuando tú te ríes, hasta comiendo chicles y dando saltos no hay salero como el tuyo" Hola Isabel, pues como me alegro que te haya traído recuerdos. Lo de la inspiración te cuento. Tengo varias musas, cada una de su padre y su madre.Son Adalberta, Fidela y Pía. A cada una tengo que darle chance y créeme, son muy diferentes; pero el que más me cautiva es Frido. Es un muso que se me insinúo hace poco que me trae de cabeza. Ya verás el corto que me ha "soplado" para el taller, ya, ya. Nos contamos. Un beso

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    2. Nunca he hecho un corto. He tenido que leer algunas chuletas para enterarme de como se hacen, y además me ha salido un dramón. No se yo...
      Pues nos vemos en la Gala y en el taller. Besos.

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  6. El chicle que más recuerdo era el bazooka Joe. Era un cilindro bajo formado por tres pastillas paralelas redondas. No sé si lo conoces es anterior al rectangular que salió después y no tenía nada que ver.Mi madre siempre dice que el redondo sabía como el que traían los americanos cuando ella era niña.
    Yo lo pegaba debajo de la mesa de la cocina y me podía durar semanas, hasta que mi madre lo descubrió y me montó un quilombo monumental. Es que no me gustaba el chicle reciente. Era muy dulce y casi no se podían hacer globos.
    Me ha encantado tu relato que va mucho más allá de chicles y ceo que más bien habla de salivas. Muy evocador, realmente.
    Un beso.

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    1. Hola Rosa, ay qué bueno, esa historia de los bazooka. Yo no los recuerdo, de hecho creo que nunca los comí, recuerdo los bang, bang, me gustaba bastante. Lo de pegar el chicle debajo de la mesa de la cocina ya me imagino como se pondría tu madre, ja, ja.

      En cuanto al relato te cuento que está escrito en primera persona, pero la protagonista no tiene que ver nada con la autora, de hecho está casi todo inventado (menos lo del pupitre) Sabía que el tema de los chicles podría traeros recuerdos de niños y por ahí que comentarais vuestras experiencias. El trasfondo, estimada Rosa va más allá, efectivamente la protagonista nos descubre parte de su vida contando esa anécdota del callejón, ese callejón muy cerca de donde ella vivía. Volver a ese lugar ha sido muy especial para ella. Un beso

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  7. Un relato que te deja perplejo en la primera lectura, pero en la segunda te sumerge en una historia que cumple a la perfección lo que en su día decía Hemingway. Mostrar solo la punta del iceberg, pero insinuar todo lo que se esconde debajo. Y aquí nos habla un personaje que vuelve a su adolescencia, a ese callejón que puede ser infesto para los adultos, pero todo un escondite en el que los jóvenes se descubren a sí mismos. Y el personaje nos habla de momentos eroticofestivos, pero también de otros momentos de desencanto que solo los chicles podían aliviar. Es curioso que el futuro le deparara el trabajo en un museo, rodeada de arte; todo lo contrario que ese callejón.
    O, ahora que lo pienso, quizá no tan distinto.
    Fantástico, Eme! Un abrazo!
    PD. Yo era muy normalito con los chicles, el bang bang y el de aquel personaje de traje azul que ahora no recuerdo. El sabor se iba enseguida, pero desde luego le daba un buen tute cuando solo era goma, ¡no podías dejar de masticar!

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    1. Hola David muchísimas gracias¡qué interesante lo de Hemingway! como bien dices este personaje es mucho más que "mascar" chicle, se lo comenté también a Rosa anteriormente. Esta historia lleva conmigo mucho tiempo. Tenía la imagen del chicle pegado en la pared y sabía que había algo interesante detrás hasta que me vino la inspiración, después no pude seguir con el relato y se quedó en el alambique hasta que esta semana por fin la protagonista cuenta todo lo que tiene dentro. Un proceso lento, pero me alegro que haya gustado. Ah y lo del personaje azul era el Buble-man, ese sí que lo conocí. Un abrazo

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  8. La saliva, esa gran aliada... ¿Y qué me dices de la saliva materna para limpiar la cara tiznada del hijito revoltoso? Y en cuanto a los chicles, siempre me recordarán una de mis dos grandes dificultades de esta vida: hacer pompas bien grandes. La otra: no saber silbar como Dios manda. Así no hay forma de parar un taxi, ni llamar la atención de alguien, ni armar follón en un concierto de rock.
    No sé cuál será tu impedimento, pero desde luego no es la invención de historias originales.
    Un abrazo nada pegajoso.

