COMO AUSTIN Y SHELLY
Se podría decir que como escritora nació
estrellada o que nunca tuvo buena
ventura. Da miedo pensar que hay cosas que se escapan de control.
Lo que parecía un simple tintero se tambaleaba en la esquina de una lápida de mármol a apenas un codazo de caerse y abrir un enorme agujero en alguna de aquellas nubes que la rodeaban. Limia estaba sentada en su silla de felpa verde y flotaba con sus pies descalzos sobre aquellos nimbos. Era una vieja escritora nariguda que andaba envuelta en una bata con las mangas raídas y de donde sobresalían unos dedos carcomidos en tinta. Mantenía la boca abierta atrapando entre sus descascarillados dientes la pluma con la que horas antes había estado escribiendo. Llevaba décadas con una entrega feroz por llenar de letras aquel caos blanco que le rodeaba incluso rompió la pluma de aquel tintero que le acompañaba y temiendo lo peor comenzó a escribir con sus uñas de porcelana. Limia sumergía una uña tras otra en aquel enorme tintero no siendo consciente que agredía las palabras con la rabia de sus trazos.
Ese tintero fue regalo de la musa Calíope cuando Limia pasaba por una de sus crisis. El presente traía en su interior un mensaje: «Pídeme un deseo y lo verás por escrito». Limia estaba convencida que aquello era un farol. Aún así deseaba tanto formar parte del universo de las palabras como Austin y Shelly que desde aquel momento no dejaría de escribir. Se la podía ver a todas horas flotando. En la noche se ayudaba del brillo dorado que las estrellas proyectaban sobre aquel tintero. Pero las musas no ofrecen su ayuda a cambio de nada. Son criaturas interesadas que desean por encima de todo el aliento de los vivientes. Fue la musa Melpómene la primera en visitar a Limia. En aquel entonces la escritora estaba sumida en una profunda tristeza y deseaba con todas sus fuerzas una inspiración divina. Esta musa fue quien le ofreció la extraña pieza de mármol que Limia no dudaría en usarla como mesa para escribir.
Para cuando Limia se da cuenta de las verdaderas intenciones de sus divinas inspiradoras ella ya flotaba invisible en un columpio dorado balanceándose en el espacio infinito. Había entrado en un estado de locura y terminaba sus días intentando zafarse del potente poder de las letras. Nunca se le pasaría por la cabeza que aquellos dos regalos que le ofrecieran mantuviesen una estrecha relación. Las letras agredidas por sus uñas tantos años se revolvieron contra ella y la sepultaron bajo aquel frío mármol.
No salimos de los finales trágicos. si caes en la tentación porque caes, y si no caes por no caer. A Limia le hubiera ido bien caer. Al menos no tan mal como no caer.
ResponderEliminarLas uñas eran de porcelana de la biena. servían para escribir sin desgastarse lo suficiente para no impedir el suicidio.
AbrZoo, Eme
¡Hola, Gabi! No veas las uñas que hacen, ja,ja, valen pá tó. Graciaass. Un abrazo
EliminarPor eso llevo tiempo escatimando escritos a mi blog. No quiero pactos con las musas. Valoro más mi vida que una traidora inspiración.
ResponderEliminarTe ha quedado genial tu aportación. Además, sin pactos con las musas. Por méritos propios.
Un abrazo.
¡Hola, Emerencia! Interesante punto de vista mostrar a las musas como seres más codiciosos que inspiradores. Me ha gustado el detalle de que las musas de este relato tengan sus nombres mitológicos, Calíope y Melpómene, pues simbolizan conceptos concretos.
ResponderEliminarGracias por participar en el reto. Un abrazo.
¡Hola, Auxi! Calíope, la de la bella voz, tiene una doble faz con esa cascaera que engatuza y convence; y Melpómene, la melodiosa, la diosa del teatro, pero en su envés lo que más le va son las tragedias. Gracias siempre a ti por la lectura. Un abrazo
EliminarHola, publiqué sin escribir un comentario, el relato muy guay.
ResponderEliminar¡Gracias, Ánxela! Saludos
EliminarHola Hemerencia, Limia terminó loca abducida por sus musas y letras en un infinito de oscuridad. Muy bueno. Un abrazo
ResponderEliminar¡Hola Nuria! Muchas gracias. Un abrazote
EliminarHola, muy buen relato con la mitología por delante que esto nunca falla, tanto si inspiran como si no inspiran.
