TRÁNSITO


 



          Y quedará como un hito. Se trata del Triángulo amarillo, el que unifica ahora ese mundo dividido en dos. Quizás creas que esto es una paradoja: un triángulo que vaya a derivar en señal de una división de dos partes, pero cosas más inverosímiles se han visto, ¿no? Ahora sabrás lo que ha ocurrido.

La humanidad fue obligada a salir, a buscarlo. Como dijo la profecía Mona: «Después de derretirse los polos, la tierra se limpiará. El hombre se enfrentará consigo mismo. El dinero dejará de usarse. La nueva raza humana y los insólitos animales que surjan, formarán parte del Triángulo amarillo, el límite. Allí surgirá la embrionaria razón del nuevo ser. Continuará el camino de la evolución.».

 Se han unido por entero las razas hacia ese límite. Ahora nadie pide comida cuando la carcoma se ha convertido en plato suculento. Ya no tiene sentido en el sur una cuchara si el plato se derrite, al mismo nivel que la gota ya ha colmado el vaso en el norte.

Los que llegamos de fuera y nos quedamos, nunca debimos ignorar a esas otras fuerzas. Fuerzas con el ánimo destructor para cambiarlo todo. Unas fuerzas naturales capaces de decidir el futuro y otras, sobrenaturales, que en vez de dar seguridad crean incertidumbre a diario.

—¿Dónde está el bien y el mal ahora?
—No existe. Este límite es el ecuador de la existencia, no hay cabida para la dualidad.
—Me siento fuera de lugar, es como si mi vida no tuviera una razón.
—¿Oye play boy, tú lo que llevas mal es haber renunciado a toda tu riqueza familiar?
—Ahórrame el discurso.
—¡No discutáis!, ahora todos llevamos una vida laboral independiente, ¿es que no estabais hartos de estar rodeados de asesores financieros?
—Mira la "escarchada". Sí a ti te parece qué dedicarme todo el día a entrenamiento físico es independencia, pues sí, pero lo de mercenario yo lo llevaba mucho mejor.
—Me da, que poco crimen nos vamos a encontrar en el Triángulo.
—¡Qué telepatía la tuya!
—Lo que realmente parece, es que echas de menos las limusinas y las lujosas mansiones, o ¿tal vez sea el trapicheo con el arte y las antiguallas?
—¡Y tú, el internado!
—¡Tranquilos!

Ya los escucháis. Así todos los días. Sí solo se trata de un poco de respeto, cooperación y cortesía. No sé donde les pondría los ues y los ies, pero sí, exacto, ellos son los conocedores del tiempo y el espacio: Los superhéroes. Y que no llevan muy bien, de un tiempo para acá, eso de ser filántropos. Obvio, lo ven como una utopía: «Amor a las personas y dedicación; trabajar por ellas de forma desinteresada, y por supuesto, a jornada completa». Hasta han tenido que renunciar a comer yogur helado e invertir sus multimillonarias riquezas en causas humanitarias, organizaciones caritativas y demás asociaciones sin ánimo.

Otra vez hoy amanece con el cielo plomizo. Se repetirán de nuevo esas inundaciones y seguirá el deshielo. Las focas y los osos polares ya no saben como escapar, si a nado o flotando. Según mi cuadrante, hoy les toca a El Hombre de Hierro, al Hombre Murciélago y a la Reina Blanca. Ellos guiarán las razas entre las zonas pantanosas y la oscuridad.




