ESCALERA DOBLE MODELO DA VINCI
Ella nunca más se cruzaría con él, pese a vivir en la misma casa.
–Hasta aquí querido, ya no te soporto más –ella ha
esperado el fin del postre. –
–Yo tampoco cielo, cof, cof –su marido contesta
medio atragantado, con la servilleta en la mano–, pero... yo aún te quiero.
–Y yo a ti. Quién se va primero. Es lo que hay que
decidir.
–Aaah, yo no, he puesto todo mi dinero en esta casa
porque tú te encaprichaste en una mansión del siglo XVIII.
–Yo tampoco, he dejado mi vida en esta casa; cada
esquina, cada rincón tiene todas mis apreciaciones artísticas del mundo.
–¿No pretenderás Florentina que vivamos juntos aquí
y… divorciados?
–Pues sí ¿por qué no? con probar no perdemos nada,
pero con la condición de que debemos evitar vernos.
–Pues tú dirás cómo.
–Entrando y saliendo por diferentes puertas y
cerrando las ventanas.
–Pero, nos veríamos por las escaleras, por el
jardín, en la entrada.
–Debemos pensar en algo para no hacerlo -se levanta y va hacia la ventana-.
–Ja, podemos construir una tapia y hacer dos
escaleras diferentes, dos puertas.., ja-ja, sería divertido, pero incómodo de
hacer, sobre todo, la escalera- tira la servilleta sobre la mesa, se levanta y se va a acariciar la piel de su sillón-.
–Siiií, no es mala idea, tu subirías por una y yo
por la otra…
–¡¿Dos escaleras?! ¿Y si algún día quisiéramos vernos?
–¿Para qué? Está decidido, nuestro divorcio es ad morten.
–La vida da muchas vueltas y las circunstancias
pueden hacer que…
–¡Pardie! ¡¡Pardie!! Yo ya estoy harta de darle
vueltas; nuestra relación no nos conduce a nada y a ninguna parte… – Florentina queda mutis, con los ojos abiertos– Ya lo tengo! Ves, ves aquí soy la única
que tiene la sensibilidad del pensamiento y obra.
–Claro, ¡solo estamos tú y yo! y yooo… ¡puedo cometer
delito de omisión!
–Sssh, calla. Recuerdo que... Las escaleras las podemos
hacer como la del castillo ese, el que visitamos en uno de nuestros viajes a Francia;
tenía una doble hélice de peldaños separada por un hueco central… y además, ¡iría en consonancia
con el estilo de nuestra casa! ¡Si, si, siií!
–Yyaaa, y con ven-ta-ni-tas claro –la mira y levanta
la ceja izquierda– ¿No pretenderás hacer ventanas también en el hueco?
–Sí-i-i, no lo había pensado, es buena idea y además
sería nuestra única forma de comunicación, si queremos hacerlo, claro.
Y comenzaron las obras de rehabilitación para la
consagrada desunión. La casa se dividió por la mitad tras el inminente divorcio
para cumplir con todos los cánones de rigor. La construcción de las escaleras
se llevó todos los ahorros de la pareja. Dos escaleras en caracol de piedra
siguiendo la arquitectura clásica, embutidas en una torre central y un hueco iluminado por una luz cenital. También como correspondía al desposorio se
abrieron ventanas y puertas en cada parte del edificio, unas hacia el norte y
otras hacia el sur. Solo podrían verse, si querían, por las ventanas de la
escalera. Y esto no iba a ocurrir bajo pronóstico. Si coincidían en alguna de las
subidas o bajadas, y por casualidad, había contacto visual, sería la señal del
encuentro y el contrato de separación ya no sería válido. Esta fue la condición
más precisa del pacto.
Las obras duraron meses. Conseguir los materiales y
realizar aquella obra arquitectónica en el centro de la casa no fue activo fácil.
Se tuvo que contratar a seis empresas diferentes. Nada más que en montajes de
andamios y grúas fue una odisea; hacer semejante hueco de diez metros de
diámetro, subir los peldaños, acoplarlos a los tres pisos de la mansión y a sus
respectivas puertas, y encima, en caracol; además de abrir las puertas de
entradas y salidas a ambos lados de la casa, ah, y las discusiones con el carpintero
para el tallaje de madera en doble hélice del pasamanos... Y llegó el gran día.
–¡Es una maravilla Pascual, una maravilla! ni Da
Vinci ha podido hacerlo mejor.
–Un capricho muy caro, muy caro, Florentina.
–Seremos la envidia de la comarca.
–El hazmerreír de mis amigos.
–Bueno a partir de mañana, nuestras vidas quedan
selladas del pasado y es sobre abierto al futuro.
–Tú siempre tan cursi…
–¿Has recogido todas tus cosas?