ResponderEliminarUn abrazo. :)
Gracias, Merche. Abrazos
Eliminarextraordinaria entrada
ResponderEliminarCada dia estas mas bella y escribes mejor
Muchas gracias. Saludos
EliminarImpresionante y maravilloso a partes iguales. Pegadita a esas letras alucinógenas... Qué maravilla... menudas dos musas. Literatura de la que conmueve.
ResponderEliminarUn abrazo!
¡Hola, Volarela! Muchas gracias por la lectura. Tengo pendiente leer "Lo que no existe" Nos vemos allí. Abrazote
Eliminar¡Hola, Eme! Tras leer tu estupendo relato me has despertado un pensamiento sobre las musas. Y es que estas, en realidad, no son más que la personificación de lo que se necesita para escribir. Alguien que no haya conocido la tristeza, la alegría, el triunfo, la derrota. Alguien que no tenga curiosidad o profundidad de pensamiento para intentar ver más allá, ese alguien no sería capaz de escribir una sola línea. Quizá por ello dan y quitan, como la propia vida que conforme transcurre nos va dando y quitando. Me encantó la propuesta en la que logras transmitir sensaciones por encima de la propia historia, gracias a esa atmósfera y las imágenes que utilizas. Un abrazo!!
ResponderEliminar¡Hola, David! Muchas gracias por la lectura trascendental y esas impresiones. Ha sido genial. Así es. Un abrazo fuerte
EliminarHola, Emerencia.
ResponderEliminarUn magnífico y bello, aunque trágico, relato mezclando nuestro tintero con la mitología de las musas.
He creído ver una maravillosa metáfora sobre la locura: con ese columpio que se balancea sobre el espacio infinito, la escritura desenfrenada con sus propias uñas, su bata de mangas raídas, su visión de las nubes. Solo queda imaginar su mirada, esa que mostraría toda la "maldición" con que fue hechizada para escribir.
Me ha encantado esa narración casi poética. Muy trabajada y cuidada. La frase final es preciosa.
Muchas gracias por regalarnos con tu participación para este reto-fusión.
Un Abrazo.
Muchas gracias siempre a ti Jose Antonio por la lectura y abrir la puerta. Un abrazo
EliminarHermosa esta historia que nos cuentas, Eme. No sé qué has pactado con las musas, pero tu imaginación ha volado con soltura para escribir este cuento. Me encanta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Je, je. Gracias Carmen. Me alegro que te haya gustado. Abrazote
Eliminar¡Hola Emerencia! Unas musas aterradoras las de tu relato. Como para pedirles algo. Parece que quitan más de lo que dan.
ResponderEliminarUn relato mitológico que nos lleva hacia las profundidades de la locura de su protagonista.
Un saludo.
¡Hola, Rocío! A veces el artista pide lo inalcanzable, donde no llegará nunca. Un abrazote
EliminarHola Emerencia menudo relato una mezcla de locura literatura y olvido. Da entre pena y miedo. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Gracias, Ainoa!, saluditos
EliminarTerrible destino le esperaba a esta escritora, las engañosas musas lograron apoderarse de ella, buen historia, saludos.
ResponderEliminarPATRICIA F.
Gracias, Patricia. Abrazote
EliminarPues sí que a Limia las musas la encontraron trabajando, y más valía que no lo hubiesen hecho. Está muy bien el relato.
ResponderEliminar¡Gracias, M.Cristina! Abrazo
Eliminar¡Hola Julio David! ¡Aplausos por la moraleja!. Un abrazo
ResponderEliminar¡Muy buen relato!, Emerencia. La protagonista Limia termina muy mal. Me encantó la expresión tan poética como visual de: "no siendo consciente que agredía las palabras con la rabia de sus trazos." El final es tremendo, con la locura de Limia y ese mármol como lápida. Besos.
ResponderEliminar¡Hola Myriam! Muchas gracias por la lectura. Abrazote
EliminarHola Emerencia. Las musas, a veces compañeras y a veces traidoras. Como el Tintero, siempre se cobran un precio. Limia no vio venir las señales que la advertían y se obsesionó con las letras, y todo aquello que pasa de ser una afición o un trabajo y se convierte en obsesión siempre acaba por destruirnos. Un abrazo.
ResponderEliminar¡Gracias, Jorge! Abrazo
Eliminar¡Hola, Isabel! Gracias por tus impresiones; acertadas en el momento y en el tiempo. Besos mil amiga mía
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