—Pues hala, en marcha, acompañaremos a los del Hemisferio Norte. Se reconocen por sus capas azules impermeables y sombreros de copa amarillos. Y todos llevan paraguas.
—Con ellos te sentirás identificado. Son fríos como el témpano. Superan en coraza hasta la tortuga más resentida, y tan impenetrables como tus cuarenta y dos armadura juntas.
—De nada les va a servir en el Triángulo. Oye, ¿porqué nunca te mandan a ti?, ¿acaso no echas de menos un poco de agua?
—Eh, porque yo sea negro no quiere decir que me guste más el calor.
—Da igual donde vayamos. Cuando tomamos cargo en el Triángulo, juramos que nos dedicaríamos a reducir la pobreza, el crimen y los problemas sociales sea del lugar que sea.
—Pues los que os autodenomináis “Vengadores” debierais reflexionar si éste es lugar para vosotros.
—No hace falta que nos lo recuerdes, ya está asumido. Los poderes que tenemos son para los que los necesitan.
—Claro T´Challa, los que conserváis un trono en África, tenéis el mando por poder y os resulta más fácil decirlo.
—Y tú, a estas alturas, estás demasiado loco para pensarlo, ¿acaso no te vales de tu armadura de poder?
—Ya está bien de pulsos. Son las grandes decisiones las que nos hacen ser quiénes somos. Debemos permanecer unidos en el tiempo.

Es evidente que Los superhéroes han tenido que renunciar a bastantes privilegios del pasado para acompañar al éxodo de las naciones y centrarse solo en la energía verde, más que en los metales de vibranium, oro o titanio. Esta situación a algunos no es algo que les motive mucho. El caso de Pantera negra, T´Challa, ha renunciado al trono de Wakanda y a sus riquezas en metales y piedras preciosas. Ahora guiará a los pueblos de África junto a Lothar, el príncipe de las Siete Naciones y la Mujer León. 




El hemisferio sur es un infierno con ese sol cegador. A las cebras se les está desollando la piel con el aire abrasador. Solo las grullas azules han escapado ilesas. Las razas humanas del sur, migran en masa por los suelos cuarteados y los desiertos. Se han embadurnado de barro colorado y manteca, y marchan con sus gorros cortos de piel de cabra que los identifica.

Se ha acumulado demasiada basura, demasiada inmundicia en los polos. Hoy  vuelta a rescatar bebés de los contenedores. Más de un centenar. Pero, para eso estoy aquí. No hay problema.

—¿ Y tú quién eres? Llevas todo el rato pregonando, contando de esto y lo otro, y todavía no sé a que raza, animal, o cosa, perteneces.
—No eres el más adecuado para revelar identidades. Mira el falso héroe, ahí tirado, borracho.
—¡No te acerques hocicudo anaranjado!
—Pues bien, soy el Alienígena Alf. Y tengo ocho estómagos, aguanto de todo. Y desde que estoy aquí en la Tierra, procuro que todo dé un giro hacia un futuro solidario, de forma que el planeta pueda recuperarse, pero con vosotros aquí, soy bastante escéptico.
—¿Qué haces? No me toques.
—Beber empeora la situación actual del cambio y creo que este biochip que llevas implantado en la columna ¡raas! no te va a servir para nada a partir de ahora ¡No hay problema, culpa al extraterrestre! Confiamos en ti como fuente de energía limpia, pero en el fondo nunca has renunciado ¿verdad? No nos engañas. Siempre tendrás un corazón de metal.

El hombre de hierro queda tirado en el suelo. Ahora es un parapléjico. Mira su traje: una bomba de una tremenda potencia.





Hola compañer@s este relato ha sido creado a raíz de un cambio de estructura que he hecho de otro anterior, presentado al reto de enero de 

Por los comentarios de l@s compañer@s participantes, a la mayoría le ha había resultado pesado y engorroso. Pues bien, he decidido hacer éste. No he cambiado el fondo de la historia, pero sí he modificado el desarrollo y le he dado un punto al final. El narrador se identifica y además, en la historia aparecen protagonistas que estaban ocultos en el espacio. Esto no debe influir en vuestra lectura. Por eso, prefiero que primero dejéis el comentario de este relato y SÓLO, después, repito SÓLO, si tenéis ganas y tiempo (eso sobre todo), leáis el segundo relato que os dejo aquí abajo, el que fue el origen. Por cierto, sería injusto no tener en cuenta a quiénes han influido para que este cambio haya sido posible: los participantes de este reto de enero de Café Literautas ¡Muchísimas gracias compis!

