PUERTO DE ROTTERDAM. LA LÍNEA DEL CIELO
Todas las frustraciones se
convierten en oportunidades. Ahora lo sé, lo he visto, he estado en el puerto más grande de
Europa y tal vez uno del mundo. El puerto de Mar del Norte. Grandes posibilidades esperaban a la ciudad que tuvo el atrevimiento de conquistarse a sí misma. Un nuevo desarrollo urbano; ni parecido a lo que fue la urbe que le antecediera, aquella que fue bombardeada en
la segunda guerra mundial. A esta ciudad le persigue esa sombra que juega al escondite, un
eclipse que se emborrona con el tiempo ¿El puerto hizo a la ciudad o la
ciudad al puerto? Tierra y agua aquí convergen en armonía. Un millar de hectáreas
arrojadas a las perspectivas de un desarrollo y lejos de ser caótico es armonioso y brillante. Un futuro y nuevas oportunidades, lo que se espera de cualquier lugar donde coexisten espacios y humanos, gente y hábitat. Es Rotterdam, la Ciudad Puerto. Ella es Identidad y es imagen.
(...) Gracias a él ahora conozco aquella ciudad. Gracias al
constructor de la aldea de arena. Sería comienzos del año 2000. Ya ha pasado tiempo, mucho tiempo de nuestros encuentros en la playa. Visité su
puerto. El puerto que quise imaginar. Rotterdam es una ciudad donde no cabría diferenciar los límites. Entre el centro
urbano y puerto hay río y canales. Llegué de noche. Mi
fijación era asomarme, ver la ciudad desde arriba, ver ese puerto. Elegí un piso, el más alto del hotel, allí estaba, a lo lejos, el Puerto Viejo con
sus destellos de luz y los reflejos en el canal. Un despliegue de luces en ámbar y verde; ráfagas de colores cruzaban los veleros, vetustos navíos como corceles. Los mascarones encallados dejando sus astillas abiertas en sus popas y proas. Mi hotel no estaba muy lejos de ese puerto. Así lo quise. No pude esperar, salí rápido, tanto como pude; pero otro puerto se abrió a mis ojos, uno inmenso. La iluminación del atardecer permitía
ver sus muelles; los contenedores apilados, miles de ellos, en destacamento multicolor,
cajones sobre cajones, huecos y compactos. Me ahogué allí en ese gran conjunto portuario, vi sus cruces
de canales, cargas y descargas, dragones en continuo desafío. Esas grandes grúas y escaleras moviéndose, trabajando de día y de noche. Hierro y Crudo, sólido metal y líquido inflamable. Las dársenas con sus barcos, los inmensos cruceros de pasajeros, los veleros, los negros taxis aterrizando sobre la
superficie del río de orilla a orilla, de extremo a extremo. No había límites. Y la noche cautivó mi recuerdo. Pim me acompañaba. Sus pasos sin huella paseaban junto a mí por
ese puerto, entre esos contenedores que había descrito tantas veces. Cisnes, cisnes. Y llegó la madrugada...
Ni que decir que la ciudad
me fascinaría. Se había reinventado el concepto de ciudad y puerto. Mucho tiempo
ha pasado desde aquel pequeño pueblo en el río Rotte dedicado a la pesca y a
la construcción de barcos. Aquel pequeño puerto comercial traería un día el mar a sus
puertas, sin esclusas y sin puentes. Se llenaría de pequeños muelles laterales y unirían sus trazados al centro de la ciudad; allí los canales libres y profundos albergarían los
buques más grandes. La tecnología estaría al servicio del agua. La industria petroquímica en esos inmensos
tanques, los que se convertirían luego en diana, en el blanco de los ataques
aéreos de la guerra, aquella mundial, la segunda.