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    1. Jejeje. Yo tampoco supe silvar así y mira que lo intenté tantas veces, solo conseguí que saliera el sonido de paloma, ahuecando las manos. Gracias Josep Mª. Un abrazo

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  9. Releyendo... porque es para releer y darles algunas vueltas como el chicle en la boca... tu frase chicle no es ningún cliché, y es que cuando escribes eres elástica.... estiras, encoges, alargas, acortas, dilatas... vamos que haces lo que quieres con las palabras Eme.

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    1. Hola Isabel, muchísimas gracias por volver a leer el relato, eso es porque te ha resultado interesante; no hay algo que más motive para seguir escribiendo que el interés del lector, en este caso de la lectora. La frase chicle no es algo mío es una expresión que leí, significa algo así que no se termina nunca, tal vez lo elegí porque al principio de la historia no seguí, es como si se resistiera la protagonista; después ya fluyó su historia tan alegremente contándonos su "affaire" con la vida. Un abrazo compañera.

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  10. Buenísimo, Emerencia. Ingenioso y con estilo propio. Me ha encantado.

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    1. Hola Marta, muchas gracias, qué bueno que te haya encantado. Un abrazo

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  11. Emerencia que chicloso es tu relato, dan ganas de masticar un chile seguido y seguir degustando tus letras.

    Me ha parecido que todo ha encajado tan bien, las nostalgias , las descripciones del callejón, de los chicles, sus usos y los deshusos (definitivos o temporales), la saliva pues sin ella no hay como mascar chicle, ja, ja... Las imagenes son un vivo museo chiclero, quien no dejó chicles por todos lados.

    Sabes siempre fui extremadamente flaca, y me decian que era por tanto mascar chicle, soltaba uno cuando llegaba el otro, y que crees, estando en Nueva York el año pasado escuché en un programa de radio sobre salud, que el mascar chicle ayudaba a rebajar, porque al mascar engañas al cerebro, creyendo que estás comiendo, el organismo deja de guardar tantas reservas para el tiempo de ayuna, asi que como ahora quiero rebajar he vuelto a mascar chicle, ja, ja.

    Eso si ahora con mas consciencia al botarlo, pues despues que fui al Pico Duarte, supe que hace tanto daño el dejarlos por ahi tirados, incluso que se les pega del pico a las aves y tratando de quitarselo se le pega tambien en las patas y les impide comer y hasta volar.

    Me ha encantado leerte Eme, eres genial, eso de conseguir trabajo limpiando cuadros gracias al hacer tanta saliva, lo del callejón con sus diferentes usos y sus paredes llenas de chicle, tan parecido a los de aqui, el ADN en la saliva, muy atinado, en fin, ha valido la espera hasta que llegara a feliz termino la historia.

    Abrazos querida

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    1. Hola Idalia, pues no sabía yo eso de que adelgazaba, jaja, se lo hubiera dicho a la protagonista, aunque bien pensado, lo mismo ella con tanta ansiedad ya adelgazaba sin saber que el chicle contribuía también a la perdida de peso. Qué bueno que hayas contado esa anécdota. Con respecto a dejar el chicle tirado, aquí los niños los siguen tirando al suelo, entre cacas de perro y chicles aplastados, ni te imaginas las calles. Me alegro que te haya gustado el relato. Un abrazo amiga

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  12. Que relato mas bonito con unos simples chicles. Si volvemos la vista atrás a mi me traen recuerdo dos clicles: Bazooka ese que era redondo con tres filas y los Cheiw. en mi adolescencia. Esos globos que nos hacía tener competencia entre amigas cual globo se hacía más grande. Mascar chicles cuando se estaba nerviosa mientras esperábamos a una cita misteriosa. ¡Uff que recuerdos! Has podido llevarme a esos recuerdos que quizás valga para un relato, quien sabe. Un abrazo.

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    1. Hola Mamen. Los bazooka todos los compañeros los conocían, yo solo recuerdo los bang bang, y por supuesto, los Cheiw, por cierto, ¿sabías que este último chicle es un invento de una familia de Elche? los chicles Cheiw y los palotes, con es a música pegadiza ♫ Cheiw Junior, Cheiw Junior, tenía que ser Cheiw ♫ Eso de hacer hinchar globos jaja, síiii es verdad, también me acuerdo, qué bueno. Qué comentario tan nostálgico nos dejas aquí. Gracias compañera. Un abrazo

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  13. Hola Emerencia. Jamás pensé que un chicle diera para tanto. ¡Gracias por descubrir el enigmático mundo de la goma de mascar!
    Te deseo mucha suerte en el concurso. Un abrazo.