–Sí, ya está todo distribuido en mi “ala de la
mansión” y también Chola.
–¿Chola? ¿Quién te ha dicho que tienes el derecho de
llevártela?
–Yo la he criado.
–Yo la he cuidado siempre que ha estado enferma por
culpa de tus excentricidades neuróticas.
–Bueno, podemos compartirla…
–Pues, déjame pensar cómo hacerlo.
–Miedo me das, eres capaz de partirla por la mitad.
–La meteremos en la jaula y tú la tendrás un año, y
pasado ese tiempo, me la cederías a mí.
–¿Custodia compartida?
–Un año pasa rápido.
En esto sí hubo un acuerdo rápido. Quedarse los dos con
la cotorra que compraron en uno de sus viajes exóticos. «No comprendo cómo sentían esa pasión
morbosa por una altanera emplumada».
Pasó el año sin incidentes. No se vieron. A la hora
del traspaso de poderes sobre el plumífero, o sea, pasar la jaula por el centro
de la torre donde estaban las escaleras y meterla por una de las ventanillas, esto
se les complicó. La cotorra se escapó en una de las lanzadas de jaula de una
ventana a otra y quedó revoloteando de arriba abajo en el hueco entre las dos escaleras.
La pájara se veía reflejada en el cristal de las ventanucas y salía disparada
en otra dirección, gritando: TE ODIO, TE ODIO. Se pasaba día y noche intentando
ir hacia la luz, y creedme, que esto tenía poco de espiritual con esos
chillidos.
–¿Pascual tenemos que hacer algo? – asomada a una de
las ventanitas, y siguiendo con la cabeza la Chola– La pobre… está exhausta, se
va a desmayar de tantas vueltas.
–Tú me dirás, eres la pen-san-te; te recuerdo que lo
de la escalera fue tu idea.
–¿Y si ponemos maderas entre las ventanas e intentamos
cogerla? tú por un lado y yo por otro.
–Podemos intentarlo, pero tú te empeñaste que las
ventanas no estuvieran a la misma altura para hacer más difícil nuestro
reencuentro.
–Debemos entonces abrir todas las ventanas y por
alguna de ellas entrará.
La cotorra se debería oler algo, porque se negó a
entrar por las ventanas, ni de uno ni del otro lado. Se enganchó del cordón de la
claraboya que pendulaba del hueco y desde allí se le escuchaba los chillidos ¡PAR-DIE!
¡PAR-DIE! mirándolos con ojos de Orión.
–No entra Pascual, no entra.
–Ten paciencia.
–¡¿Paciencia?! Sabes que la cotorra es neofóbica.
–Se la provocaste tú con esos vestidos de colores rabiosos.
–Y tú, con tus juguetes voladores, ¡¡le daban
taquicardias!! ¡¿y has olvidado cuando te veía andar con tus polainas?!
–¡¡No discutamos!! Busca palos, haremos soportes en
las ventanas y le colgaremos comida y agua y seguro que en una de esas la
cogemos.
Y así lo hicieron. Todas las ventanucas parecían la
entrada de una pajarera. La cotorra se la veía bajar y cuando veía la cara de
sus amos se ponía histérica ¡CHICHINABO, CHICHINABO! ¡REPIPI! ¡¡REPIPI!!
Por la noche aprovechaba la plumífera chillona para
comer y beber, y durante el día se la pasaba colgada bocabajo en la claraboya
mirando lo que acontecía por abajo.
–Ay Pascual ¿qué vamos a hacer? Nos echa de menos,
mira su cara.
–No se me ocurre nada.
–¿Y si le compramos un compañero? a lo mejor se
anima a bajar y entrar aquí. Los huevos claro, ¡¡los huevos!! ¡ella no tiene más
remedio que ponerlos aquí dentro!
–Entonces, hoy mismo iré a la ciudad.
Y así fue como a la Chola le trajeron un compañero,
y otro, y otro, y otro. El hueco de la torre de las dos escaleras se convirtió
en un cotorral. Y ni imagináis la chillería… ¡ZAMBULLO! ¡ZANBULLO! ¡ZAMBULLO!
Se escuchaba a diez leguas.
En cuanto a Pascual y Florentina después de romper
su pacto, ellos decidieron juntar sus vidas de nuevo. Les dejaron media casa a
los nuevos inquilinos y se fueron a vivir al otro flanco de la casa; lo más
alejado posible de la cotorrada. Eso sí, todos los días ya felices disfrutando de los cuidos a su progenie alada. Y ahí siguen, tan contentos.
FIN
Emerencia, cuando te leía venían a mi mente las escenas de la película "La guerra de los Roses", la disfrute en su momento, un tema muy popular hoy día.