Buques, otros diferentes, se anclarían en este puerto provocando la discordia, la muerte, la destrucción de la ciudad. Condenada como centro de espionaje, castigada por la neutralidad de su país; agarrada al cinturón de Inglaterra, Alemania y Bélgica, y Rotterdam, ella es la que caerá abatida. Fue destruida totalmente en 1940 después de que el país fuese ocupado por el ejército alemán. Una destrucción amenazaba entonces al resto de ciudades holandesas; pero de esa destrucción surgió una nueva ciudad que emergió de las cenizas, no como ave, sino como cisne de acero.
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Rotterdam 1895 |
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Rotterdam bombardeada |
Buques, otros diferentes, se anclarían en este puerto provocando la discordia, la muerte, la destrucción de la ciudad. Condenada como centro de espionaje, castigada por la neutralidad de su país; agarrada al cinturón de Inglaterra, Alemania y Bélgica, y Rotterdam, ella es la que caerá abatida. Fue destruida totalmente en 1940 después de que el país fuese ocupado por el ejército alemán. Una destrucción amenazaba entonces al resto de ciudades holandesas; pero de esa destrucción surgió una nueva ciudad que emergió de las cenizas, no como ave, sino como cisne de acero.
El puerto
permanece. Se reurbaniza después de la guerra y la ciudad se hace más suya que
nunca, más portuaria si cabe. Crece, crece aún más de lo que el margen le deja.
Surgen diques, canales, vías férreas, carreteras y dársenas. Plataformas multimodales, del mar al
río, de la carretera al tren. Centros de servicios logísticos conectados a la
red del puerto principal. Grandes empresas multinacionales, empresas líderes y
grupos de industrias compiten por este arraigo de la fortuna. Frente contra frente. El mar y el río. Las viviendas surgen a la vez que las oficinas. Se desarrollan las zonas
residenciales al sonido del puerto, bebiendo de sus luces, mirándose en espejos de mil
formas y colores.
La
línea de cielo de esta ciudad se define. Su silueta vista desde lo más alto, ese horizonte artificial es un conjunto de rascacielos que se elevan, intentan arañar esa línea; su propósito es pincharla como esas montañas que emergen picudas con sus laderas a ambos lados, solo que estas laderas acristaladas ruedan hacia el centro de la ciudad, hacia el río.
—(...) Solo alcanzo a ver una pared acristalada al fondo y calles
que podían señalarme algún camino.— Pim siguió con su historia, sus ojos miraban
lejos, siempre lejos, fuera de sí mismo y de sus pensamientos —Eran edificios
acristalados, gigantes cibernéticos en pausa; colosos construidos a piezas encajadas, perfectas como un juego de tetris. Tenían techos de aluminio que
deslumbraban. Yo corría, corría sin parar y unas sombras de un metal plateado
iban tras de mí. Necesitaba salir rápido de aquel lugar, corría hacia el río y
me senté al borde— mientras hablaba, el anciano señalaba el río de arena de
la aldea — y allí, allí quieto, me fundía con al reflejo de cuatro siluetas en el
agua... Soplaba el aire... No muy lejos intenta volar ese Cisne de acero... Lo veo.
El
puente Erasmus, Erasmo, Rotterdam. El Cisne con su silueta atrevida, su cuerpo asimétrico
de cable atirantado. Un símbolo de la ciudad batido continuamente y sin piedad por fuertes
rachas de viento. Este puente integra el
río Mass (Mosa) en el corazón de la urbe. El cisne abre su ala a la pequeña Manhattan, donde están los edificios residenciales más altos de los Países Bajos y la conecta a la otra orilla. Gigantes en islas ¿Contrasentido? No. Lo que no se gana en superficie se consigue en altura. Lo novedoso junto a
las viejas casas del antiguo puerto. La Torre de Nueva Orleans es un ejemplo de ello; más de cien metros de altura contrasta con el viejo Hotel de Nueva York.