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    1. Gracias Bruno, ni te imaginas hasta donde puede llegar si lo estiras más,jaja. Gracias compañero. Un abrazo

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  14. Hola, Eme: ¡Un relato tan vivencial y tan original a la vez! Me encantaton el halo decadente del callejón y las disgresiones sobre caracoles y golondrinas

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    1. Hola Beba, gracias por dejar tus sensaciones, y a tu estupendo ojo lector. Me alegro que te haya gustado ese halo decadente del callejón y las disgresiones entre caracoles y golondrinas porque es así como ha fluido la historia. El relato tiene ese punto de equilibrio entre lo agradable y desagradable y ese desequilibrio contando las cosas. La protagonista se pierde entre pompa y pompa, recuerdo y recuerdo. Fluyen sus anécdotas en su vida como si mascaras un chicle. Una historia de un chicle que da mucho de sí contada por una mujer entrada en años, mayor en andares. Sí hay un cambio en la trama, incluso temporal, y es intencionado; de ahí el título "la frase chicle" habrá gente que dirá que no se entera de la historia, pero estoy acostumbrada ya, es mi alegría y mi pesar, y voy contenta por los lagares. Tú ni caso jeje. Un abrazo compañera.

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  15. El Cheiw con sabor a menta es el que mas recuerdo. Toda una vida contada a través de la goma de mascar y la saliva, y un callejón donde quedaron pegados tantos recuerdos. Muchas suerte en el Tintero, Eme. Un abrazo.

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    1. Hola Jorge, ¡esta vez si que participas! gracias por dejar tus impresiones. Un abrazo

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  16. Que encantador e hilarante relato. Genial imaginacion, Emerencia. Que ansiedad pasa una en la adolescencia, con ese masticar de chicles. Suerte en el tintero!

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    1. ¡Hola Jessy! ¡pues si que si, es que el chicle da mucho de sí, jeje!gracias compañera. Un abrazo

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  17. Pues si que dio mucho que contar tus chicles, te felicito por la forma tan clara de contar lo sucedido a tu protagonista. Se lee con ansiedad buscando ese final, y una vez llegado al mismo descubres que aunque pasó el tiempo a tu protagonista los chicles aún están presentes.
    En mi caso no fui niña ni adolescente de chicles, no me gustaron ni me gustan.
    Un abrazo Emerencia y suerte en el concurso
    Puri

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    1. Hola Puri, síi es una frase muuuuy larga jeje. Bueno, no eres la única, hay mucha gente que tampoco le gustan. A mi me ha llegado a doler la mandíbula tanto, que hasta he tenido agujetas jaja. Gracias por pasarte. Un abrazo

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  18. Un relato original donde los haya, Eme. ¿De dónde sacas las ideas para tus escritos? Bueno, no pretendo que me respondas, sería revelar tus secretos de escritora, pero de veras que me sorprendes :))

    Yo dejé de comer chicle hace muchos años, una pena. Primero por los empastes, por miedo a perderlos, quiero decir. Y después porque no me va bien para la mandíbula. ¡Otro pequeño gran placer de la vida que me pierdo! Suerte que tu prota no tiene ninguno de esos problemas.

    ¡Un beso y mucha suerte en el Tintero!

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    1. Hola Julia. Bueno para las inspiraciones tengo dos musas y un muso. Depende a quién le toque, las palabras van en sentido directo con buena frenada o en retahíla "quita que no me paro" jeje. Es broma. No se, cada día me da por una cosa. En este caso me inspiró las fotos. Un día las vi (de esto hace mucho tiempo) y empecé a escribir una historia. La dejé en sus comienzos, y ahora, hace unos días, retomé el argumento y la terminé de contar. Tengo así muchas historias, relatos inacabados.

      Yo también dejé de comer chicles por los empastes, pero luego me detectaron un poco de bruxismo y de nuevo los como para relajar la mandíbula.

