SUBIDME
Subidme a la sierra en esas noches tercamente estrelladas, donde el universo se me acerque más y pueda desvanecerme en ellas. Allí donde delimita la frontera de lo invisible, donde las sensaciones son de altura, esas de las que abajo ya no quedan. Subidme donde ya no me pueda oponer a nada y dejadme allí para tantear aquellos dominios y cada uno de sus espacios; pero hacedlo cuándo las lagunas se ausenten y las nieves ya no resbalen, que no haya huellas, solo mis pisadas en los caminos abiertos de esas montañas.
Subidme, donde la
refracción sea solo la de la propia pizarra. Por querer ver, veré lo que
quiera, pueden ser destellos o vapores que se disipen. Allí seré capaz de tasar las
joyas más diminutas de la vida y admirar sus detalles. Y por escuchar también lo intentaré hacer, aunque habrá veces que todo me parezca incierto. No es que dude de mi
pensamiento, es solo que procuré hace tiempo que las mentiras se las lleve las ráfagas del
viento. Allí, en lo más alto, pronto habrá un silencio que apague las voces, los gritos y
las semanas blancas.
Quiero alzarme a la
cumbre en una silla vacía, con las nalgas al viento; trotar en el aire y
acercarme a ese Veleta impávido y robarle hielo al único nevero que le queda
para los cócteles de verano. No tendré miedo de caerme porque no habrá
resbalones, ni baños en la nieve, ni deslizamientos en palanganas.
Subidme allí donde la perfección se afana tozuda en sacar fuera la verdadera primavera florida; cuando la sierra abre sus páginas en verde y convoca a las flores a que salgan. No hay frontera más invisible, no hay barrera más vulnerable que haga brotar la vida en una sola gota. Entre la nieve y la piedra hay establecida una alianza perpetua. Se derrite una y se resquebraja la otra, y entre medias, brotan esas especies dormidas que se descubren como almohadillas y que reptan como lamparones. Unas gráciles e insinuantes y otras de apariencias espinosas. Allí cascajares y piornales, allá andará la dedalera en el camino o tras la roca.
Buscaré en los resquicios de afiladas aristas las Siemprevivas, me ahuyentaré sola y me iré lejos de esa real manzanilla. La intimidad del vientre pétreo guarda celosa las Arenarias, y en los rastros de agua hay Estrellas plateadas. Me perderé con estos colores de brujería, tonalidades que enmudecen a unos pocos apasionados. Y es que esta vida latente es pequeña y pasa desapercibida; a muchos le es ajena y ¡qué suerte! porque sus secretos se quedan a bien recaudo, que ya lo han hecho durante siglos como cofre enterrado.
La última noche que
estuve allí la cumbre se afilaba por el lado bueno de su cara. El resplandor me
caía detrás dejando unas siluetas solapadas, no estaba sola, de esto estoy
segura. Recuerdo cómo se transparentaba el cielo con ese azul, un azul que
mimetizan de forma sorprendente las delicadas gencianas.
Quiero que la
oscuridad de nuevo me envuelva en la noche con la desidia de las sombras. Y si
alguna queda, que sea las de la tarde cuando el sol se sonroja, aclarando unas
y oscureciendo otras.
Subidme a Pradollano que ya estará enmudecido por estas fechas. No se despertaran sonidos donde haya luces apagadas. Solo quedan esos vigías observando, los que delimitan las sendas de las estrellas y rastrean sus halos. El viejo observatorio rojo se ha quedado fijo en la polar porque su giro está empequeñecido con los ojos del otro, uno más nuevo y más glorioso.
Subidme a Pradollano que ya estará enmudecido por estas fechas. No se despertaran sonidos donde haya luces apagadas. Solo quedan esos vigías observando, los que delimitan las sendas de las estrellas y rastrean sus halos. El viejo observatorio rojo se ha quedado fijo en la polar porque su giro está empequeñecido con los ojos del otro, uno más nuevo y más glorioso.
Subidme y dejadme allí para
esconderme en ese lugar de culto que queda en mitad del rastro que deja el
sendero de piedras y lajas. Me ocultaré en su pórtico. Allí no hay entrada, ni
salida. Es un templo invisible en donde solo una imagen se alza; la de la
señora blanca, la de nieve, la que visita el zorrillo con las primeras luces de
la madrugada buscando migajas. Allí esperaré la hora, bajo su manto, hasta que
asome la más bella vía láctea.