(...) Para mi sorpresa y después de la renovación que sufrió
Rotterdam tras la guerra, este edificio aún permanece igual. Y pensar que una
parte de mi familia había trabajado allí. No me lo creía cuando lo visité por
primera vez. De ladrillo visto con sus dos torres de color verde malaquita y
llenas de relojes, grandes, visibles desde la otra orilla. Mantiene unidos el tiempo y
las horas. El edificio conserva sus tradicionales vidrieras y puertas. Ha quedado
aislado con esa arquitectura tradicional de comienzos de siglo XX, allí, pequeño,
de miniatura parece de juguete, contrastando con las gigantes torres de los
edificios acristalados modernistas. La vieja oficina de inmigrantes convertida en hotel, el Nueva York. Allí conocería Pim a Geraldine. Pierre trabajando en esta compañía de transporte marítimo,
en aquellas embarcaciones y Pim en el puerto, cargando contenedores, construyendo viviendas. Allí se darían
las circunstancias para el encuentro, la que iba a ser su esposa...
Rotterdam es una
ciudad que se reinventa, aquí donde la amenaza de inundaciones es constante, donde
los diques pesados defienden los avatares del mar. Una población consciente de que se encuentran a
varios metros bajo el nivel del mar; aun así hay pabellones comerciales
y residenciales flotando en la superficie del agua.
Sobra decir que Rotterdam es la capital indiscutible de la arquitectura y el diseño
contemporáneo del país. No hay límites para la creatividad. Un buen ejemplo son
las casas cubo amarillas de Puerto viejo, el “Kubuswoningen”, construidas en los años 70. Tal vez una de las
imágenes que no se olvidan.
Imaginativas. Aúnan el amor, flexibilidad, diversión, creatividad, adaptación.
Más de treinta habitáculos inclinados 45º; casas donde hay que ser malabarista a la hora de
poner la mesa, acoplar el sofá o decorar paredes. Cien metros
cuadrados en tres plantas con tabiques desajustados. Caprichosas viviendas.
El
edificio en arco, es una proeza. En él se ubican más de doscientos apartamentos
con grandes ventanales hacia el exterior y con vistas al mercado. Un cuadrado de cristal en el
suelo de la habitación y sus residentes pueden mirar hacia abajo y disfrutar del ajetreo de las
compras y ventas. Espías desde el cielo. Ese mercado es asombroso, su fachada exterior es de piedra
natural gris y se cierra en sus extremos en paneles de vidrio. No hay lluvia ni
frío que le afecte a pesar de estar abierto al cielo ¿Cielo? Otro cielo, uno abovedado de frutas, verduras y
flores.
Es el Markthal, así le llaman. Inaugurado en
2014. Un cielo pintado sobre puestos de alimentos frescos, restaurantes, supermercado y
aparcamiento subterráneo. Solo puede vivir alguien en este cielo y comprar en
este suelo. Suelo donde nace la ilusión, como Alicia en el jardín de las maravillas. Una obra
de arte llamada Cuerno de la abundancia
con once mil metros cuadrados. Un megamural fotográfico, un rompecabezas de
cuatro mil piezas que parecen que están en movimiento ¿Eres Alicia o eres un insecto?
¿o eres pez, fruta, champiñón o gamba? Nunca la naturaleza podía resultar tan
divina sobre nuestras cabezas; podrías sentir la hierba en tu espalda y las
abejas y pájaros revoloteando a tu alrededor.
(...) Pim nunca me dijo su
edad, decía que no importaba, que eran los años vividos los que contaban, y
tenía muchos. Pim tal vez saliera a vivir por el resto del mundo a finales de
los ochenta, estoy seguro y pongo la mano en el fuego que no estuvo lo
suficiente para ver el desarrollo tan increíble que había llegado a tener su
puerto. Y el caso es que algunos de los sueños que él me contaba se repetían con la frescura de lo actual. Tal vez podrían estar muy relacionado con lo que era la ciudad ahora, pero
él nunca volvió ¿o sí? Siempre me haré esta pregunta.
Es un viaje diferente. Para los que me seguís, contaros que los textos que he ido incorporando son de un relato en el que trabajo actualmente. Un relato que me tiene enganchada y no me suelta; tampoco consigo ver el final o tal vez... nunca llegue. Un abrazo. Espero vuestros comentarios.