ResponderEliminarPero esa escalera si que fue una novedad, y ni que decir de Chola, ja, ja..
Me gusto leerte amiga. Feliz domingo.
Hola Idalia, cuando me has nombrado la película no me acordaba de ella, sí la vi. Y ahora que lo dices, nada que ver con Florentina y Pascual, los Rose se convirtieron en unos sádicos jeje unos psicópatas. Ya ves que al final vuelven pacíficos, todo por cuidar a la progenie de la cotorra Chola. Un beso
EliminarBueno Eme, vaya ingenio te has gastado para crear una historia que a veces roza el esperpento y otras la ternura como en la parte final. Supongo que por otra parte esta historia pudiera estar inspirada en la escaleras de doble espiral en el Castillo de Chambord Behance en Francia como apuntas en tu reato.
ResponderEliminarComo siempre un gusto leerte y además desde el buen humor.
Un gran abrazo.
Hola, de hecho me he inspirado para escribir la historia en esas escaleras Miguel; es más, la foto del fondo es el hueco central y las ventanitas de estas escaleras doble hélice. He hecho un montaje con el ojo de la Chola. Las del castillo de Chambord se diseñaron para que el rey no coincidiera con la servidumbre. Gracias por tu apreciación y lectura. Un abrazo
EliminarGuardado... que vuelvo ehhh!
ResponderEliminarPrecioso Eme. Es una historia entre gótica, romántica y cómica. Sin que le falte su puntito de surrealista.
ResponderEliminarMe ha encantado. Y me encantaría conocer esa escalera que, por lo que tú insinúas y cuenta Miguel, existe de verdad en ese castillo francés. Tiene que ser muy bonita y curiosa.
Muy buen relato.
Un beso.
Gracias Rosa, la considero casi una obra teatral, me he dejado llevar por mi afición al teatro. Tiene su punto surrealista, pero no me dirás que la casa supone un problema para los divorcios ¿te imaginas la pareja viviendo en la misma casa sin verse? uummm. Gracias Rosa.
EliminarIngenioso y divertido relato, Eme. Vaya dos personajes tan excéntricos, jaja. Y lo de la cotorra ha sido el broche final, pero a fin de cuentas les ha vuelto a unir.
ResponderEliminarMe ha encantado, guapa.
Un besazo.
Hola Ziortza, es lo que pretendía, un relato divertido, sencillo inspirado en esas escaleras dobles que les separarían, pero que al final la cotorra se las ha ingeniado para unirlos y ella, la muy lista, se ha deshecho descaradamente de su excentricidades y peleas; y ha ganado no con uno, si no tres compañeros. Hay quién tiene gracia, a pesar de las plumas, para conseguir los más altos objetivos jajaja. Me meo. Un beso
EliminarLas vueltas que da la vida, Eme. Parece que los problemas y desavenencias separaron a tus protagonistas y una cotorra fugada logró unirlos de nuevo. Si es que nunca puede decirse de este agua no beberé... jajajaja.
ResponderEliminarMuy ingenioso y divertido tu relato, casi tanto como esa escalera. He disfrutado leyéndote :))
Jajaja, ves, ves, es que por mucho que se quejen estos dos, en el fondo, muy en el fondo del ala de su mansión se quieren. Gracias Julia. Besos
EliminarQué divertido, Eme. Me ha gustado esta mezcla tuya de separación civilizada y excentricidad. Me ha recordado a alguna obra de Jardiel Poncela, que me encanta, por el toque surrealista que le has dado a este relato que bien podría ser una obra de teatro.
ResponderEliminarMe ha encantado leerte. Un beso enorme
Sí lo he pensado, se podría adaptar a una obra de teatro. Gracias Chari, linda. No sabía esta particularidad de las obras de Poncela. Lo tendré en cuenta. Un beso, no dos.
EliminarLo que los humanos separaron, lo unieron las cotorras, je, je, je... Me ha encantado, creo que ya te habré comentado mi devoción por los diálogos y en cómo por ellos solos nos pueden servir para contar una historia. Tu fantástico relato es un ejemplo de ello. Podría ser representada perfectamente por actores, incluso la cotorra. Los diálogos están muy logrados y es verdad que tienen un punto enfático que hace que en la mente del lector resuenen como las voces de un teatro.
ResponderEliminarAdemás, me parece que nos deja una moraleja que muy bien podríamos aplicar a la sociedad actual, tan predispuesta a los muros y escaleras... hasta que se da cuenta de que así no se puede vivir. Un fuerte abrazo!!