Pero ¿qué hacen?
Acaso ¿ya me están despertando?
Preciosas fotos y precioso texto; yo también quería subir a donde " la perfección se afana tozuda en sacar fuera la verdadera primavera florida". Me encanta la montaña, hay pocos lugares de la naturaleza donde se esté mejor, quizá, en la margen de un río.
ResponderEliminarUn beso, Emerencia.
Hola Ángeles, acabo de visitar y leer tus últimas hazañas, espero que te estés recuperándo (qué odisea chica). Me alegra que te quedes con esta frase que me apuntas, y créeme, que después de leerte te comprendo, jeje. Ya somos dos las que disfrutamos en las alturas y también en los ríos, pero con puentes, que hay que disfrutarlos a lo largo con sus dos orillas. Un beso
EliminarHola, de nuevo; ya te respondí en mi blog. Te reproduzco algunas frases, en copia y pega y en el blog está el comentario completo (para no llenarte este con lo mío). Te puse: A mí no me ha ocurrido nada. Es un relato inventado en primera persona con intención literaria (...)No hay nada de mí en todo él: ni soy así, ni estudié Turismo, ni tengo esos achaques, ni mi marido está jubiliado ,... (Continúa en mi blog)
EliminarBueno, mi niña (apelativo cariñoso, canario), siento la confusión y me alegro de que disfrutemos con las alturas. Un beso grande.
Pura poesía, me ha encantado. Besos.
ResponderEliminarBienvenida de nuevo Sol, qué alegría. Gracias, que encanto. Besos
EliminarY el arte se hizo verbo, y los sueños azules observaron la vía láctea en un carrusel de estrellas y sentimientos encontrados. Una preciosidad de texto, aterciopelando las palabras como susurros de la eterna primavera por venir.
ResponderEliminarUn abrazo y enhorabuena artista.
Muchas gracias Miguel, a ti también te salió la vena poética en este sueño azul. Muy bonito eso de aterciopelar las palabras como susurros... no si ya verás con que arte primaveral te va a salir la próxima reseña cinematográfica ;). Un abrazo
Eliminar¡Qué maravilla! Enhorabuena Eme, cada palabra me ha llevado allí, allí donde delimita la frontera de lo invisible... creo que nos has llevado a todos con tu prosa poética a maravillarnos contigo de la naturaleza.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo Eme y feliz noche.
Gracias Xus. Me alegro que te hayas ido conmigo a esa frontera de lo invisible, donde viven estas maravillosas plantas que salen cuando la nieve de desbarata. Un abrazo
EliminarQue bonito de verdad, tanto sentimiento hecho poesía y con una fotografías tan bonitas. Me encanta como sientes la naturaleza, y como la describes. Gracias por hacerlo. un beso. TERE.
ResponderEliminarUn beso Teresa, y yo que me alegro que te haya gustado. Mi pasión botánica y la fotográfica se han juntado en esta entrada. Gracias
EliminarQué texto tan precioso y esas fotos... El azul de esa genciana (o de otra muy similar) es de esos azules que se me metieron en el alma cunado la conocí y esa Vía Láctea, nos transporta a través del Universo hacia un camino con vocación de infinitud (la que no tiene el Universo)
ResponderEliminarMuy buena entrada.
Gracias, me alegro todas esas sensaciones de la que me hablas. Las gencianas son una maravilla. Como esa delicada copa puede salir de entre las piedras sin apenas tallo solo flor. Es misteriosa al igual que la vía láctea arqueando el cielo ¿o es el cielo el que la arquea? interrogantes. Un abrazo
EliminarQué hermosa la conjugación que has hecho de las palabras con los elementos de la naturaleza, eso sólo puede ser obra tuya,Eme, tienes una habilidad especial para ello y que admiro. Las fotos son divinas.
ResponderEliminarGracias por este post. Un beso
Gracias Chelo, a partir de ahora me animaré más a este tipo de conjugaciones. A ver que tal me tratan las musas. Un beso
EliminarFantásticas fotografías, me han encantado y las palabras con las que las acompañas hacen que una tenga ganas de estar allí arriba. Me gusta mucho cuando veo a esas "tímidas" florecillas brotar en sitios adversos.