      Gracias compañera. Un beso

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  19. Se te pega el chicle como se te pega el personaje de tu relato y sigue ahí después de terminar la lectura. Porque es al final cuando te das cuenta que se ha hecho mayor y desde la distancia del tiempo nos cuenta sus vivencias, lo importante que fue aquel callejón en su vida para compartir con otros su vida o para compartirle su soledad. Y siempre el chicle de por medio como amalgama de todas sus historias.
    Sorprendente historia, ingeniosa y de lectura ágil. Un placer leerte.
    Suerte en el Tintero. Abrazo.

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    1. Hola María Pilar, gracias por dejar el comentario en "la ciudad pintada" me alegra que te haya gustado esa recopilación de imágenes que he hecho de tu ciudad. Con respecto a este relato. Como bien dices María Pilar, la protagonista es una mujer ya anciana recordando su vida, haciéndola presente; en esa casa cerca del callejón donde vivió. Nos cuenta sobre su primer amor, su trabajo. Sus perdidas. Añoranzas y tristezas. Anécdotas de sabores. Entre mascada y pompa, la saliva balbucea la nostalgia. Me alegra que te haya gustado. Un abrazo

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  20. Vaya, pues sí que puede resultar útil la saliva: como fijadora de chicles, restauradora de cuadros y degustadora de sabores. Nos propones una historia que, aunque corta, se revela de denso contenido a través de una línea argumental vibrante, que sorprende de continuo, que vira de forma inverosímil, creando escenarios muy reales, que podemos ver, sentir, saborear y hasta oler. Hay que reconocer que tus relatos tienen matices tan originales e inesperados que nunca dejan indiferente. Ahí es nada: toda una vida contenida en el interior de un chicle y vivida saboreando un surtido catálogo de las dulces y adictivas gomas de mascar. Mucha Suerte en El Tintero. Un abrazo, Eme.

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    1. Hola Paco, uy gracias, me apunto todo, sueles hacer siempre un buen resumen de los relatos, conspiras con tus impresiones para dejar un bordado comentario. Gracias compañero.

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  21. ¡Qué relato tan original, amiga Eme! Bueno, como todos los tuyos, siendo riguroso...
    Yo no he sido consumidor de chicles, sólo de vez en cuando, pero he podido ver en colores un universo girando en torno a ellos al leer tus palabras, y me lo he pasado genial. ¡Gracias y bravo por tu iniciativa!
    Te deseo mucha suerte en EL TINTERO DE ORO.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Hola Patxi, gracias por tu comentario, me alegro que te lo hayas pasado genial. Un abrazo

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  22. Yo recuerdo los Dunkin y los cosmos que eran negros y con sabor a regaliz.
    Un relato muy original por el desarrollo tan complejo a la hora de analizar las ventajas de mascar y salivar. También por esa descripción de un callejón muy propio de New york, supurando caldos y vapores de alcantarilla y escondiendo basura, desechos y detritos variados. Sobras de una sociedad sobresaturada de desperdicio.
    Lo dicho, muy original y bien relatado.
    Un abrazo y suerte.

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    1. Hola Francisco, me alegra tu comentario. Ese callejón es así como me lo he imaginado, tal como lo dices, oscuro, con esos vapores; me faltó describir toda la negrura, mierdecilla, pegada a tanto chicle después de ese tiempo, pero le iba a quitar encanto a esa nostalgia ¿no crees? gracias. Un abrazo

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  23. Buena descripción y dominio del paisaje que se relata. Recurso a la memoria a partir de sentidos potentes como el gusto, los sabores, hasta el sonido de los globos. El callejón y lugar cerrado recuerda al portal túnel de acceso a la casa de Julieta en Verona, lleno de chicles pegados en la pared con notas y recuerdos de amantes de Julieta a través de los tiempos. Gracias por compartir un texto original y bien hecho

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    1. Hola Javier, acabo de ver en internet lo que me has comentado de la casa de Julieta en Verona qué buen descubrimiento, ni lo conocía. Todos esos mensajes de amor, de esperanza, una expresión popular escrita en cientos de lenguas. Pues me anoto otro uso más del chicle: ser pegamento de todos esos mensajes (ya no es solo de suelas de zapatos como alguien dijo más arriba). Gracias por dejar tu comentario. Un abrazo

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  24. Jamás pensé que algo tan insignificante como un chicle diera para una vida entera. Un relato muy curioso, mucha suerte en el Tintero. Un saludo.

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    1. Hola Beatriz, muchas gracias por dejar tu comentario. Un abrazo

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