Gracias David por tu comentario. Los dos últimos relatos me he dedicado a darle más vida, si cabe, a los personajes, la verdad, es que me resulta superdivertido por que en tu mente te los vas imaginando, ha sido genial y bueno, bueno, la Chola, este ha sido todo un descubrimiento. En cuanto a la moraleja, está claro lo que pretende el relato. La escalera es todo un simbolismo de esos divorcios en los que no se sabe quien se va a ir de la casa. Un fuerte abrazo
EliminarMe ha resultado una historia hilarante, una comedia del absurdo. Los diálogos iniciales me han parecido dignos de una obra teatral, imaginándome a los dos personajes sentados en el escenario, jeje.
ResponderEliminarEl dinero en abundancia y los intereses compartidos llevaron a esos dos a una decisión que pretendía ser salomónica. La entrada en juego de la cotorra ha sido el summum del disparate. En muchas parejas divorciadas (me ha encantado lo de ad mortem) el mayor motivo de discordia es la mascota, jeje. Y al final ha sido esta quien ha llevado a la pareja a la reconciliación. No hay mal que por bien no venga, o que dure cien años, jajaja.
Simplemente genial, Eme. He disfrutado mucho de la lectura.
Un abrazo.
Gracias Josep Mª, vaya no sabía que la mascota sea motivo en las separaciones, pues mira, en la historia de esta pareja ricachona, esta deslenguada, aprendiz zafia de las palabras mal sonantes de peleas y gruñidos de sus dueños, esta cotorra ha conseguido deshacerse de los dos y amañarselas para estar en compañía de sus congéneres, jeje. Me alegro que hayas pasado un rato divertido. Un abrazo
EliminarMe he reido mucho con los diálogos y la forma de hacer la separación de la casa que ninguno quiere abandonar. La escalera y la cotorra que se escapó y no quería volver los unió. Un abrazo.
ResponderEliminarHola Mamen, hay como me alegro compañera, un beso grande
Eliminar¿Sabes Emerencia?... siempre me sorprendes, no te quedas estancada en tu zona de confort, la de los cromatismos en azules, rojos y verdes que te salen tan bien; además te arriesgas con un ejercicio dialogado de humor absurdo, (para mi gusto el mejor de los humores), y sobre todo es una alegoría del disparate, anda que no hay parejas reales que se pelean por la custodia de… y el daño colateral que hacen es precisamente al “objeto” de la discordia.
ResponderEliminarFunciona de maravilla las repeticiones, las frases sin terminar, las mayúsculas, las cortas y muy cortas que imprimen velocidad al disparate.
El diálogo descansa gracias a la parte narrada y viceversa.
Esta pequeña obras (pequeña de tamaño ¿ehhh?), valdría para ser representada, o leía en radio, seguro que haría las delicias de la audiencia. Solo se necesitaría dos voces, la masculina y femenina, y una voz neutra en Off.
En fin, que como ves, me has hecho pasar un buen rato.
Ta lué.
Oye Isabel, pues no es mala idea, algún día la leeremos o representaremos, ya puestos, jeje. Sí, compañera, me he atrevido a verme en diálogos, a ver que tal, y me divierten mucho, no son fáciles la verdad, decir mucho con poco, pero con esta historia que nació de una doble escalera y que después me apareció la Chola, pues me lo he pasado muy bien, ya ves, tanto que me he ido a ver pájaros (de otro tipo) a unas lagunas que hay por aquí cerca. Me alegro mucho (como siempre) de tus aportaciones, porque no se nunca como os pueden llegar las historias que me surgen, y sobre todo, estructurarla. Ya ves, cambio continuamente, me motiva mucho y creo que de alguna forma, aprendo más en mi carrera de escribidora, jeje. Tomo en cuenta todo lo que has apuntado; que yo cuando escribo no tomo mucha conciencia del cómo, solo va surgiendo. Compañera contigo no hace falta ningún curso de escritura. Eres un cielo. Gracias Tara.
EliminarHola Eme desde luego has bordado un relato que roza en el humor más esperpéntico y que te acaba provocando risas al imaginar a esos dos y la cotorra. Genial las vueltas que le has dado como esa escalera de caracol.
ResponderEliminarBesos
Hola Conxita, si que le he dado y tanto, ha llegado un momento que no sabía que hacer con el matrimonio, le tenia la escalera y a ellos subiendo y bajando... hasta que apareció la emplumada malhablada, ésta lo arregló todo. Un beso y gracias.
EliminarJajajajajaja.... ¡¡chica, eres tremenda!!!
ResponderEliminarEs lo más divertido que he leído en estos días.
Divertido, pero con ese punto que tienes tú de retrato de la realidad humana, porque... todos sabemos que personajes como los que nos has traído hoy, haberlos, haylos, ¿a que sí?
Y tanto María, que los hay, de hecho es una parodia de esa realidad. Me alegra que te lo hayas pasado tan bien. Un beso guapa.
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