ResponderEliminarUn beso
Hola Conxita, gracias. Guay, así no me voy sola. La flores son pequeñas pero aguantan todo el verano hasta que las cubre de nuevo la nieve con ese manto gélido, ahí resisten y sobreviven cada año. Un abrazo
EliminarEmerencia, tus textos son magníficos. Pero, si me lo permites te daré un cariñoso consejo, yo habría titulado este artículo "Seguidme"; que es lo que apetece al leerlo.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hola José, qué alegría verte por estos lares, gracias. Seguidme, sí, me gusta, es todo un piropo al relato. Un abrazo
EliminarMaravilloso texto acompañados de esas fotos que invitan asubir a las cun¡mbres y desde allí disfrutar de ese aire puro y limpio. De esas texturas en la rocas y las flores silvestres que nacen como un milagro entre peñascos. Un abrazo
ResponderEliminarGracias Mamen, me alegra que tú también quieras seguidme en estas sillas vacías y subamos a respirar este aire, tocar las texturas y descubrir esas florecillas silvestres, un verdadero milagro como tu lo dices. Un abrazo
EliminarPara tu entrada no puedo añadir ni media palabra, solo expresar la emoción que he sentido entre tus palabras e imágenes...
ResponderEliminarBesos
Gracias Suni, qué alegría verte de nuevo por estas páginas, muy amable tu comentario. Un abrazo
EliminarHermoso texto y bellísimas fotografías de una naturaleza que en ese lugar es sobresaliente.
ResponderEliminarGracias Norte por pasarte y subir conmigo. Un abrazo
EliminarQué manera más bella de describir un lugar al que seguro que amas tremendamente por las palabras que has plasmado. Es poesía pura, Eme.
ResponderEliminarAdemás, es que las fotografías han sabido captar la esencia del lugar que te ha inspirado que, por cierto, qué diferente se muestra de una estación a otra.
Un abrazo
Hola Macarena, es el misterio de estos lugares, que en verano lucen con otro traje totalmente diferente al invernal. Las especies se hacen únicas y por tanto, muy vulnerables y mira que se encuentran bajo metros y metros enterradas en nieve. Qué milagro ¿verdad? Un abrazo
EliminarQué maravillosa prosa poética la que tienes, y si encima la unes a lugares perfectos donde encontrar la serenidad y la paz, el resultado es algo mágico. Es imposible no dejarse embriagar por tus palabras, Eme.
ResponderEliminarAdemás acompañas al texto con unas fotografías espléndidas (me ha impresionado el azul de las primeras).
Enhorabuena de nuevo, por tus preciosas letras.
¡Un abrazo muy fuerte!
Gracias Ziortza, muy amable, me alegra que te haya gustado. Es un lugar que inspira en todos los sentidos. Tiene como bien dices también esa magia. El azul allí es muy limpio son más de 3000 metros sobre el nivel del mar. Podemos ver el cielo con muchas tonalidades cuanto más bajamos, más claros, por que hay más polvo y contaminación en la atmósfera, por eso a veces hay sol pero el cielo se ve blancuzco. Es lo que ocurre en Granada. En la sierra nevada el azul se intensifica y es un regalo verlo así. Un abrazo
EliminarLo he vuelto a leer y me ha vuelto a gustar.
ResponderEliminarGracias José, bueno es un doble honor viniendo de un alma de poeta. Un abrazo
EliminarMe dejas sin palabras para catalogar esta ensoñadora manifestación del alma que conoce y sabe valorar y admirar el encanto y la belleza sin igual de la vida en todo su esplendor natural.
ResponderEliminarLeerte sin dudas que nos sube el animo, que manera de describir y sacar a relucir el poema que es cada metro cuadrado de la naturaleza y sus miles de formas, ruidos y silencios, pero mas que todo, la hermosa sinfonía de amor que es su conjunto.
Gracias por esta belleza Eme.
Eres muy amable Idalia, gracias por dejar este cariñoso y motivador comentario. Un abrazo compañera
EliminarEmergencia. Un texto maravilloso donde la naturaleza se funde con el corazón y nos transporta a vivir la belleza serena de la montaña. Y cuándo llega la noche sentir como un manto tachonado de estrellas te arropan y te inundan con su magia.
ResponderEliminarLas imágenes Preciosas!!
Un cálido abrazo.
Gracias Sneyder, que bien volver a verte por aquí aunque sea cerca de las estrellas. Un abrazo
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