No conozco Rotterdam. hace tiempo que mi marido y yo pensamos que hay que volver a Holanda donde estuvimos hace más de veinte años. Después de leer tu entrada y ver las fotos, las ganas son aún mayores.
ResponderEliminarEspero que termines el relato y nos lo des a conocer. Me ha atrapado a mí también. Los pocos párrafos que nos muestras son de lo más atractivo.
Un beso.
Gracias Rosa por pasarte a leer a pesar de estar de vacaciones, siempre es una motivación para los que nos quedamos guardando el "fuerte" por aquí. Holanda como país fue un descubrimiento, yo he ido tres veces y en la última descubrí Rotterdam. Soy una enamorada de la arquitectura moderna y su contraste con la antigua, clásica, renacentista; y aunque ya apenas quedan restos antiguos, la ciudad es muy interesante. Un paseo en barco por ese puerto es obligado para tomar conciencia de su desarrollo comercial y tecnológico. Me alegro que te haya descubierto esta parte del país. Un beso grande.
EliminarDesde luego, tu entrada me ha descubierto una ciudad tremenda. En lucha permanente con el mar, renacida de las ruinas de la guerra, se presenta con una modernidad y alegría en su arquitectura que me han dejado ko. ¡Qué edificios! Por otro lado, me ha parecido genial esa novelización del viaje, siempre se agradece ver un lugar a través de los ojos de la narrativa. Un fuerte abrazo, Eme!!
ResponderEliminarGracias David, qué bueno, has descubierto una ciudad moderna, donde la tecnología urbanística es su estandarte y su puerto el compromisario. Bueno, la novelización del viaje ya la había hecho con el primer viaje de Rosa Berrós, allí incorporé muchos de los textos que ella tanto le gustan. Te paso el enlace: http://viajeyfotos.blogspot.com/2017/05/primer-viaje-de-rosa-berros.html
EliminarEsta vez es un trabajo mío, un intento de un relato largo, a ver en que queda. Un abrazo
Hola Eme, me encanta la creatividad que desarrollas al intercalar textos que serán futuros relatos y viajes que siendo ya instantes del pasado, servirán a todos aquellos que te lean para inspirase en futuros destinos viajeros. Respecto a Rotterdam me ha parecido fascinante esa singularidad arquitectónica que desde luego es casi orgiástica para el aficionado a la fotografía. Además las ciudades portuarias siempre guardan secretos por descubrir tanto de su pasado como por las nuevas historias que ahora mismo están sucediendo en cada una de ellas.
ResponderEliminarAbrazos y a seguir con ese relato ;-)
Tú bien lo has dicho orgiástica, no te imaginas lo que son esos edificios, que trabajo de encaje de piezas, ¡qué creatividad! fascinada quedé, ni te imaginas las fotos que hicimos. Gracias me pongo con ello. El relato lo comencé hace meses pero más de treinta páginas me están superando. Nunca encuentro el tiempo y cuando lo hago, cambio, cambio, nunca se llega a ver el final, ni me imagino lo que debe ser una novela ufff. Es un reto. Un abrazo
EliminarNos has descubierto Rotterdam parece una ciudad muy moderna con esos edificios de distintas formas y mucho cristal. De Holanda Sólo conocí Brujas y deseo volver a conocer muchas mas ciudades Con tu post nos das pistas de que esta cuidad no debemos perder de vista. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Mamen. Creí que andabas por Cádiz de viaje. Ay gracias linda por pasarte y seguir aún estando de vacaciones. Brujas es preciosa, nada que ver con Rotterdam, de lo que fue la ciudad no queda apenas nada, mientras que Brujas permanece con sus canales y su legado medieval, de hecho la llaman el esplendor medieval de Flandes. Un abrazo
EliminarQué post tan original y creativo.