Y ahora, con la objetividad y generosidad que os caracteriza ¡a disfrutar! y ya me diréis que os ha parecido este primero. NO OS SINTÁIS TENTADOS Y LEÁIS EL SEGUNDO. Solo lo dejo para los, las curiosos, -osas.



TRÁNSITO


Todo comenzó con un cielo plomizo en el hemisferio norte y con un sol cegador en su opuesto. Después, llegaron nubarrones grandes y redondos inundando el espacio y en el sur, aquel infierno incierto donde terminarían ardiendo hasta las piedras. Las focas y los osos polares se escaparon flotando. Y en el sur, a las cebras se les fue desollando la piel con el aire abrasador. De este hemisferio sur solo las grullas azules volaron. Las tortugas del mundo no sobrevivieron, era cuestión de tiempo. Dejaban en su caparazón toda su virtud.

La humanidad también salió a buscar ese límite. Por entero las razas se unieron hacia ese triángulo. Nadie pedía comida, todos huían. Ya no tendría sentido en el sur una cuchara si el plato se derretía, al mismo nivel que la gota ya había colmado el vaso en el norte. Las razas avanzaban. Las del norte con sus paraguas, con un tiempo anclado, perenne, dispuesto a no dejar de llover. En este hemisferio ya no existía vestimenta que diferenciara los unos de los otros. Todas llevaban largas capas azules impermeables y sombreros de copa amarillos. Un mar de paraguas arrollaba; pegados en una cascada sin fin. Esa oleada de gente huía, abriéndose camino en lo anegado; encontrando a su paso puentes inundados y esquivando zonas pantanosas; montañas de casas y vehículos atrapados en el fango. La oscuridad se había impuesto y ya solo estaban a expensas de la luz natural. 

       Las razas del sur, en cambio, migraron en masa por los suelos cuarteados y los desiertos colmados de arenales estériles. El sol, que había reventado en claridad, caía sobre los cuerpos. En ese rojo oxidado se hundían. Una humanidad que se había mimetizado embadurnada de barro colorado y manteca, marchaba con sus gorros cortos de piel de cabra. Parecían sombras, un espejismo. Las siluetas se disolvían en la calima, reptando como una serpiente, con un avance que deformaba las dunas. La sequía había establecido su imperio y marcaba el paso de esa marcha sedienta, agarrados a la piel y a las vísceras. Caminaban hacia esa franja de esperanza.

La tierra se despoblaba por los extremos y como la marabunta, la gente iba hacia el ecuador, donde no había ya techo ni suelo. La latitud cero. Era la gran sala abierta, sin causa alguna ni tampoco desigualdad en el género. La franja que, aun siendo frontera, giraba tan rápida que saltaban por igual los caballos del tiovivo en el que se había convertido el planeta. Girando, girando, los polos eran cada vez más achatados por la basura, los desperdicios de la inmundicia. Era un nuevo origen sin monigotes de barro, no existiría Adán. El lugar donde no habría ni maremotos ni huracanes, allí los ríos siempre alcanzarían el mismo caudal y donde la carcoma se había convertido en un plato suculento. De aquí saldría esa única raza que daría armonía al mundo, una raza políticamente organizada. Yo los pude ver a todos, concentrándose, venían de arriba, de abajo, como una sarta de cuentas de un collar infinito.

Los que han sobrevivido les une una sola lengua, una cultura, una historia y un solo origen. Pero hay algo que les preocupa, y mucho: que los osos ahora son bipolares y las grullas azules sudafricanas interpretan con su vuelo valses de Viena. Ni los psicoanalistas son capaces de dar con una solución. Todos ellos, la nueva raza humana y esos insólitos animales, forman parte de este Triángulo Amarillo, la embrionaria razón del nuevo SER.


Y quedó como hito. El Triángulo unificaría ese mundo dividido en dos.
Nunca debimos ignorar que otras fuerzas, ajenas a nosotros, pudieran desarrollarse. Unas fuerzas naturales capaces de decidir lo que estaría bien de lo que estaba mal. 


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