ABSENTA Y SABANDIJA
«Nadie devorará mi joven corazón ni mi cerebro. Aborrezco el tiempo que me has dejado, con el frío gélido, con la brisa ártica. Ahora bebo jugos de manzana del Edén con espíritu alegre de Afrodita y me embriago de la virtud que todos ellos me dejan a su paso. Bebe y lagrimea cuanto quieras, cuando termines de ahogarte en esa vida fingida yo ya no estaré para recoger tus pedazos». Estas letras se derramaban por algún agujero de mi cuerpo que no llegaba a ver. Cuando al fin las perdí todas, ese espacio vacío lo sustituí de rabia, aunque tal vez fuese odio, entonces desconocía fronteras. * En excesos la Sabandija hacía su voluntad. Impune, desarmaba el amor como y cuanto quería; pájaros huían y olas gemían como gatos. Su embriaguez verde le alcanzaba a deducir exactamente donde estaba la distancia mínima al vaso, ese estrecho espacio entre la mesa y su hinchado estómago que evitaba inclinarse hacia la tierra en uno de sus tantos cólicos. No había giro en su rel