ResponderEliminarGuardo muy buenos recuerdos de Rotterdam aunque es el único sitio en el mundo en el que me mareé montando en barco, yo pienso que me subí con la comida recién terminada y me sentó fatal.
Besos.
Vaya Gema, con esos mareos espaciales no te quedan recuerdos claros, las nauseas toman protagonismo. Qué pena. Al menos te lo he recordado, la ciudad, la ciudad, jeje. Un beso
EliminarLo que aparenta tener Rotterdam desde luego es una arquitectura muy particular, en cierto modo supongo que obligada por la destrucción que sufrieron muchas ciudades europeas en la segunda guerra mundial. Una ciudad que parece haber sabido reinventarse y que seguro que es fuente de inspiración para muchas historias como esta que esbozas en estas líneas. Me queda la curiosidad de si se pueden visitar los diques, siempre me ha asombrado como los holandeses han sabido ganarle terreno al mar. Disfruta del viaje!
ResponderEliminarHola Jorge. Gracias por el comentario. Te cuento que los diques puedes visitarlos. De hecho en una de mis visitas fui a visitar el gran dique de Oosterschelde, Deltpark Neeltje-Jans, es una de las más grandes obras hidráulicas de la Historia. Se encuentran en la Provincia de Zeeland, no muy lejos de Rótterdam. Son unos diques capaces de contener las aguas crecidas del Mar del Norte. Esta obra "faraónica" tardó diez anos en construirse, tiene sesenta y seis pilares con más de cincuenta metros de altura cada uno de ellos. También tienen unas compuertas entre estas columnas de acero que son las que regulan la entrada y salida del agua del mar. La ingeniería hidráulica de los holandeses es imbatible, únicos en ganarle terreno al mar. Un abrazo
Eliminar¡Qué chulada Emerencia!, que no me va a quedar otra que ir pallá a conocerla. Arquitectura, ingeniería, arte, imaginación... tanto como la tuya al contarlo de tal manera (además de enseñarlo), que dan ganas de pillar un avión ya!!!!
ResponderEliminarY oye, que estás muy guapa, que te he visto.
¡Hola Isabel! bueno es una ciudad moderna, casi cibernética, al menos lo que yo conocí, el centro neurálgico turístico. No verás historia en sus calles solo en el eclipse de las fachadas, el fantasma de la guerra pasó dejando invisible la que fue la ciudad. He visto las fotos de lo que fue y es ahora, es más, ahora que lo digo, las voy a subir ¿Que te han parecido los textos que he subido? son del relato en el que estoy trabajando. Queda mucho, todavía estoy en sus comienzos, en la historia, esa ya está. Gracias por dejar el comentario cuando ya todo el mundo se ausenta, se marcha de la blogosfera. Yo aquí, por ahora. Un beso Tara.
EliminarLa foto de Rotterdam bombardeada es impresionante, me asombra la capacidad de recuperación que tuvieron tantos y tantos ciudadanos que sufrieron tanto en las guerras.
ResponderEliminarTambién tiene mucho encanto la Rotterdam de 1895, pero es impresionante los nuevos puertos.
Me gustó mucho los cristales del interior del mercado, que original.
Te digo de nuevo que es un lujazo tus fotos y, sobre todo, tu modo de contarlo, contagias ilusión y ganas de conocerlo.
Gracias Isabel, un beso
EliminarEl "Kubuswoningen", fascinante...
ResponderEliminarHola Azahara, y que lo digas. Un poco justitas de espacio pero originales, únicas esas casitas museo, me resultó toda una experiencia entrar en ellas. Un abrazo
EliminarEs imponente esta ciudad y su puerto, esplendor y colorido hasta rabiar, las fotos fascinantes y la narrativa exquisita y evocadora.
ResponderEliminarUn destino muy particular para los amantes de los viajes a nuevos puertos.
Gracias Eme, una joya de entrada.
Bueno, bueno, ¡Qué viajes te estás pegando por Europa Idalia! jeje. Gracias compañera, eres un sol. Un beso
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